75 Amauta daderamente un placer este desgarramiento supremo desde el tobillo hasta la nuca. Ralph pensaba en todo esto de manera confusa, sin palabras, con retazos de recuerdos dotados de un poder interrogativo, esperando afectar definitivamente esta realidad nueva con un MAS un MENOS, según un hábito de cuya legitimidad no sospechaba, y de colocarle en su crédito o su debe, en las ingenuas cuentas corrientes de su alma. Los viejos esquemas biblicos, bien o mal, sombra o claridad, Ormuz y Arimán, han encontrado aliados imprevistos: el álgebra y su inocente compañera la contabilidad, como si las necesidades de clasificación de nuestro espíritu no fueran suficientes a asegurar su imperio.
Ralph levantó la cabeza. Con gran sorpresa, cuando se creía en lo alto de Market, se vió en Sutter Street, cerca de Jones. Había marchado dos millas sin darse cuenta, ocupado por su sueño. El cerebro, emplazado en la unión de los brazos enérgicos y del tronco. no es entonces solamente una máquina de determinar los actos? Ralph pensó de pronto en que llevaba, en el ángulo de los muslos, haciendo PENDANT con la cabeza, otro centro de voluntad casi tan importante como ésta.
Extraviándose su imaginación, el joven creyó a pesar suyo sentir que su rostro cambiaba su aspecto con el de aquel otro centro y bajó vivamente el borde de su sombrero.
Era demasiado. Ralph recuperó el control de si mismo. Además, incontestable evidencia, un policeman pasaba: gorro chato, aire frío y duro. Por primera vez en su vida, Ralph se sintió mediocremente tranquilizado por la vecindad de la ley. Se había tornado peor o mejor. se preguntó de nuevo. Un singular trabajo debía haberse operado en él, pues esta vez no le pareció absolutamente que semejante pregunta comporte una respuesta cierta. Detrás de esta cuestión, confusamente, aparecían muchas otras como imágenes múltiples en espejos que se miran los unos a los otros.
Súbitamente, Ralph se sintió aislado, arruinado. Pensarse a sí mismo, es decir concebir ideas que no son válidas sino para sí mismo. no es crear una especie de moneda imaginaria? En América, más que en ninguna parte, las verdaderas ideas de valor, aquellas consentidas por todos y aceptadas sin descuento por los demás, son oficialmente hechas por la multitud. ellas les toca prescribir los sentimientos que clasifican en la estima pública, los actos solventes.
Pero esta inquietud no tardó en borrarseante un fenómeno diversamente potente. En una de las calles trasversales que, perpendiculares a Sutter Street, cortan en bloques regulares sus 700 casas (es esta una calle de longitud ordinaria en San Francisco: Geary tiene más de 000 Nos. Ralph se puso a observar uno de los funiculares que le pareció. cómo decir? dotado de una alegría extraordinaria. Si, este tramway tomaba la pen diente de su carrera con un gozo evidente. el cemento de las casas, a derecha y a izquierda, estaba ebrio de su tinte ocre, como de un vino blanco; este hotel que cargaba tan gallardamente sus cornisas dóricas, no podía ser habitado sino por personas felices. Este buen hombre que marchaba con dos o tres autos bajo el brazo como si la perspectiva hubiera sido de pronto dotada de realidad; esta miss que para subir a una acera hendía el aire con un talón que hubiera segado las Montañas Rocosas le aparecieron a Ralph como fragmentos de una verdad evidente y universal. Todas las formas bajo el cielo desbordaban a la vez una potencia parecida a la vuluptuosidad, y de una misteriosa certidumbre.
Ralph caminaba todavía. Se encontró bien pronto en el barrio de los negocios.
Al principio dos grandes buildings, uno gótico co ronado de balaustres floridos, el otro rectilineo y cúbico tocado de almenas, por el dorso de los cuales ram paba el zig zag de las scaleras de seguridad. Ambos se lanzaban del corazón de Ralph hacia el cielo, los dos caían del zenit a sus pies. Un poco más lejos, otro imponente aspecto: encima de una torre de fachadas abultadas, los ftancos de altos edificios, WELLS FARGO BANK, UNION TRUST anunciaban con letras gigantescas las cajas fuertes de sus sótanos: plantadas profundamente en el suelo, razones inquebrantables.
Ralph se encontró de pronto en medio de masas de flores: los vendedores de San Francisco pueblan, aqui y allá, las aceras. Por acostumbrado que estuviera a este espectáculo, Ralph se sobresaltó, sumergido hasta el pecho entre ramilletes amarillos, blancos, rojos. Recordó prudentemente lo que dicen los botánicos de los elementos masculinos y femeninos de las plantas y, luego, súbita e involuntariamente, con horror, se sintió asaltado por estos órganos de hábitos extraordinarios. Tuvo iedo y huyó.
El resultado de estas emociones, de estas complicaciones y de cien más en las cuales se vió hundido, en.
vuelto y liberado, fue una certidumbre. Había seducido maliciosamente a una joven: debía una reparación. Entró donde un joyero y firmó un cheque. Anillo de bodas Cuando regresó al hotel, con un ligero estuche y, una frase laboriosa, la víctima completamente vestida, inclinada delante del espejo se ponía un poco de ROUGE.
Ella lo miró de la manera más ordinaria. Buen tiempo, no es cierto? le pregunto.
No parecia haber pasado nada entre él y esa persona amistosa y reservada. Lo mismo que las parejas arriban de buena gana en Norte América, sin la menor caricia previa, al acto del cual no se habla, lo mismo, en seguida, nada en las maneras de la mujer ni en las del gentleman, aunque se encuentre solos todavía, debe revelar que la cosa ha pasado ni ha sido posible un solo instante. Se levanta uno pronto ¿Por qué demorar? Yun momento después, con la ayuda del eterno You, no ha existido nada.
No hay que conmoverse porque un cerrajero ha puesto la llave en la cerradura.
Ralph dejó escapar todavia, tres o cuatro veces, durante los paseos del día, la ocasión de ofrecer el estuche que le inflaba generosamente el bolsillo. La noche, Mr y Mrs Fergusson subieron de nuevo sus pisos en un ascensor, que, a los ojos del hombre, se mostró mucho mas normal.
En tanto que Dorothy, de nuevo, dejaba caer esos vestidos femeninos que tan poco apego tienen al cuerpo, el joven, con la frente baja y los puños apretados, como si se tratase de concluir un negocio o se tratase de tomar por asalto un tren, se disponía a quitarse el saco.
minuto después, acostada ya, ella lo contemplaba: pensativa, con el borde de la sábana blandamente suspendido por los senos, mientras, retocando sus dedos ligeros la cabellera, el brazo izquierdo dejaba ver la piel tierna y un poco verde de la axila rasurada. Querida Dory, logró decir él, para interrumpirse en seguida.
Dorothy lo observaba con ojo interrogador, callada, dudando de disipar con palabras la sed que empezaba a sentir en sus labios. No estáis enfadado. Tampoco indispuesto. Se inquietaba con gentileza, y, en ese momento, con un poco del servilismo inherente a la posición que su sexo toma durante el amor. Yo. pienso que he faltado. Estoy pronto a repararSe oyó pronunciar a Ralph con una voz sorda y sin timbre como la de un profesor que se aburre.
Sin embargo continuó. así, creo que el matrimonio. Querido. exclamó ella arrojando la sábana.
Para que las cosas fueran mas expeditivas, ella había alzado la camisa por anticipado. Se recubrió y besó al hombre con impetu.
Después, un pequeño pais de color de ternura se formó entre dos bocas y cuatro orejas y dos pechos. Ralph no sentia ya horror. El animal femenino diferente de él, tan temido, cuya vecindad le a portaba antes una angustia insuperable, se había trasformado súbitamente. Esta mujer comenzaba a ser, sobre todo en la parte escondida bajo la sábana, la verdadera prolongación de Ralph: una poUn