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Amauta 11 el estado social del Perú del coloniaje a conclusiones que contemplan precisamente un aspecto de este fracaso de la empresa colonizadora: Los negros, dice, considerados como mercancía comercial, e importados a la América como máquinas humanas de trabajo debían regar la tierra con el sudor de su frente; pero sin fecundarla, sin dejar frutos provechosos. Es la liquidación constante siempre igual que hace la civilización en la historia de los pueblos: el esclavo es improductivo en el trabajo como lo fué en el Imperio Romano y como lo ha sido en el Perú; y es en el organismo social un cáncer que va corrompiendo los sentimientos y los ideales nacionales. De esta suerte ha desaparecido el esclavo en el Perú, sin dejar los campos cultivados; y después de haberse vengado de la raza blanca, mezclando su sangre con la de ésta, y rebajando en ese contubernio el criterio moral e intelectual, de los que fueron al principio sus crueles amos, y más tarde sus padrinos, sus compañeros y sus hermanos. 3)
La responsabilidad de que se puede acusar hoy al coloniaje, no es la de haber traido una raza inferior este era el reproche esencial de los sociólogos de hace medio siglo. sino la de haber traido con los esclavos, la esclavitud, destinada a fracasar como medio de explotación y organización económicos de la colonia, a la vez que a reforzar un régimen fundado en la conquista y en la fuerza.
El carácter colonial de la agricultura de la costa, que no consigue aún librarse de esta tara, proviene en gran parte del sistema esclavista. El latifundista costeño no ha reclamado nunca, para fecundar sus tierras, hombres sino brazos. Por esto, cuando le faltaron los esclavos negros, les buscó un sucedáneo en los coolies chinos. Esta otra importación típica de un régimen de encomenderos. contrariaba y entrababa como la de los negros la formación regular de una economía liberal congruente con el orden político establecido por la revolución de la independencia. César Ugarte lo reconoce en su estudio ya citado sobre la economía peruana, afirmando resueltamente que la que el Perú necesitaba no era brazos sino hombres. 4)
de su tierra y no ocupaba sino la extensión que podía cul.
tivar. Así fué que en lugar de encomiendas hubo cultivos. en vez de una aristocracia guerrera y agrícola, con timbres de túrbio abolengo real, abolengo cortesano de abyeción y homicidio, se desarrolló una aristocracia de la aptitud que es lo que se llama democracia, una democracia que en sus comienzos no reconoció más preceptos que los del lema francés: libertad, igualdad, fraternidad. Los hombres del norte fueron conquistando la selva virgen, pero no permitían que el general victorioso en la lucha contra los indios se apoderase, a la manera antigua nuestra, hasta dónde alcanza la vista. Las tierras recién conquistadas no quedaban tampoco a merced del soberano para que las repartiese a su arbitrio y creáse nobleza de doble condición moral: lacayuna ante el soberano e insolente y opresora del más débil. En el Norte la República coincidió con el gran movimiento de expansión y la República apartó una buena cantidad de las tierras buenas, creó grandes reservas sustraídas al comercio privado, pero 10 las empleó en crear ducados, ni en premiar servicios patrióticos, sino que las destinó al fomento de la instrucción popular. así, a medida que una población crecía, el aumento del valor de las tierras bastaba para asegurar el servicio de la enseñanza. cada vez que se levantaba una nueva ciudad en medio del desierto no era el régimen de concesión, el régimen de favor el que privaba, sino el remate público de los lotes en que previamente se subdividía el plano de la futura urbe. con la limitación de que una sola persona no pudiera adquirir muchos lotes a la vez. De este sabio, de este justiciero régimen social procede el gran poderio norteamericano. Por no haber procedido en forma semejante, nosotros hemos ido caminando tantas veces para atrás (5)
La feudalidad es, como resulta del juicio de Vasconcelos, la tara que nos dejó el coloniaje. Los países que, después de la Independencia, han conseguido curarse de esa tara son los que han progresado; los que no lo han logrado todavía, son los retardados. Ya hemos visto cómo, a la tara de la feudalidad se juntó la tara del esclavismo.
El español no tenía las condiciones de colonización del anglo sajón. La creación de los EE. UU. se presenta como la obra del pionnier. España después de la epopeya de la conquista no nos mandó casi sino nobles, clérigos y villanos.
Los conquistadores eran de una estirpe heróica; los colonizadores, nó. Se sentían señores, no se sentían pionniers. Los que pensaron que la riqueza del Perú eran sus metales preciosos, convirtieron a la minería, con la práctica de las mitas, en un factor de aniquilainiento del capital humano y de decadencia de la agricultura. En el propio repertorio civilista encontramos tes.
timonios de acusación. Javier Prado escribe que el estado que presenta la agricultura en el virreinato del Perú es del todo lainentable debido al absurdo sistema económico mantenido por los españoles. y que de la despoblación del país era culpable su régimen de explotación. El colonizador, que en vez de establecerse en los campos se estableció en las minas, tenía la sicología del buscador de oro. No era, por consiguiente, un creador de riqueza. Una economía, una sociedad, son la obra de los que colonizan y vivifican la tierra; no de los que precariamente extraen los tesoros de su subsuelo. La historia del tlorecimiento y decadencia de no pocas poblaciones coloniales de la sierra, determinados por el descubrimiento y el abandono de minas prontamente agotadas o relegadas, demuestra ampliamente entre nosotros esta ley histórica.
Tal vez las únicas falanjes de verdaderos colonizadores que nos envió España fueron las misiones de jesuitas y dominicos. Ambas congregaciones, especialmente la de jesuitas, crearon en el Perú varios interesantes núcleos de producción. Los jesuitas asociaron en su empresa los factores religioso, político y económico, nó en la misma me.
dida que en el Paraguay, donde realizaron su más famoso y extenso experimento, pero sí de acuerdo con los mis.
mos principios.
IV EL COLONIZADOR ESPANOL La incapacidad del coloniaje para organizar la economía peruana sobre sus naturales bases agrícolas, se explica por el tipo de colonizador que nos tocó. Mientras en Norte América la colonización depositó los gérmenes de un espíritu y una economía que se plasmaban entonces en Europa y a los cuales pertenecía el porvenir, a la América española trajo los efectos y los métodos de un espíritu y una economia que declinaban ya y a las cuales no pertenecía sino el pasado. Esta tésis puede parecer demasiado simplicista a quienes consideran sólo su aspecto de tésis económica y, superstites, aunque lo ignoren, del viejo escolasticismo retórico, muestran esa falta de aptitud para entender el hecho económico que constituye el defecto capital de nuestros aficionados a la historia. Me complace por esto encontrar en el reciente libro de José Vasconcelos Indología. un juicio que tiene el valor de venir de un pensador a quien no se puede atribuir ni mucho marxismo ni poco hispanismo. Si no hubiese tantas otras causas de orden moral y de orden físico, escribe Vasconcelo. que explican perfectamente el espectáculo aparente.
mente desesperado del enorme progreso de los sajones en el Norte y el lento paso desorientado de los latinos del Sur, sólo la comparación de los dos sistemas, de los dos régimenes de propiedad, bastaria para explicar las razones del contraste. En el Norte no hubo reyes que estuviesen disponiendo de la tierra ajena como de cosa propia. Sin mayor gracia de parte de sus monarcas y más bien en cierto estado de rebelión moral contra el monarca inglés, los colonizadores del norte fueron desarrollando un sistema de propiedd privadı en el cual cada quien pagaba el precio