28 Amauta Ralph, se sentia deslizar, poco a poco, en una dirección inquietunte. La cara de Dorothy comenzaba a devenir un fondo completamente normal. Ralph se recuperó con un esfuerzo, y con un aire despreocupado interrogó a la joven.
No, ella no tenía necesidad de que la regresaran a la ciudad. Preferia permanecer, visitar el conservatorio. Ah. habria músicu mañana en el Stand del Park? Ella vendría. él?
El respondió de modo vago: decididamente turbado ante este ser portador de senos que a él le parecía hendido por el sexo, desde los talones hasta el mentón. Qué cosa comenzaba a establecerse entre ambos? Ralph se acordaba en en este parque de la historia del paraíso terrestre, ya con un poco de arrepentimiento.
Habían llegado delante de un coloso de bronce, una copia del Pensador de Rodin, colocado con bastante gusto sobre el suelo en un sitio donde afloraba una vena de piedru bruta.
Heroicamente desnudo, como lo es siempre el alma, sentado sobre una piedra estrecha que parece el ultimo fragmento de un mundo destruído. Nó; no es sobre tal o cual cuestión que se inclina sino sobre el espantoso abismo que se abre más allá de todo problema. Con el brazo derecho, acodado sobre el muslo izquierdo, se cur.
va potentemente: solo logra asir su propia rodilla, con el puño crispado, mientras que la otru mano entreabierta, vacia como una concha muertu, participa sin saberlo en el peso abrumador de la cabeza. Cabezu formidable, cerebro y hueso, ojos abiertos como bocas, dejando caer para siempre en el vacio lo que hay de más pesado en el mundo: la mirada.
No se le podia ocurrir al espíritu de Mr. Ralhp Sexton que esta ansiosa imagen era la misma de su alma secreta y verdadera. Hablábamos de certidumbre; nó.
En el fondo de todo americano, las afirmaciones superficiales huecas máximas sociales o pueril teologia ¿no descubren cuando se las penetra deveras, una insatisfacción total, una inquietud grandiosa e ilimitada? Además, la actitud secreta del pensamiento es bastante parecida en todos los pueblos, pero solo distancias muy desiguales de clla es que, en las diversas civilizaciones, saben establecerse las ideas comunmente adoptadas y manifestarse los actos. Distancia seguramente más grande en los Estados Unidos que en cualquier otra parte, y es ahí donde reside, entre todos los records del mundo que detentan los americanos, el más significativo. Un hombre demasiado grueso, creyó pensar Ralph.
Un mal tres cuartos en juego.
La afiliada del MINNESOTA FEMININE CLUB, exclamó con una virtuosa intransigencia que la realzó mucho a los ojos de Ralph. Vergiienza! En Duluth, habríumos roto la estatua a martillazos. No precisa quitarse la camisa para pensar.
chas atrevidas de las células y, en los tubos de las arte.
rías, los glóbulos rojos de una sangre que, desprovista de pudor, va a todas, a todas las regiones del cuerpo.
Mr. Tavison había dicho simplemente. Entendido. Le deseo buenas vacaciones.
Diez días de libertad. Ralph dejaba a los rayos tibios, mezclados de buen viento fresco, innundarle el cuerpo, en tanto que se dirigía hacia el garage. Seguramente, en ese momento, en la espesura de la California, del lado de Mariposa o de la Villa de los Ahorcados, un cielo ardiente debía petrificar los campos antes desvastados por los surcos de los buscadores de oro, o abrumar en el va.
lle de Santa Clara, a los recolectores de frutas: la fruta, el oro anual que se levanta solo de la tierra. No era el caso de ir al interior como en otoño. Entonces. por qué no la excursión soñada desde hacia años: descender a lo largo de la costa hasta los Angeles. Groseras y vànidosas, verdad, las gentes de la ciudad rival e incapaces de elevarse a la distinción de los sanfranciscanos, pero, después de todo ¿no es también una ciudad californiana y propiedad americana?
Era verdaderamente una iluminación esta idea de vacaciones. Le había atravesado el espíritu la víspera en la noche, en el momento de separarse de Dorothy después de haberse encontrado por azar en el Stand y haber cera do juntos. Sin saber bien lo que iba a decir, él se había ofrecido a la joven para mostrarle California antes de que ella partiera para Washington. Se pasearian con el querido Jerry y el íntimo Philip. Pero Ralph no habia telefoneado ni a Jerry ni a Philip.
Aquella a la que él había salvado la vida no tenia ya cuando él la volvió a ver esta mañana ni la efusión del primer dia ni la reserva en la cual se había atrincherado de modo irritante cuando su paseo después del Stand.
Una mezcla de confianza y de intimidad. Cold cream sobre sus rasgos; pero los labios, tocados con un poco de ROUGE, sabían tomar pronto un acento tan vivaz! Ella lo mandaba como un suboficial a un recluta. dócilmente él obedecía. El mismo ciudadano que, en los conflictos de los negocios, lucha con independencia, con ferocidad, no se siente, fuera de su despacho, satisfecho sino cuan: do obedece en forma pasiva a las dos potencias de América: el policeman y la mujer.
Permanecerían primero tres días en San Francisco: así decidió Dorothy, apesar de la prisa de Ralph por evadirse. Ella le hizo en seguida trazar todo un programa.
Miraba de arriba a abajo, como en la rambla de Ashlana. Aceptaba o declinaba guiñando los párpados. veces las ligeras manchas de su rostro parecían remontar el vuelo en una sonrisa. bien, inclinando la cabeza, recibía en ella los proyectos del hombre con una especie de ardor.
Esta mañana el auto rodó primero hacia el Norte de la ciudad, Marina Park. El margen habitual de las ciudades del Oeste: vastos territorios, cuadriculados por calles futuras, donde los blocs marcados ya por las aceras de cemento, exhiben aqui y allá los affiches de los especuladores de terrenos: los mercaderes de realidad como se les llama. Esta especie de paisaje produjo en los dos visitantes un enérgico placer. Era algo más que nuevo.
Era lo que está todavía por construir. Cerca de la bahía, un aerodromo con aviones de alquiler. Queria Miss Tumbrige volar sobre la Puerta de Oro? El aire se había tornado de pronto frío, el viento áspero y el agua del estrecho, sobre la ribera del cual se elevaban las formas brumosas del Tamal pais, parecia terriblemente negra y profunda: Dorothy se sintió súbitamente mujer para rehusar con un estremecimiento.
Detrás de una sábana de agua durmiente, donde crecían los juncos, se alzaban un arco de triunfo, columnatas corintias, pórticos. Ruinas bárbaras, grandiosas co.
mo templos sicilianos. faltaban sino los búfalos y la malaria.
II El lunes en la mañana, Ralph salió del Banco un cuarto de hora después de haber eritrado. Dejaba tras él, con un perfecto desapego, no solamente las columnas dóricas del pórtico, sino todo el establecimiento americano de nombre, de espíritu y de propiedad. las enormes balaustradas de cobre, los plafonds artesonados, las mesas desnudas y limpias, ese aspect frío de iglesiu metodista, detrás del cual se acumulan y luchan las cifras y, de todas partes, a todos los pisos, resbalan frenéticamente por los tubos neumáticos, las cajas de cuero conteniendo las notas de servicio, correspondencia y moneda. Abandonaba también sin pena la cara exclusivamente social del director, Mr. Zawison, eficaz y neta a la manera de un cheque, sonriente como una cuenta acreedora. Una de esas carus convencionales tras las cuales son ciertas, sin embargo, lus geniales invenciones químicas y las tul(Pasa a la página 74)