55 Amauta EL PROBLEMA INDIGENA POR LUIS CARRANZA Juzgo que, desde el punto de vista nacional, ningún problema merece mayor atención que el referente a la elevación cultural de la raza indígena. lo creo así, porque una nación compuesta en sus 415 partes por aquel elemento, jamás podrá tener una conciencia homogénea y nacional, si los elementos directores del país, compuestos por los descendientes de españoles, los llamados criollos, persisten en la peregrina idea que ha dominado al Perú durante cuatro siglos o sea la de que los indios de las diferentes razas que pueblan nuestro territorio, especialmente en la región andina, son recalcitrantes a la civilización occidental, sin estudiar antes profundamente, cuáles son los obstáculos que se oponen para que formen un todo con los demás elementos nacionales.
Descendientes de los conquistadores, los habitantes de la costa mezclaron posteriormente su sangre con elementos africanos y chinos, y estos productos y sus mestizajes, tomaron carta definitiva de naturalización, una vez abolida la esclavitud, en el primer período de nuestra vida republicana. Los elementos autóctonos de la Sierra, menos mezclados que los de la costa, continuaron como segunda casta, y si bien nadie les negò ni les ha negado valor como elementos valiosísimos, para el sostenimiento de las industrias andinas y para la formación de nuestros ejércitos, se continúa discutiendo si debe o no intensificarse hacia el otro lado de los Andes, la cultura europea.
Los tres aspectos de la cultura son indispensables.
Físicamente, el elemento indígena ha probado ya en nuestra larga historia, agrícola, minera y militar, que, por lo menos, en las condiciones climatológicas de su suelo, es un trabajador insuperable. Ninguna raza en el mundo, habría soportado con más resistencia que la indígena, sus condiciones de vida.
Es preciso pensar que la coca y el aguardiente de caña, por causa de la miseria de los salarios, constituyen gran parte de su alimentación, y que tal estado de cosas no puede ser atribuido sino a falta de protección de los elementos étnicos superiores, que en lugar de mirar en el indígena, a un compatriota y a un hermano, ven en èl al eterno siervo. Es preciso pensar que su falta de rebeldía, virtud ancestral de la raza, y no debilidad, como se quiere hacer creer, ha sido la excusa para nuestra indiferencia. Se han contrapuesto dos caracteres antagónicos: el levantisco, perezoso e indolente del criollo, con la pasividad, el hábito de tenacidad y la actividad forzada del indio, y se ha deducido de lo que es mérito, el vicio de Nuestras leyes, muy sabias en su concepción teórica son inaplicables en la práctica; no son ejecutivas sino pa ra una parte de la población; el resto escapa a sus beneficios y solo sufre sus rigores.
Moralmente, es preciso el buen ejemplo, el hábito de la justicia, de que por desgracia carecemos los criollos, generalmente apasionados y por lo tanto injustos. Claro, que hay excepciones; pero si descendemos de las clases superiores o más cultas, para echar mano de las autoridades que van a ejercer en la sierra sus atribuciones judiciales, políticas, administrativas o eclesiásticas, nos persuadimos de que tales elementos de dirección y control, contribuyen a mantener la falta de carácter del indio, puesto que queda siempre abandonado a su propia suerte, forzado por los mismos que debían servirle de ayuda, a continuar en su tristísima condición. Para este mal no hay más remedio que el buen ejemplo, la selección de las autoridades que deben desempeñar tales cargos, quizás el encontrar una fórmula mediante la cual, los indios tengan cierta autonomía económica, el manejo de sus municipios y hasta la forma de abonar ellos mismos, los servicios prestados por sus administradores temporales, porque de ese modo, las autoridades tendrían que humanizarse y proceder rectamente.
La cultura intelectual es mucho más difícil, y hoy por hoy, conceptuamos que entre los indígenas de la sierra, lo más urgente consiste en desanalfabetizarlos; enseñándoles el idioma oficial, la lectura y la escritura Tales son en nuestro concepto, las cuestiones que hay que resolver para encarar el problema indígena en el Perú. Que su resolución es urgente no hay que dudarlo, y ya que espíritus altruistas han emprendido la faena, precisa ahondar esos problemas, buscando prácticamente, sobre el terreno, el medio de conseguir tan bénéficos fines.
Nuestra raza indígena, necesita de un verdadero apostolado, que como los misioneros religiosos, se consagre por amor a la especie o a la nacionalidad, de una manera decidida, a redimir al indio; a hacerlo libre, feliz e independiente, condiciones de las que hoy está ciertamente muy alejado.
1927.
la raza.
Para mejorar las condiciones del indio, desposeído en su inmensa mayoría, de la propiedad del suelo de que es autóctono, no queda otro recurso que aumentar su salario en tal proporción, que pueda servirle para satisfacer sus más exigentes necesidades. Se ha hecho ya algo en tal sentido, pero creemos que el salario mínimo señalado por el Estado, de veinte centavos diarios, es tan exiguo, que no merece ser tomado en cuenta. Es preciso ser más humano y dar al trabajador de la sierra, lo necesario para su sustento. El día que se fije el salario mínimo en un sol, millones de habitantes cooperarían al consumo de nuestras industrias y manufacturas, y se abriría para el mismo trabajador de la costa un mercado inmenso y se duplicarían los recursos fiscales. El secreto de la mayor prosperidad aparente del indígena de Bolivia, que considerada geográficamente es una prolongación de nuestro territorio, consiste en que los elementos étnicos se han amalgamado allí más estrechamente, y en que dominando la sangre de los autóctonos, ha tenido que mejorar de una manera general la estimación y el aprecio por la raza que puebla el altiplano de Bolivia.