BourgeoisieExtremist

22 AMAUTA todos los trajes son diáfanos ahí donde hay expansión de mucosas en calor. Los centros de la composición están desplazados veces el punto de apoyo formal de una figura está localizado con tal evidencia en un botón de cuello o bien en el emplasto pegado a un cuello pustuloso que se desprende de esto una virulencia satírica y una expresión grotesca sin igual; otras veces la imagen inflada y consciente de si misma como si tuviera que soportar un mundo de ideas y de responsabilidades es esencialmente determinada por un factor subsidiario, por un coeficiente exterior, por ejemplo por el cigarro plantado en la boca torcida, boca construída a propósito para hacer surgir ese cigarro en el cual se ha concentrado todo el caracter filisteo y que hace desaparecer y anonada al fumador y su destino.
Se diría que los interiores de Grosz son montados bajo una campana neumática. En la falsa intimidad de cuatro muros, al aire enrarecido reabsorbe el aliento y terrores inconfesados se traicionan aquí y allá por un par de ojos desorbitados o por una mano congestionada. Pero el hábito de vivir sin historias se sobrepone de nuevo a los nervios excitados y la gorda risa burguesa, dura y sonora como un relincho, es el correctivo de toda sospecha metafísica. Muñecas rizadas se dondonean sobre enormes nálgas, en tanto que los representantes de la época, con una rigidez mecánica alzan sus copas en honor de un tiempo que pertenece al dinero. Horribles oficiales de cuello obeso y cráneo de tubérculo mueven sus mandíbulas cuadradas. Mozos de café, lividos, de ojos en forma de puntos, se equilibran sobre sus cuerpos. Un gramofono toca el himno del imperio.
Donde George Grosz pone la mano, descubre una veta de sustancias infernales. No es verdaderamente el humorista ocupado en ridiculizar los defectos y las debilidades de los demás, ni, a pesar de sus actitudes políticas extremistas. que se hacen apenas notar, un anticorrupcionista que quiere reformar la sociedad denunciando sus defectos y sus vicios. Su sátira toma el aire de una concepción religiosa, seria, profunda, terrible, de la naturaleza humana, una concepción que desdeña los términos medios, los compromisos, los estetismos, para avanzar en tierra vírgen, en los campos inexplorados, en el reino de las almas no contaminadas por la infección burguesa. Su odio clarovidente, despiadado adversario de los padres Ubu, esconde y protege un amor inexpresado por la élite Escena de género 015 sin defensa contra los insultos de la mediocridad, por la humanidad asfixiada y envenenada por lo vulgar. Grosz no libra la guerra santa del soldado enregimentado; su lucha es la del franco tirador. Es verdaderamente el enfant perdıl de una gran causa. Se arroja en la pelea y ataca; cada uno de sus golpes vale ciento. Algunos de sus rasgos y de sus toques gráficos, vehementes y concisos hacen el efecto de pedradas o de puñadas. Una agresividad ingénua es su norma constante. con una exuberancia popular, marca la medida del ritmo polémico que brota espontáneo y sincero. como el granuja demasiado malicioso desahoga su subconsciente en imágenes obscenas y en apreciaciones políticas sobre las paredes de las letrinas públicas, como el apache que con sus arranques ilustra de manera épica los muros de su prisión, George Grosz, pintor granuja y apache, en medio de explosiones de gozo y de movimientos de alegría que no pueden contenerse, hace degenerar el buen tono pictórico en puerilidad y pornografía y logra, por este medio, sus mejores realizaciones artísticas.
Los granujas y los descamisados, los primitivos los salvajes, no son absolutamente seres fracasados como los burgueses. Sus manifestaciones de cólera y de voluptuosidad no ofenden a Dios. Del mismo modo, la injurias y las imprecaciones de Grosz que brotan de la sangre generosa en una plenitud dionysiaca, tienen una singular virtud persuasiva. Puesto que el arte de Grosz proviene directamente del fondo místico del alma, sin pasar por alambiques cerebrales, ni por los filtros del resentimiento, encontramos hasta en sus dibujos más feos un reflejo conmovido de la voluptuosidad suave que acompaña el acto de la concepción artística. Más que un procedimiento de crítica social, la destrucción del burgués es para Grosz un rito religioso, la ofrenda del macho cabrio expiatorio a la divinidad ofendida a fin de que apacigue su cólera y haga renacer sobré la tierra la primera grandeza y la belleza antigua.
Como instaurador de una norma social dada, como detentador del poder político, como clase social en suma, el burgués puede ser simpático al igual que el proletario y bajo este aspecto debe resultar indiferente a un arte que se aleja del periodismo. Pero Grosz odia al burgués en si, detesta la especie burguesa raza, tipo biológico y este odio, venido de una capa profunda de la naturaleza humana, sin motivos ostensibles y a despecho de toda causalidad, se diseña sobre un fondo mítico y religioso. La familia es la base del Estado