Bolshevism

Amauta 33 porque si vuelves a hablar me olvido de lo que soy y te tiro una cornada que te vas a estar un día entero en el aire. luego, héchose ya el silencio. Les decía a ustedes que este montón de fierro y palo que está delante de nosotros son los restos de nuestro mejor amigo y he dicho una gran verdad. El automóvil nos está reemplazando a todos nosotros, a todos los que el lenguaje humano llama hipócritamente animales domésticos. Pues bien, si como ha dicho con mucha sensatez un caballo de por ahí, cada hombre tuviera su automóvil, cada animal tendría su redentor. El automóvil es, pues, el benefactor de nuestra especie. No han visto ustedes desde aquí pasar esas máquinas, cargadas de esas panzudas y odiosas pacas de algodón, que antes pesaban sobre el lomo de muchos de ustedes, derrengándolos? Esas máquinas cargan y soportan todo impasiblemente: maderos, piedras, barriles, fardos, leña, fierros y hombres. yeso? preguntó un pobre burro, asmático y canijo, que no había logrado restablecerse aún por más panzadas de algarroba que se daba. Qué felicidad si yo dejase para siempre de cargar yeso! El yeso es un tósigo para nuestros pulmones. la leña? añadió otro burro La leña nos rasga cruelmente al andar. No hay carguío de leña que hagamos sin que quedemos con los hijares o las ancas en carne viva y sangrante. Verdad. repuso el buey. Me alegro de que ustedes digan aquí estas cosas horribles. Todo eso proviene de la necesidad que tiene el hombre de valerse de nosotros. El día en que todo lo que trabaja para el hombre se vuelva máquina, fuera mulos y burros para cargar; fuera caballos para los viajes, para los cuarteles y para la guerra; fuera bueyes para el arado y castramientos para algunos de nosotros. Sobre todo, esto último, que es la cosa más cruet y vil que puede cometer el hombre. Ah, ver pasar al lado a tanta vaca joven, a tanta vaca madre y no poder sino recordar lo que fuimos!
Oir latir a los toros mozos, saber por qué laten así, por qué se retan desde lejos y antes de verse, por qué restregan sus cuernos en los troncos y se echan tierra a los hijares, y no poder hacer lo mismo. Cómo, eso es todo lo que usted quería decirnos, señor Buey? murmuró irónicamente el cabrón, dejando a su serrallo por un momento en paz y sonriendo ante las filosofías del buey pero de todo esto ¿qué vamos a sacar nosotros los chivos, vamos a ver. Qué, los puercos y qué la gente de pluma. Es lo que estaba pensando yo murmuró el puerco poniéndose a salvo, temeroso de que el buey cumplie ra su amenaza. Haya o no esas cosas de fierro no por eso van a dejar los hombres de hacer chicharrones y salchichas de mí; y de los cabritos, seco; y de los toros, bisteques; y de los bueyes, zurrones y maletas, y hasta de los caballos y burros, charqui, pues ni a burros ni caballos dejan los hombres morir en paz.
El caballo de la riña, pagado hasta ese momento de sí mismo y lleno de arrogancias y posturas, exclamó. Alguna vez habías de hablar bien, puerco. Jamás hubiese creído que desde el fango en que te revuelcas tuvieras ideas tan elevadas y ciertas sobre nuestro destino. Tu discurso me ha recordado muchas cosas. Diez años he vivido al lado del hombre y durante ese tiempo he podido conocerle muy bien. Yo he pasado por muchos amos y muchos oficios. He sido caballo de oficial, de médico, de agricultor y, últimamente, de arriero. Por el militar supe que todas sus atenciones y cuidados conmigo eran asquerosamente interesadas. El médico no pudo tratarme con más egoismo y crueldad. la hora de curar curaba a todo el mundo menos a mí. El agricultor de lo que más se preocupaba era de lo que podía sacar a la tierra, pero no de lo que la tierra podía dar para nosotros. el arriero, sólo se interesaba porque llegásemos pronto a donde ibamos.
El buey, que veía que el auditorio le defeccionaba, pasándose impúdicamente a este nuevo orador, joven y de posturas tribunicias y que temía perder para siempre su prestigio de buey reflexivo y sesudo, interrumpió al hípico orador con estas dogmáticas palabras. La vida y la experiencia de nuestra especie no se aprenden en los cuarteles, ni a las puertas de las casas de enfermos, ni en los pesebres o corrales de una hacienda, ni al servicio de la gente de campo. Ni la experiencia tuya es la de todos los que estamos aquí. Hay que sufrir y meditar bajo el yugo, saber lo que es el oprobio de servirle al hombre y la vergüenza de verse uno mutilado porque así le conviene a su mezquino interés. Todos oíganlo bien todos los animales domésticos, cuaudo al hombre le mteresa, cach bajo la infamia de la castración. Esta es la manera cómo paga el hombre nues.
tros servicios. Unas veces nos pone así, para desbravarnos, para humanizarnos, y otras, para hacer nuestras carnes más sabrosas. Es ef pillastrón más cobarde e hipocrita de la tierra. ver tú, puerco. cómo andas de integri.
dad. Estás realmente completo?
El cochino, un tanto extrañado, tartamudeó. mi. a mi. no me falta. na. nada. No sé de que me hayan quitado nada jamás. Una vez, estando yo lechón, me cogieron unos hombres, hierro en mano, y después de tumbarmé me hicieron chillar. Después no volví a acordarme más de eso. Desde entonces todo mi pensamiento es comer, que me parece lo único importante en la vida.
Todo el auditorio estalló en una griteria ensordecedora, tras de la cual una puerca joven, que, echada largo amamantaba a una decena de lechoncillos, arrojó esta chuscada. Me consta! Ese cochino jamás me ha dicho buena trompa tienes. Yo lo creo agregó el burro. Eso sólo se dice cuando es uno un animal completo, como nosotros, a quienes el hombre no nos juega nunca esa mala pasada, dicho sea en su honor. Pero saben ustedes por qué? mugió el buey insidioso y sin querer perder resquicio para echar todo su encono contra el hombre. Porque a ustedes no se les puede comer, porque ustedes no pueden tener el honor de ser servidos en una mesa decente. Cuándo han oído ustedes decir potaje de burro? Esta es la razón porque se les deja como están. es en la reproducción donde está precisamente, la desgracia de ustedes. Burros habrá sobre la tierra por todos los siglos de los siglos. Amén. baló una oveja, que seguramente había sido oveja de cura, porque lo dijo con oportunidad y cierta unción sacerdotal. Véan a la mosquita muerta. mugió despectivamete el buey. Cuando las personas de respeto hablan la gente menuda escucha. Es lo primero que te han de bido enseñar. Que no tenga que repetir esto. Sí, sí farfulló, casi sin entendérsele, la oveja. Persona de respeto y siempre con el trasero sucio. Qué dice esa? ver si la hago callar de una testarada rugió el buey, sacudiendo amenazador la desmochada cornamenta. luego con tonante voz, para que todo el auditorio pudiera escucharlo, y posando una de sus manos sobre la trompa hendida del automóvil. Compañeros. después de todo lo que les he di.
cho en pro de este invencible corredor que tenemos aquí delante, yo propongo erigirle en este bosque un monumento, que perpetue al redentor de nuestra especie. Sí, si. gritaron todos los bueyistas. Que viva nuestro tedentor! el buey, enardecido por primera vez desde que de jó de ser toro, hizo culminar el entusiasmo con esta reflexión un tanto bolchevique. aunque no fuera por ser nuestro redentor como dignamente lo ha calificado el más barbón de nosotros.