76 Amauta LA CAPITAL PROLETARIA POR RICARDO MARTINEZ DE LA TORRE ¡Oh Moscú, ciudad de las blancas blusas y de los rojo pañolones. Aia de naciones, alma del Universo, músculo de la vida futura. Oh Moscú, la visionaria, engalanada de banderas comunistas y resonante de las estrofas de la Internacional. Moscú, que gritas a tus soldados: agredidos, nunca agresores, y proclamas guerra a la guerra. Recibime, ciudad apocalíptica, con tus murallas acribilladas de metralla y tus piedras ensangrentadas. Recibeme, arcaica y novísima ciudad de los ensayos, de las locuras realizadas, ciudad de contradicciones, para dójica, inverosímil, grito clavado en el ombligo de Dios. Oh ciudad que has sido cantada por las broncas voces de tus jóvenes soldados bolcheviquis. Por tus hermosos soldados rojos, que se instruyeron en fas fábricas y fueron filósofos dentro de las cárceles. Moscú, eje del Mundo hoy, hija de Espartaco, cuyo alarido repercute a través de los siglos y de las generaciones. Con tu mano elevada arrojas estrellas soviéticas sobre los pueblos esclavos. Tiemblan de pavor los burgueses, con sólo oir nombrarte, como el palúdico ante el pantano, y quien te ama es perseguido inexorablemente. Moscú, argolla de naciones, brazo fraternal de pueblos, ubre única y gigante para amamantar proletarios rebeldes. Ciudad sonora de impetus, polen de pólenes, que avientas tu savia a los raquíticos, y haces de los abortados, colosos, y de los gusanos, águilas. Ciudad que sacude paralíticos, exalta indiferentes, por quien deliran los cuerdos, a cuya evocación se hunden murallas de Jericó y saltan diques del mar Rojo!
Ariete de fronteras, mazo de privilegios, corrosivo de clases, urna para guardar el sueño de Lenin, cuna de reconstrucciones, polo magnético de todas las brújulas. tu nombre se unen los trabajadores del mundo, bandera de las insurreciones. Los pueblos de América, frente al peligro del imperialismo sajón, vuelven los ojos a ti, protectora de oprimi.
dos como a un salvador refugio. Tus soldados rojos se desparramarán por el mundo en un inesperado Apocalipsis, y la Virgen Libertad aplastará la cabeza del Leviathán del Capitalismo. Dáme, ciudad de las revoluciones, el valor necesario para secundarte en tu programa, sin vacilación, henchido el pecho de tu voluntad y endurecidos los músculos en un sano esfuerzo renovador. Oh ciudad de las blancas blusas y de los pañolones rojos, ciudad santa de la nueva religión, en cuyo río hombres y mujeres desnudos completamente se bañan bajo el cielo azul, como en aquellos inolvidables tiempos del reinado de Pan. Así quiero exhibir yo mi cuerpo juvenil, menudo y elástico, en la clara luz, al aire libre, entre camarades desnudos y mujeres castas que hayan renunciado al pudor falso de las burguesas. Así quiero cantar, no ya esclavo, ni entre oprimidos, sino en una universal independencia. Oh Moscú, ciudad de una alquimia fantástica, retorta para la piedra filosofal de las libertades futuras, que haces exclamar a Constantino Fedin. Volver a nacer otra vez, una sola vez, Dios mío!
Dentro de cien años. Para ver llorar a los hombres al sólo recuerdo de estos años, para arrodillarse en cualquier parte ante el girón pasado de una bandera, para leer un comunicado del ejército rojo a los obreros y campesinos!
El viento desgarra, azota con la lluvia un periódico pastoso despegado de la pared. dentro de cien años, un pedacito de esta hoja será guardada como una reliquia, como el santo de los santos. Nacer dentro de cien años y decir de pronto. Yo viví entonces, yo viví durante aquellos años!
RICARDO MARTINEZ DE LA TORRE sesión todavía bastante mezclada en él, para ser efectiva, a toda una parte del mundo. En cuanto al rostro, apoyado sobre el brazo comestible le era indispensable: el rostro cuya sonrisa que se conservaba tan joven, en. noblecíalo que había de algo marchito en la boca y en torno de los ojos experimentados. Ralph comenzaba a conocer una a una las manchas de este rostro: las de los pómulos, las que insidiosamente se habían posado en la comisura de los labios, una pequeña, espiritual, bajo el ojo izquierdo. Tal como los almacenes que rodean la entrada del NOTH AMERICAN BANK, le proponían cada una un artículo especial.
Miró el anillo en uno de los dedos doblados entre los bucles y, pensando en el matrimonio próximo, tuvo la satisfacción de verse obrar como los demás. Enjugar una cucharilla de café con un pañuelo de seda tal vez.
Ralph miró un rato mas allá de ella, en el porvenir. Dentro de ocho dias, de nuevo en el Banco. Vos no trabajareis: comienzo a valer algo. Se alquila departamentos en los Jones Buildings. Un poco lejos acaso, cerca de Marina, pero confortable. Camas que se guardan en los muros, cocina eléctrica y teléfono sin hilos. Yo querría un pequeño bungalow con una palmera. un techo de tejas. Bien. Haciendo un préstamo, yo podría complaceros.
Ella lo miraba siempre: adicionando los dollares dentro de sí, rápidamente. Pero algo de fresco y de perfumado, un ice cream soda, estaba detrás de la pastilla seca de su seno izquierdo. Sois un joven honrado, hecho realmente para ser un marido. de golpe las lágrimas subieron a los ojos de la mujer: inexperadas, irresistibles, abundantes. Pegaban las pestañas, corrían a las orejas.
No venían todas del fondo del corazón. Había algunas que arribaban de mucho mas lejos que la memoria misma, provenientes de ese espacio interior en los confines del cual se modela superficialmente lo que cada uno de nosotros crée ser. Abismo encondido a nuestra vista, inaccesible a nuestros alcances y que no comporta nidestinos individuales, ni paises limitados por fronteras.
Donde no hay ni Dorothy Tunbridge ni América.
Dorothy consideraba al novicio con una dulzura que escondía mal el asombro. Ralphie. Dorrie. Sois un gran muchacho. Nos cåsaremos mañana. La luna de miel en el campa, viviendo en una tienda, Yo aserraré la leña y cargaré el agua. Mucha agua para mi, Ralphie. se ensombrecia por instantes y hablaba entonces en voz baja como si temiera quebrar las formas de un ensueño frágil. No olvideis la lámpara de alcohol para mi ondulación. Yo cocinaré: vos reposaréis en la hamaca. Deveras? Me dejaréis sin embargo lavar un poco la vajilla.
LUC DURTAIN