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AMAUTA 10 LAS DOS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES Es necesario cesar de dar vueltas alrededor del espíri tu y del corazón individuales y de obstinarse en tomar por asalto la muralla de la vida privada. Hay que dejar a un lado, por un tiempo, los casos excepcionales, los soliloquios y los análisis introspectivos, el asunto especial del señor y de la señora Y, del yo y del tú.
Hay que entrar en el dominio de lo colectivo.
Todo nos empuja hacia allí. Primeramente la fatalidad económica e histórica que asigna hoy a lo colectivo un rol creciente y le dá la marca, la forma del porvenir.
Pero no se trata solamente de adaptación a urgentes y grandiosas exigencias sociales.
Hay en este camino un progreso, una adquisición gradual, una creación continua, que no presenta el zapateo del individualismo, el sempiterno volver a empezar personal. esto debe bastar para decidir el camino a seguirse a aquellos hombres que tienen en el corazón y en el espíritu la voluntad de hacer acá abajo un trabajo efectivo.
Es, pues, en este sentido, en el de las relaciones de los hombres entre sí, que el deber ordena orientarnos hoy día.
No caeremos en el extremo de hacer, sea del hombre social, sea de la colectividad, una entidad, una cosa en sí.
Los adversarios sofísticos del marxismo, y aún a veces ciertos marxistas poco hábiles, tienden a transformar el materialismo histórico o económico, en materialismo puro y simple, y a considerar el objetivismo dogmático como un mecanismo cuyas ruedas se mueven fuera de toda influencia individual, de todo factor psicológico. Esto es traicionar el pensamiento de Marx abusando de la palabra materialismo, y desconocer todo lo que tiene de dúctil y viviente el realismo marxista, que merece ser considerado por su amplitud menos como una doctrina que como un nuevo estado de espíritu, un nuevo método de orientación de las fuerzas creadoras, en armonía con la vida y la lógica, la naturaleza y la ciencia.
Si los fenómenos económicos se desarrollaran exclusiva y fatalmente en el plan material, las cosas se harían solas, todas las situaciones establecidas se encontrarían justificadas y no sería sino vana demagogia el inducir a los proletarios a modificar su curso, rompiendo ellos mismos sus cadenas. y es sin embargo esto lo que hay que decirles.
La escuela bernsteiniana se ha hipnotizado con este determinismo estrecho y ha extraído de él una especie de oportunismo socialista que debía fatalmente llevarla a toda suerte de concesiones.
Los fenómenos históricos obedecen a leyes, como todos los fenómenos. Pero ellos no se cumplen automáticamente.
El hombre puede dominarlos como puede dominar los elementos y canalizar los ríos, que están sometidos a leyes físicas. La aventura de los hombres sobre la tierra no es una geometría fatal sino en la medida en que los hombres la ignoran. He ahí la razón de ser de la propaganda, que es una iniciación clara. Yo diría de buena gana para resumir este punto de vista, que debemos considerar al hombre en su carácter de individuo social.
Esta concepción, que a mediados del siglo XIX dió su verdadera sustancia al socialismo, como en otro tiempo Bacon lo había hecho para la ciencia, y, Kant, el gigante de los pensadores, para toda la filosofía, es rica y fecunda.
Elimina la cosa en sí. controla el valor fiduciario de la fórmula y de la tradición, desvanece la superstición y los fantasmas, reemplaza un ideal sentimental y nebuloso, un ideal de cuentos de hadas, por un designio final científico.
Mezcla profundamente lo abstracto y lo concreto. Cuenta con las fuerzas órganicas de la multitud humana. Exalta las potencias naturales. Es la voz y el estremecimiento de un alta marea. Por esto no se puede decir que es mucho más profundamente idealista que las pomposas utopías de los caballeros o apóstoles del ideal verbal.
Tales son las razones por las cuales el hombre honesto, que quiere pensar honestamente, debe arrancarse. al menos para los tiempos que vienen. al culto sin fondo y sin sentido de cada uno, y orientarse hacia la causa de todos.
Nuestro método racional, científico, que aporta sus evidencias brutales y su luminosidad sobre el movimiento histórico actual y sobre todo su cortejo de ideales y de ideas, nos permite ver con claridad y discernir, como lo he dicho, las organizaciones motrices.
En primer lugar encontramos la organización del capitalismo, la de los explotadores de las masas, es decir, la clase dirigente universal, que está ella misma en las manos de una oligarquía de grandes financistas, directores supremos de las coyunturas presentes. La concurrencia y la centralización capitalista que se han ejercitado hasta ahora, han tomado proporciones prodigiosas a consecuencia del progreso industrial, del perfeccionarniento de la maquinaria, del desarrollo de las empresas y de la gravitación de las fortunas y de las empresas privadas las pequeñas absorbidas por las medianas y las medianas por las grandes que los precursores han definido y previsto, tan bien. Esta evolución ha puesto la soberanía terrestre en manos de los norteamericanos, los únicos ricos: llegados a un grado formidable de poder de absorción, se han puesto a colonizar todo lo que es colonizable en nuestro viejo continente. La Bolsa de Nueva York se ha vuelto el polo de atracción y de dirección, de convergencia y de divergencia del movimiento mundial; el centro de la gran máquina que hace marchar todo. Norte América es la imagen misma del capitalismo: progreso material, riqueza torrencial reemplazando todo, pensamiento atrofiado.
Contra la organización de los explotadores, la de los explotados. El proletariado contra el capital. Revolución y Contrarrevolución.
Tales son las dos corrientes fundamentales, profundas, reales.
Todos los movimientos, todas las tendencias que agrupan adherentes, o simplemente bullen en el cerebro del mundo contemporáneo, se relacionan directa o indirectamente con una de estas corrientes contrarias.
Sin duda la lucha es todavía bien desigual. Salvo en Rusia, las fuerzas vivas están del lado del capitalismo: instituciones, leyes, fuerzas del Estado. Asistimos, además, al desenvolvimiento del fascismo, suprema reacción de la reacción, al que, en este resumen general y sucinto, me contentaría con definir: una organización de lucha ofensiva destinada a hacer sucumbir la organización rudimentaria del proletariado, y obtenida por un levantamiento en masa de las clases medias.
El triunfo de los explotados no se deberá a su poder propio, insuficientemente coherente todavía, sino a los resultados desastrosos del sistema triunfante del enriquecimiento individual, o sea la desdicha humana. El orden existente no es ya viable. Está condenado por su hipertrofia misma, por su absurdo origen que se evidencia cada vez más a través de los medios artificiales que lo han mantenido hasta hoy: la violencia y el engaño.
Pues al aparato de coerción de que dispone el capitalismo imperialista reinante, se agrega toda una propaganda ideológica que en él se apoya y que lo apoya. Poseedor de medios de publicidad considerables, de seculares tradiciones, y de un hábito de esclavitud inveterada; utilizando demagógicamente el miedo a lo nuevo y lo desconocido, disfrazando las ideas y los actos de su adversarios, el gran sistema parasitario ha logrado hasta lioy obtener para sí el consentimiento de la gran mayoría de los hombres.
Esta ideología de opresión es extremadamente diversa y multiforme, tan pronto clara, como fingida y disimulada.
De ella se expresa lo esencial en la fórmula corriente: la idea de Orden.
Orden significa aquí: orden establecido y se debe comprender: el sistema de explotación del hombre por el hombre.
Por un juego de palabras, por un verdadero ilusionismo que tiende a hacer pasar lo que es por lo que es normal. gracias a toda especie de escolástica y dialéctica que justifique y refuerce la obra de conservación social, la