AMAUTA 19 L NU EVO NDIO POR URIEL GARCIA (Ensayos de interpretación histórica)
LA CONQUISTA Uno de los aspectos de nuestra historia que ha sido mal juzgado hasta hoy es el que se refiere a la conquista de América. Más que un acontecimiento político económico, que ensancha los dominios españoles y acrecienta sus tesoros reales, o más que ese criterio demasiado constreñido que valora ese episodio como la redención de la barbarie por la civilización desde el punto de vista europec. viene a ser una tragedia espiritual, un percance que conmueve la contextura moral así de los invasores como de los conquistados desde el punto de vista americano. Porque de ese brusco encuentro de dos culturas diametralmente opuestas nuestra historia se deslizó por otros rumbos y cobró una nueva personalidad.
La conquista representa un proceso psicológico tan hondo que torció a la cultura autóctona por derroteros inusitados, imprevistos y forzosos, es cierto, pero que no por eso la nacionalidad, como valor espiritual, dejó de perder del todo el nexo con el pasado ni su fundamento histórico. Del mismo modo tuvo la virtud de modificar los valores sustantivos de la cultura hispánica, mermándole su integridad originaria merced influjo poderoso de dos elementos de inmensa importancia biológica: la raza y el medio, la cultura de los incas, de una parte, de otra, los Andes, tomados no simplemente como medio geográ.
fico, sino como valor histórico.
Si la cultura incaica sufrió un tremendo viraje en el rumbo de sus destinos históricos y recibió una mezcla exótica en su integridad original, a su vez, la vieja civilización española síntesis de elementos heterogéneos se inyecta de la savia indígena y pierde, así mismo, su vigor histórico; inmerso en un medio geográfico y moral que no era el suyo, se produce de manera distinta a la cultura matriz, por lo menos, en ciertos aspectos especiales.
La conquista y su vástago el coloniaje mejor llamemos el ciclo neo indio son pues episodios de la misma personalidad espiritual, bien que de conciencia más acrecentada, son tránsitos de la misma vida por horizontes más vastos y más nuevos, diversos, sin duda, a los que se hubiera creado por su propio impulso la voluntad incatica al conservar la libertad de su acción.
De donde la historia de la conquista y de toda la época que llamamos neoindia, no puede ser un capítulo o un fragmento de la historia y de la vida española, como es el criterio más corriente. El drama de la esclavitud del indio y de la pérdida de la espontaneidad de su cultura tiere que estar ligado con el proceso histórico que arranca desde milenios atrás, puesto que ni el sujeto ni la cultura autóctonos fueron destruídos más qne en aspectos superficiales.
Aquel episodio de la intromisión española es nuestra propia vida, fracasada en una dirección, orientada hacia otra. Porque la Colonia. como ya se ha dicho, es, en los primeros momentos, la supervivencia del espíritu incaico que se engarzó en las formas de la cultura importada, supervivencia que en cuanto perdura hasta ahora nos mantiene dentro de ese ciclo colonial, tradicional.
Es un error entonces considerar lo colonial como una historia europea; involucrada como en un paréntesis que abarca tres siglos (el tiempo que duró el coloniaje) entre la historia incaica y la republicana. El ciclo neo indio es tan nuestro como lo incaico o lo republicano, porque, al menos, en nuestra sierra, la sangre de los incas y el temple de los Andes le vigoriza y le dá personalidad. Si el conquistador adquirió un nuevo carácter en su contextura moral por aquel influjo humano y telúrico, del que hemos hablado y sobre el que concretaremos más adelante, es na: tural que la cultura haya sufrido iguales modificaciones en su plasticidad espiritual o subjetiva.
No están en lo cierto los hispanistas al llamar prolongación española. cultura española a los trescientos años de la dominación política de España en América. Dónde está España en la cultura neo india? Está en el gobierno, en la mera administración política de los territorìos inccrporados como por accesión, está en los virreyes.
en los corregidores, en los recaudadores de tributos, en toda esa falange de mandones y negociantes, que, todos, cumplido su mandato, se vuelven a la metrópoli con las bolsas llenas. España, son todos aquellos indianos que pasan el mar a pan y agua y lo repasan con los arcones ilenos de barras y lingotes de metales preciosos. España, son los verdugos, como los victimarios de Antequera, como Areche y Matalinares, autores de la muerte ignominiosa de Túpak Amaru, como el mismo Brigadier Pumakjahua en cuanto enemigo del célebre caudillo de Tungasuca o en cuanto jefe de la expedición altoperuana, contra los patriotas argentinos. España, son los condes y marqueses que organizan sus expedientes de servicios a la Corona con la historia de sus maldades y con ello consiguen, a falta de otras mercedes de mayor lucro, un amable abrazo de Felipes y Carlos y una patente de impunidad para explotar al indio. Pero España ya no está en los conquistadores que arraigan en la tierra, toman a la india para formar en ella su prole, hacen su vida en torno al escenario andino; ya no está toda en las altas formas de la cultura que tienen el sello americano, allá más acentuado, aquí más débil, pero siempre revelando la huella del aliento nativo.
Más curioso es el equívoco de los entusiastas del hispanismo y aun de los enemigos del conquistador, al referirse a la Colonia considerándola como fruto de un solo progenitor, el español, quien, en este caso, es tomado como un ente raro y abstracto, incapaz de plasmarse en otros modos de expresión y de constituirse una conciencia y una personalidad diversas a las que tuvo dentro de su propio medio y dentro de su propia historia. Lo que produjo el pensamiento puramente español, sustrayéndose del influjo vernacular, se volvió a España.
Todas las formas de la cultura neoindia artística, ideológica y aun material que recibieron el influjo del espírıtu autóctono tienen que ser tomadas como americanas, puesto que en los nuevos vástagos ampliando lo puramente fisiológico la mitad es de sangre indígena y de la otra mitad hay que considerar aquella parte del conquistador que cobró nuevos valores en el medio americano. Que importa que en un momento dado la continuidad histórica haya sido violentada por una influencia exótica sin duda, ya necesaria en el destino de los incas. puesto que el elemento extraño por razones biológicas, tanto como espirituales, más firmes que los prejuicios, tuvo que seguir el ritmo de la historia andina, so pena de perecer, al igual de las fatales modificaciones que sufrió el incaismo, necesariamente, para pervivir.
Que esa cultura neo india, comparable al medioevo europeo, tiene un ritmo indígena en unas partes más acentuado que en otras, es cierto. Es una ondulación donde la línea que decae representa el mayor influjo hispánico y la consiguiente disminución de lo puramente vernacular, pues tres siglos de régimen colonial fueron nada para una fusión más uniforme y armoniosa. Si no resultase atrevida la comparación, usaríamos del tecnicismo de la herencia men