AMAUTA 18 LA HORA DE AMERICA POR FELIX DEL VALLE II ¿Qué importa a la humanidad que se haya descubierto un nuevo mundo si ese mundo no es realmente otro para el sentido humano de la vida y para la trascendental evolución del mismo? Si América significa un constante traslado de los egoísmos y errores de Europa, solo tiene el descubrimiento, la importancia, para España, de hecho imperecedero, de gran nota geográfica en el concierto universal. para nosotros los americanos del sur, caracteres de una prolongación, de una sucesión, de una ampliación física de la existencia europea, de un medio de que ésta se incruste y perpetúe en carnes americanas. La obra de Colón concluyó con la dominación de España en nuestros territorios, para entrar a ser un singular acontecimiento histórico. Magnas obras aquellas, la del descubrimiento y la de la dominación, enfocadas dentro de la época en que se producían.
Las discusiones sobre si España administró bien o mal como las ridículamente apasionadas, que estallan a menudo, sobre si Colón era español e italiano, me parecen aspectos literarios o adjetivos que nada o muy poco tienen que ver, con la sustantividad de los hechos. Lo cierto, nuestro punto de partida para la acción, ahora, es que allí está América, por España y por Colón, en plena juventud y en plena potencia. Qué hace cuando no es ya de España y vive por su cuenta. Tiene un concepto mejor de la existencia. Ha hecho que los hombres, que el hombre valga más, se sacrifique menos? Nada de eso. Ha seguido ruti Yo creo que si hubiese caído en las manos de los vuestros no habría tenido salvación. Ahora, papá, acabaremos con vos.
Timofei Rodionovich comenzó a injuriar descaradamente a Senka con insultos a la madre y a pegarle en el rostro. Semion Timofeich me mandó fuera del patio. De manera que no puedo, querida madre Eudokia Feodorovna, contaros cómo han muerto a papá, porque no he estado presente.
Después nos han enviado a la ciudad de Novorossijsk.
De esta ciudad se puede contar que a sus espaldas no hay tierra firme, sino solo agua, el Mar Negro. Ahí hemos permanecido hasta mayo en que hemos partido al frente polaco y los hicimos temblar como nada.
Soy vuestro hijo Basilio Timofeich Kurdjukov.
Mamd, cuida de Stiopa y Dios no os abandonará.
Esta es la carta de Kurdjukov. Ni siquiera una palabra ha sido cambiada. Cuando terminé de escribir, él tomó la hoja escrita y se la escondió en el pecho, sobre la carne desnuda. Kurdjukov, le pregunté, cera malo tu padre. Mi padre era un perro, me respondió sombrio. tu madre es mejor. Mi madre puede pasar. Si quieres verla, he aquí nuestra familia.
Me tendió una fotografía maltratada. Estaba ahi la imagen de Timofeich Kurdjukov, un militar de anchas espaldas, con una gorra de servicio y con la barba bien peinada, con los pómulos amplios, inmóvil, la mirada chispeante en ojos sin color ni expresión. Junto a él en un silloncito de junco estaba sentada una campesina muy pequeña con una blusa ancha y un rostro enfermizo de lineamientos claros y tímidos. cerca del muro, sobre el mísero fondo fotográfico provinciano con flores y con palomas, se erguían dos jóvenes, monstruosamente altos, obtusos, de anchas caras, de ojos salientes, petrificados, como estaban durante los ejercicios los dos hermanos Kurdjukov, Feodor y Semion, nariamente, como ya lo he dicho en el artículo anterior, a Europa, en sus contorsiones de guerra y de paz, en sus tratados, en sus compromisos, en sus congresos, en todo lo que se está viendo, es, aquí mismo, en Europa, epidermis, careta, farsa. No creo tampoco que América haya podido prescindir totalmente de Europa. Ello equivaldría a que el individuo se deshaga de la cabeza o del corazón para vivir mejor. Los pueblos como los individuos nacen unos de otros, se ven unos en otros, se corrigen los unos en los otros hasta adquirir personalidad. Amèrica, repito, no ha corregido nada. Se ha visto de cuerpo entero en el espejo de Europa y ha reproducido todos, absolutamente todos, sus ademanes y gestos, sin cendrarlos, separarlos, aprovechando los buenos y eficaces, los susceptibles de ser transplantados, previa operación de análisis que permitiese la adaptación fecunda. Ha sido una infantil existencia de calcomanía la suya.
De ahí el que América se sobreentiende que la del sur ro represente en el concierto del mundo ni una idea política o social, ni tenga volumen o personalidad definida como la tienen ya los Estados Unidos del Norte. es que allí, en los Estados Unidos del Norte, ha predominado la naturaleza propia de la nación. El norteamericano siente en norteamericano y aunque su lengua no sea original, expresa lo que siente, lo que su naturaleza le dicta, lo que su propia capacidad, forjada con todo lo que Europa le ha suministrado, le permite decir. El norteamericano no piensa ni siente como el europeo. Sabe cómo siente y piensa el europeo, nó para pensar y sentir cerradamente como éste, que es el caso de nosotros los americanos del sur, sino para orientarse y saber cómo debe de pensar él. Tal virtud ha hecho la grandeza de los Estados Unidos del Norte.
Sin embargo, esta grandeza presente, actual, creo que es discutible situándola en la perspectiva de los tiempos futuros. Es tan cierta, tan material y tangible ahora como episódica, mirada desde un punto de vista bastante distanciado de la hora que pasa. Los norteamericanos se fijan demasiado en el poder transitorio del dinero, es decir, quieren vivir demasiado a tono con lo que es el poder, casi absoluto, de una época, y lo han conseguido. Pero el dinero no lleva trazas de ser un poder eterno. Si la humanidad evoluciona en otro sentido y el dinero desaparece como poder principal, como Dios terreno, no sé si los norteamericanos sabrían convertirse, alistarse a tiempo para emprender la marcha por caminos para ellos, si no desconoci.
dos, no tomados en cuenta o reputados de ingenuos. aquí, en este endiosamiento del dinero, hay otro gran peligro para los americanos del sur. Tan cerca de nosotros oímos el tintineo de las monedas, el rumor de la fuerza, creada por el oro de los Estados Unidos del Norte, y las ventajas, beneficios y placeres que con aquella se procuran, que a muchos países del sur les preocupa ya la imitación de la América del Norte. Hay que dejar a Europa y tratar de conformarse a la americana. Éste necio y vulgar modo de pensar se encuentra muy difundido en las clases medias de los americanos del sur y el periodista está obligado a recogerla como síntoma, aunque la nieguen literatos y pensadores que generalmente no quieren ver sino su realidad y no la realidad viviente para establecer un a separación entre cómo és, qué es lo que és, valgan estas palabras, y cómo debiera de ser.
Sería otro error que la América del sur siguiese o im tase a los Estados Unidos del Norte, como ha venidos guiendo e imitando a Europa. Mayor error aún. Porqu el americano del sur es radicalmente distinto, de tipo anta gónico, al americano del norte. En todos los órdenes de la vida éste ha producido mejores cosas que nosotros, tan