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63 Amauta to que el mundo occidental ha podido obtener del fenómeno ruso. Los hechos aunque muy conocidos se desvirtuan por un proceso natural de la mente humana, consistente en comparar lo nuevo y lo desconocido con lo anterior y palmario; a lo cual se agrega que la gran prensa europea y norteamericana, institución creada para desfigurar científicamente la verdad, ha extremado en diez años con tenacidad de enajenado mental todos los recursos de la inteligencia para evitar que las gentes del mundo occidental se formen un concepto claro y humano de lo que pasa en Rusia. Hombres de gran talento y de buena voluntad se han dejado influír por esa mañosa campaña de la prensa, y como Burke en sus días denunció la actitud de los revolucionarios franceses que proclamaban los derechos del hombre. haciéndolos aparecer como delirantes malhechores, así han denunciado a los directores actuales del pueblo ruso como enemigos del género humano y destructores de la civilización. Es difícil para el individuo sustraerse hoy a las insinuaciones cuotidianas del periódico que se pone al corriente de la vida universal. Leyendo cada día el anuncio de las píldoras contra las males del hígado ese lector insofisticado acaba por convencerse de que su organismo está descompuesto y compra el específico. No de otra manera proceden los refinados psicólogos de la gran prensa para distribuír ideas falsas, desfigurar las hechos, crear unas reputaciones personales y demoler otras.
Inconscientemente y obedeciendo a una fatalidad histórica el Imperio de los Zares estaba empeñado desde mucho antes de 1914 en destruír la civilización. Las civilizaciones, según lo enseña la historia, no sucumben por la acción de elementos extraños a ellas sino por su propia obra, y en este empeño destructor el Imperio de los Romanoff estaba auxiliado por otras naciones de Europa que en 1914 extremaron las recursos humanos para darle a la civilización occidental el golpe de gracia. Aunque eliminaron entonces las nociones cristianas de moral sobre las cuales estaba fundado el orden social no pudieron acabar con las amenidades materiales de que se compone, en gran parte, la vida civilizada, porque llegó el momento en que franqueó la resistencia nerviosa del hombre para completar el total exterminio: la intención, sin embargo, era manifiesta. Según confesión de algunos beligerantes los quimicos habían hallado ya el gas que necesitaban para asfixiar en pocas horas una ciudad como Berlín, no sin reducir a escombros todas las habitaciones de gente indefensa.
Nada hay tan corrosivo, dijo Le Bon, como el polvo de las ideas muertas. La civilización anterior a 1914, vivía social y moralmente de ideas putrefactas, de hipocresías convertidas en régimen de gobierno, y esas mismas concepciones anticuadas estaban haciendo la obra de disolución. Rusia el pueblo más agobiado por aquellos cadáveres de ideas, fué la primera en sucumbir bajo el peso de sus mismas iniquidades. Hacer la guerra y sostenerla durante cuatro años resultó un esfuerzo superior a su resistencia. Un día la burocracia rusa, tan corrompida como inepta, descubrió que las energías de ese pueblo se habían agotado y, apesar de esa convicción hizo lo posible con el objeto de continuar en el siniestro empeño. Se gastaban los rieles en el transporte de tropas al frente y no era posible reemplazarlos; escaseaba el material rodante para llevar armas y municiones a los soldados y las fábricas no alcanzaban a suplir las faltas. Regimientos enteros se presentaban ante el enemigo hambreados y sin armas. ΕΙ gobierno imperial cayó coino suele un cuerpo suspendido el romperse la cuerda que lo sostiene. Nadie le hizo la guerra, y ello es tan cierto que al abdicar el zar y fugarse sus ministros no había en Rusia quien asumiera el mando. Kerenski y los radicales socialistas creyeron en su propia virtud, tomaron la dirección del estado, e incapaces de comprender la causa del desastre nacional que era la guerra, pretendieron continuarla. Estaba escrito que sucumbirían y cayeron por su propio peso o por su propia debilidad. El hombre que surgió entonces comprendió que, a seguir en la guerra, el pueblo ruso dejaría de existir como habrían dejado de existir una a una las de mas naciones europeas si la hecatombe y el esfuerzo destructor hubieran durado diez en vez de cuairo años. ese hombre se le llamó bolchevique. más no por sus doctrinas ni por sus actos, sino porque lo seguía el mayor número de sus compatriotas. Bolchevique significa en ruso unidad de la mayoría, en contraposición a menchevique. unidad de la minoría, nombre con que se distinguían los radicales socialistas, representados por Kerenski. Lenín quiso establecer un gobierno basado en las teorías de Marx, según corren expuestas en El Capital. obra que empezó a publicarse desde 1867 y ha suscitado desde entonces variados comentarios que forman hoy una copiosa literatura.
Marx sostiene que el desenvolvimiento económico de las naciones industriales conduce a una forma de organización política en que la propiedad del estado se extiende a los medios de producción, con lo cual como lógica consecuencia la renta procedente de la propiedad territorial habría de desaparecer a su tiempo, para conservar solamente la procedente del trabajo personal. Estas ideas que pueden ser verdaderas o falsas eran las de Lenín y antes de él no se denomineban bolchevismo. Recibieron por un tiempo el nombre de principios de la internacional. calificativo de que se hacía uso a manera de conjuro para excecrarlas. Como las palabras se gastan, esa fue perdiendo sus prestigios de excecra.
ción y las naciones constituídas según el régimen individualista (parcialmente apenas) tuvieron necesidad de otra palabra para abominar del régimen contrario. Inventaron, en presencia de la inesperada convulsión rusa la palabra bolchevismo que, vacía de sentido, servía mañosos planes de propaganda. No mates al perro, le decía un cuáquero, a una mujer mordida por uno rabioso, ponle un mal nombre. Lo llamó ella perro loco y no faltó quien lo matara en seguida.
Lenín fuè, marxista al empezar su gobierno. Quiso poner en práctica aquellas teorías en el vasto campo experimental que el destino y no sus cálculos habían puesto a su disposición. Acaso Lenín y sus amigos llegaron a imaginarse que ellos habían derrocado el poder del zarismo y la efímera administración menchevique. Dos siglos de historia europea y de abominaciones moscovitas habían preparado el dominio de los socialistas rusos. La fruta cayó inopinadamente en sus manos. El uso que se han visto forzados a hacer de la situación bien prueba que no fue creada por ellos. El golpe solo genial de aquel hombre extraordinario fué comprender que la guerra debía terminar porque estaba acabando con el pueblo ruso. Su mérito, como político fué su valor para arrostrar la ignominia de la rendición, aceptar las innobles condiciones impuestas por enemigos soberbios e ininteligentes, para darse a la tarea de fundar un nuevo estado conforme a las teorías de Marx. Importa añadir que Lenín, como todos los grandes políticos fué oportunista: le dieron ejemplo César, Enrique IV, Lincoln, Gambeta, Gladstone, Lloyd George. Cuando vió que el marxismo era inaplicable en las actuales condiciones del pueblo ruso, morigeró la táctica y consintió en hacer acomodos con las doctrinas expuestas, recursos de hombre de estado que no le perdonan sus enemigos deseosos como era natural de verle caer en sus propias redes. No defiendo ni expongo teorías: ex plico.
Por lo que antecede puede verse que el bolcheviquismo no es una teoría científica, ni un sistema de gobierno, ni un cuerpo de moral política sino un mal nombre inventado por los enemigos de un régimen para destruírlo. Las crueldades y abominaciones que, según se dice, se han cumplido en Rusia y que llevan el necio apodo de bolcheviquismo, nada tienen que ver con las doctrinas colectivistas. Antes de 1914 en Rusia una casta arrogante imperaba sobre una casta humilde que aceptaba el dominio incondicional de la otra. De 1917 a esta fecha domina una casta de convencidos sobre la tra que conserva su arrogancia y no quiere someterse al nuevo orden de cosas.
La casta insumisa conserva su arrogancia porque el resto del mundo simpatiza abiertamente con ella,