74 Amauta (VIENE DE LA PAGINA 28. Los restos de la Exposición de 1925. Me fastidia mostraros estas viejas cosas. Se les va a demoler.
En una América siempre nueva, donde una construcción es reemplazada, mucho antes de su caducidad, por otra más grande, Dorothy no había visto nada que le pareciera tan antiguo. Pienso que Roma es asi.
Quiso golpear un pedestal de yeso, tirar de una lona que se desgarró en su mano. Construcción barata. dijo.
Pero el parque del Presidio no tardó en mostrar sus cuarteles, sus hospitales limpios y netos, colocados como unas gorras sobre los prados. Anchos terrenos de golf, gue terminan abruptamente en la ribera, caen en las olas Sublimes: última grada de la América visitada sin cesar por las proas que vienen del más antiguo al más nuevo de los continentes. El estrecho de la Puerta de Oro, que abre al Parífico la puerta y la bahia de San Francisco, aparece ahí en toda su longitud: río marino que el Sol, empresario de alumbrado del cielo americano, remonta cada tarde, arrojando a las olas y a las nubes, el oro ganado en toda su jornada de trabajo, para regresar a los países donde torna a ser un dios.
Mļraban los palos blandidos por los jugadores, los saltos de la bola.
Una maravilla, las líneas de casas de estilo colonial o estilo misión, detrás de las palmeras o los zarzales de cactus: techos de tejas rojas casi chatos, domos hispano moriscos, pilastras y chimeneas monumentales. Largas calles de fantasía, aquí y allá suspendidas por la ciudad de las cien colinas. El verdadero excitamiento se produjo cuando Ralph frenó de golpe delante del cable de un gran tractor: sobre ruedas de madera, remontando una pendiente bastante empinada, avanzaba por enmedio de la calle una casa. Ventanas cerradas, stores bajos, a través de los encajes se adivinaban los muebles en sus sitios, los grabados colgados de los muros. Sobre el tractor se leía Compañía de Transporte de Casas. No tenemos esto en Duluth. la mujer de Middle West, miró al californiano con respeto. Qué no vieron en dos días! El puerto, docks repletos, aglomeración de proas, chimeneas, toldos, cordajes, mástiles, a través de las cejas de Dorothy hasta su nuca afeitada; el Centro Cívico (pràdo donde mujeres en pantalón juegan con el pié a la pelota) bordeado por la enorme masa de la Biblioteca, del Auditorium que semeja una estación y del City Hall, falsa cúpula de los Inválidos, izada sobre una falsa columnata de Mansard; la Misión Dolores, humilde y sólida capilla de piedra de los tiemDos españoles (QUÈ PROGRESO HASTA LOS BUILDINGS, exclamaron los dos juntos. y los buildings, precisamente, en los barrios de los negocios: los unos hinchados como cajas fuertes, otros jaulas de cristal y de acero, algunos que danzan, desnudos, coronados de guirnaldas, otros fortificados de almenas, ctros lisos, tensos, que apuntan no se sabe qué en el cielo. Tras una plaza cargada de palmeras magníficas, bancos ocupados por BUSSINESMEN que vari a respirar ahi un instante, la fachada del hotel Mammouth a la cual se habla ligado años atrás, una ballena de escándalo. aquella historia que habia hecho tanto ruido hasta más allá de Duluth mismo, gentes de cinema, alcohol, violación, asesinato. Chinatown, pagodas y bazares donde, oro sobre rojo, negro sobre blanco, los caracter orientales trepando derecho e invadiendo toda superficie vertical u horizontal hormiguean, más bien filas de insectos que marcas humanas; mujeres con kimonos bordados de flores; comerciantes con pantalones de seda que os llaman con un acento silbante cual si también las sílabas pudieran ser rasgadas como los ojos, agudas como las miradas.
En la noche, regresaban a pié, cuando ella dió el nombre de su hotel a un taxi. Esperad aqui dijo ella a Ralph descendiendo. No puedo recibir a un hombre en mi cuarto.
Diez minutos después reaparecía en el umbral con una pequeña maleta en la mano. juzgar por sus mane.
ras netas y cortantes, parecia haber tomado no se sabe qué decisión. Dió al chofer una dirección que Ralhp no entendió.
El joven, petrificado, no pudo articular una palabra en todo el trayecto. Dorothy hasta entonces, no habia cesado de guardar una perfecta reserva: čiba ahora a abusar de él?
El taxi, en efecto, se detuvo delante de otro hotel.
En tanto que el portero tomaba de manos de su compañero el ligero equipaje, ella inscribió en el registro. Mr. y Mrs. John Fergussen, de Sacramento, Un latino se figura que el ascensor que lo eleva al lado de una mujer, hacia alcobas fáciles de cerrar y solicitudes horizontales, es algo como el ascensor del Paraíso. No le ocurría lo mismo a Ralph. En el primer piso, le pareció que la jaula rápida, atravesaba nó un pavimento sino los duros artículos de las leyes azules que sålvaguardan la virtud americana: dos o tres años de prisión por usar una mujer sin ser su esposo, tal es la tarifa. El segundo piso fué para Ralph de naturaleza biblica: epístolas de San Pablo, Decálogo. El tercero, medicina, microbios con gorra y recién nacidos con trazas de enfermeros. Es difícil decir si Ralph pasó verdaderamente el tercer piso antes del cuarto. Tan grande fué su desorden interior que se sentía, por decir así, regresar, descender, a medida que se elevaba. En la agonía de su terror, sonrió sin pensar al negro del ascensor como si se hubiera tratado de un hombre verdadero: hubiera sonreído lo mismo a un perro o al último de los hombres, esto es a un individuo que no supiera inglés.
Cuando abrió la puerta del cuarto para dejar pasar a Dorothy, le pareció volver la página de un diario. La página 35 de su CALIFORNIAN DAILY NEws, al reverso de la cual está la sección más leída después de la de la bolsa: los escándalos. Condenas por inmoralidad, proceso de divorcio, seducción de esposos, ruptura de promesa, corazón destrozado. Por un instante Dorothy volvió a ser para Ralph la desconocida de cuatro días antes y se imaginó ver en ella una virtuosa del chantage o una POLICE WOMEN que iba a sacar su carnet y arrestarle. Oh! cabreros y pastores de Sicilia, mecanógrafos y obreras de París que os amáis tan naturalmente, los unos bajo los olivares, los otros en vuestras buhardillas, como una alta y púdica civilización sabe perfeccionar vuestros gestos ingenuos. Que algún día pueda invadir toda la Tierra y los rayos del Sinai, los tribunales y el treponema på.
lidum ocupar el pensamiento de los amantes!
La puerta cerrada tras ellos, Ralph permaneció inmóvil, con la maleta en la mano. Dejad eso, ordenó la mujer.
Una ciega esperanza, la esperanza del condenado que, con la cabeza en el filo de la guillotina, espera todavía que no funcione la palanca, atravesd el alma del desgraciado. Tal vez Dorothy le graciaria. Pero no, ella comenzó a desvestirse con tranquilidad y seriedad. bien, derrepente, lo que gobernó a Ralph no fué más el americano disciplinado. Tengo vergüenza de decirlo, no sé cual intimo piel roje (danzando con o sin scalp) tomó el comando.
Ella se había extendido sobre la cama. Cien peliculas habían educado a Ralph, quien no pudo ni acercar sus labios a los labios femeninos. Pero un poco del sadismo del niño persiste en el hombre mejor educado: su beso intentó forzar esta barrera cerrada. Ella polteó la cara con una mezcla de pudor, de repugnancia y de higiene y se echó totalmente de espaldas.
MIT El amor, juego viscoso, casi intestinal. Menester, sinembargo, sportivo, con un lujo de movimiento. Era ver.