Individualism

20 AMAUTA deliana para expresar ese recíproco influjo entre las dos culturas generadoras; unas veces es dominante lo incaico y recesivo lo español, otras al contrario. La línea ascendente de aquella ondulación corresponde a la sierra peruana situando el problema sólo dentro de nuestras fronteras históricas.
Pero la Colonia no nos dá todavía al tipo completo del nuevo indio. Este será un fruto del porvenir cuando lo incaico y lo colonial, que para mal nuestro le pesan en el alma, sean completamente modificados al tono de la cultura moderna.
EL CONQUISTADOR LOS ANDES Consumado el descubrimiento de América con la arribada de Colón, el nuevo elemento humano y, con él, su cultura, que desde entonces intervino en nuestros destinos históricos, ingresó en un mundo ya formado en milenios de acción creadora.
América tenía culturas florecientes; por tanto, la naturaleza que servía de escenario tuvo también su valor histórico definido, concreto, ya firmemente constituído. No era una naturaleza muerta, como la tierra vírgen de las selvas que adquiere el valor que le dá su posesor, aquel que la cultiva, la hace producir, en una palabra, aquel que la hace suya para volcar sobre ella su acción. Los Andes, eran un mundo vital valorizado históricamente por el hombre en nuestro caso, por el espíritu incaico. El aluvión europeo se volcó sobre un medio geográfico cultivado, valorizado tanto por el lenguaje como por la acción y los medios productivos. El conquistador tuvo que conformarse en ese medio constituido y tuvo que seguir fatalmente desenvolviendo ese su valor tradicional. Por eso decimos que la conquista es un mero incidente en la historia americana pese a los hispanófobos. Error fuera entonces considerar el percance de la conquista como de punto inicial de una redención civilizadora que no existe propiamente. pese a los hispanófilos en vez de tomar el hecho como el incidente que encauza dos corrientes por una sola dirección, esto es, como la fusión de dos espíritus condenados a convivir y a comprenderse.
Porque la tierra andina fué conquistada por el indio; su lengua la dió nombre; el verbo quechua ya hubo de.
terminado su acción dominadora, la mitologia incaica cubrió las cumbres del Ande de una aureola de leyenda, es decir, le infundió vida. Montañas, llanuras, collados, ríos, plantas, animales, todo tenía su nombre puesto para siempre por la voluntad del indio. Caminos, puentes, agricultura, arte, gobierno, religión, todo se desenvolvió conjuntamente a la conquista del suelo. Dentro de ese mundo verdaderamente nuevo Nuevo Mundo llamaron a la América y valorizado por la acción del indio, nominado por su lenguaje, penetró el conquistador. Qué quedaba para el español? Muy poco sobró para el sustantivo y el verbo castellanos. Si el indio fué sometido al conquistador política y socialmente, el medio, la naturaleza conservó su carácter pretérito y lo conserva hasta ahora. En ello triunfó la historia americana y ello permite aún la producción de una cultura por venir de sello propio.
Dentro de esa naturaleza histórica se sumergió el español, propiamente, no como un conquistador, sino como un huésped; por eso se vió en la necesidad de aprehender la lengua autóctona, es decir, de asimilar el espíritu conexo con el. valor telúrico, porque de lo contrario corría el peligro de perecer; y para crear nuevamente ese mundo americano. ya formado, al menos en sus contornos esenciales, y valorar la naturaleza en su lenguaje y en sus conceptos requería la aptitud sobrehumana y antihistórica de ser un Robinson, no de una isla muerta y sin valor, como fué la imaginada por Crusoe, sino de un continente vivo, formado en milenios de acción humana, fecunda yoriginal.
Esos Andes hisióricos, de valor impuesto por la voluntad del autóctono, por el Verbo de Manco símbolo del creador. envolvieron fatalmente al español, sumergido dentro de sus contornos vitales, permitiéndole formarse una personalidad diversa a la de sus orígenes. Su personalidad racial, ese su individualismo, aquella religiosidad, ese espíritu heroico, todas esas virtudes y defectos que estudia Blanco Fombona, como características del conquistador español del siglo XVI, reaccionan o se desenvuelven de distinto modo ante los incentivos de la tierra hospitalaria y se acrecienta su conciencia ésa que los psicólogos llaman conciencia histórica, creada por la volición que se vuelca sobre lo externo ni más ni menos como la naturaleza de la península española la naturaleza histórica, se entien.
de nutre la conciencia nacional de la raza sin que ésto se comprenda en el sentido darwiniano o de Taine, del predominio del medio, sino sólo en el del influjo del paisaje sobre la actividad creadora de la conciencia, como un motivo y no como un fin. El español que ingresó a los Andes, quemando antes sus velas patrias, cortando así su nexo espiritual, y plantando aquí las bases de su futuro hogar y en el regazo de la india derrama el germen que lo ha de perennizar en la prole, ya no es el mismo de Castilla, de Cataluña, de Andalucía. Su vida nueva pierde el ligamen con su patria, con su tierra maternal al enraizar en otra distinta y entonces se modifica la continuidad interior, es sustituída por los contornos más luminosos y presentes de su nuevo hogar, puesto que toda historia es también ligámen con la tierra donde se vive, tierra que se incorpora al acervo de nuestra emotividad, hondo lastre de toda conciencia. La emoción andina modificó el alma del español. Don Quijote en las Andes, entre horribles despeñaderos, gigantes cabezos, barrancos abruptos, al par que entre hombres de diversa contextura moral a Maese Pedro, a Ginés de Pasamonte y a Princesas, Dueñas y Dulcineas opuestas a las mujeres de la Mancha, entre el Puma y el Amaru, entre la ciclópea muralla incásica, habría tenido sin duda una acción diferente, es decir se habría formado otra personalidad a la que tuvo en los claros y apacibles llanos manchegos. Habría sido un Quijote americano.
Esa pérdida de su interioridad moral que sufre el español entre los Andes fué mayor en nuestra sierra que en parte alguna del dominio de los incas.
Los Andes fueron para el conquistador y para la cultura qne trajo en la sangre y en el alma un escenario totalmente nuevo donde iba a desarrollarse una acción acrecentada en tal forma que donde quiera no se habría desenvuelto con esa grandeza que tuvo sobre las cimas de las montañas americanas. En Europa hubiera sido imposible la epopeya de la conquista con los caracteres que le dan sello entre las demás epopeyas que ha realizado la acción humana. dice Blanco Fombona en El conquistador espa ñol del siglo XVI. La grandeza de la obra española en la obra posesiva y dominadora de las Indias no se debe únicamente a esa audacia aventurera, de pueblo eminentemente actor, como virtud étnica del español, sino, en buena parte, a la magestad del medio donde volcó su dinamismo, ni más ni menos como una personalidad no desenvuelve sus aptitudrs latentes si no recibe enérgicos estímulos externos y lo que realmente vale es el acto. no la potencia. Una naturaleza áspera como la de los Andes es un escenario capaz de desenvolver posibilidades solamente heroicas, pero de héroes solamente americanos. Desde Manco Kjápac hasta Bolívar, los grandes hacedores de nuestra historia son héroes americanos y no más que americarios. Por eso, obscuros aventureros que al permanecer en España no hubieran salido del anónimo, aquí adquieren renombre y perennidad histórica.
Porque solamente eso es historia: acción; y la virtud heroica del conquistador de América, que todos ven, tiene como uno de su dominadores comunes: los Andes. No es un materialismo lo que proclamo. Lo dicho no excluye el impulso creador y, por tanto, libre de la acción humana; sólo que ese impul para hacerse concreto, para realizars necesita volcarse sobre lo externo, que le hace posible en un sentido más que en otro. Pasa a la página 25)