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AMAUTA 39 DEFENSA INDIGENA Las responsabilidades de la masacre de Huáncané justiciera deberá poner su empeño más allá del filantropismo y más allá de un problema aparentemente racial. El dolor del indio peruano es el dolor del explotado americano, No se cura con inútiles jeremiqueos ni con paños tibios de reformas medias. Se cura, tan sólo, y este es el único remedio definitivo, con la destrucción del sistema que en las propias entrañas lleva el gèrmen del mal. se cambia el actual mecanismo económico o perdura la explotación.
Escojan su deber los que sientan su responsabilidad.
Regresen por el fácil camino del acomodo, los que gustan de los placeres imbéciles o los que atemorizanse con las tareas heroicas. La nueva generación revolucionaria, como Pizarro, conoce que los más no cruzan la raya del esfuerzo.
Pero basta con los menos si éstos son sinceros, si son valientes, si son puros.
Aquellos que sientan hondamente el amor a su tierra, que deseen para la colectividad de que forman parte una etapa menos dolorosa que la presente, que tienen noción de la unidad social de América, que comprenden los peli: gros que acechan y los bienes que podrían conquistarse, están en la obligación de aunarse con la nueva generación revolucionaria.
Palacios, el maestro y luchador argentino, ha dicho estas duras y verdaderas palabras: La generación caduca, conservativa y retrógrada, en cuyas manos se encuentran todavía el destino de América, ha cumplido ya su ciclo y sólo puede estorbar la marcha hacia lo futuro. Se ha embriagado con el poder y estima su Dios al signo que lo produce. Para conquistarlo, adopta la máxima jesuítica de que el fin justifica los medios. Así, en los países pobres, encarcela y destierra a sus adversarios, tildándoles de enemigos de la patria y de las instituciones, mientras pisotea a éstas y entrega la nación al extranjero. Acusación tan ruda, cuya interpretación alusiva no necesita andaderas, marca el camino declinante de la vieja generación.
Debe reemplazarlo esta falange de hombres nuevos que hoy parece obedecer la imprecación ultraterrena de González Prada: viejos a la tumba, jóvenes a la obra.
Sí. Obligación de los espíritus mozos de aunarse para la acción política renovadora. Haya Delatorre, vigoroso espíritu, ha dicho: Trabajadores manuales e intelectuales, forman el frente único de la justicia.
La mejor forma de salvar a la Patria, declaró Manuel Ugarte, es empujarla al porvenir. Hagamos eso nosotros.
Las banderas están desplegadas. La Alianza Popular Revolucionaria Americana, partido continental, condensa todas lasaspiraciones que están gestando el porvenir.
Frente al problema Indígena, que como hemos dicho, es un problema económico, problema campesino, problema de tierra, principalmente, adopta, en líneas generales, el principio de la nacionalización del suelo. Libre de la imposición individual, la tierra para todos, administrada por el Estado socialista, volverá a ser la madre generosa y fecunda de una cultura agrícola, resurgimiento de la admirable cultura de los quechuas.
Ese es el partido, el Frente Unico dentro del que hay que agruparse, el que ha recibido adhesiones tan importante como la de la Unión Latino Americana, La Liga Anti imperialista y que ha merecido elogios de hombres de la talla de Romain Rolland, José Ingenieros, Alfredo Palacios y José Vasconcelos.
Cinco son sus puntos internacionales, que compendian la realidad social americana: acción conjunta de los pueblos de América: 1) por su unidad política; 2) contra el imperialismo yanqui; 3) por la nacionalización de tierras e industrias; 4) por la internacionalización del canal de Panamá y 5) en favor de todos los pueblos oprimidos del mundo.
Han trascurrido tres años, desde el día en que despiadadamente el Mayor de Ejército don Luis Vinatea, derramara la sangre de inocentes indígenas, que no tuvieron más pecado que defenderse de la opresión del gamonal y de eliminar la ignorancia de la raza indígena.
Tres años han trascurrido, desde el día en que el gamonal de la sierra, urdiera en contra de la raza de Manco la mentira de que ella, en estas serranias, se alzaba en contra del Gobierno de Don Augusto Leguía.
Tres años que la mentira triunfadora se abrió paso ante la verdad, quedando establecida como cierta aquella especie, de que los indígenas de Huancané, secundando el plan revolucionario de los Drs. Leguía Martinez y Encinas, se alzaban en armas contra el Régimen.
Tres años que los apóstoles de la raza de bronce, los forjadores del nuevo estado social indígena, se encuentran encerrados en las cárceles, sin encontrar justicia para los inauditos crímenes que se realizaron el año 23.
Durante ese tiempo, voces amigas del indio, se dejaron escuchar en el parlamento y en la prensa nacional y con cariño recordamos al Senador Dr. Andres Miguel Cáceres y al diputado Dr. Plácido Jimenez, que en sus respectivas cámaras pidieron sanción para esos crímenes de lesa civilización y que despues por no sé qué razón secreta o porque influencia poderosa, callaron y ya no atendieron las posteriores gestiones que hiciéramos para descubrir las intrigas que se fraguaban en contra nuestra. Entre los periodistas tenemos que recordar a don Ladislao Meza, que desde las columnas de El Tiempo. condenara los sucesos de Huancané; a don Emilio Castelar y Cobián, que desde las columnas de El Diario Judicial. reprobara indignadamente esos hechos y a don Gustavo Manrique que desde El Siglo. heraldo de los vencidos y defensor de todas las justicias, pusiera en relieve la verdad de las cosas, anatematizando las injusticias cometidas con nosotros.
América inicia una nueva etapa de su historia. Cuna de una nueva cultura, está próxima a una renovación total. La Alianza Popular Revolucionaria Americana es el brazo que gestará la trasformación. El ideal de justicia arraigará en este continente. La humanidad tiene en nosotros un destello de esperanza. Arrojemos a los fariseos de la democracia para realizar en nuestra grande patria común el hogar amoroso donde imperen la felicidad humana y la justicia social.
Somos una generación bendecida con tan enorme responsabilidad. Por lo que no hicieron nuestros padres y por lo que ahorraremos a nuestros hijos, tenemos que triplicar el esfuerzo. Soldados de una guerra santa, tenemos que luchar incansablemente. Para eso hemos renunciado a nuestro bienes materiales, a la comodidad precaria de las satisfacciones exteriores, a la diversión y al descanso. Tenpranamente amargados, tempranamente exigidos por la obra, nos hemos hecho hombres sin haber sido niños.
Acaso no tuviéramos dolor más grande, si, paradojalmente amargados, no sufriéramos también el de emplear la violencia para conseguir la paz. Pero no importa. Anudemos con nuestra voluntad toda pena disolvente de energías. Y, firme la mirada hacia el porvenir, fanáticos de nuestro ideal, çorrando los ojo, ante las espinas que nos hieren, prosigamos el camino, que también es cuestahasta alcanzar la cumbre final.
Integramente con ustedes contra el imperialismo yanqui, por la unidad de los pueblos de Amériea, para la realización de la justicia social.
MANUEL SEOANE.