AMAUTA sar fundamentalmente anacrónico, pues no toda la psiquis del hombre ha evolucionado pari passu que el relativamente rápido progreso de la civilización; por la subconciencia pertenecemos al pasado muy lejano de la especie humana; su modus faciendi está reglado acaso con millones de años de retardo. El lenguaje de lo subconsciente es, pues, nuestro lenguaje básico de fondo, Grundsprache, según la adecuada expresión de Schreber, que recientemente adopta Freud.
Se puede, pues, sentar como ley que el lenguaje o modo de expresión de la subconciencia es esencialmente figurativo y emblemático; las imágenes y los símbolos son para ella lo que las palabras y los conceptos son para la inteligencia. Esto se ve claro en el siguiente ejemplo, que sacamos de nuestro libro de onirogramas: Antes de dormir, pensaba en una utopía de Hamerton, que había leído en el día; se trataba de la fundación de una escuela para el aprendizaje del latín, en una isla italiana, donde se reviviera el clásico idioma, ejercitándolo como habla exclusiva. Al pasar la atención hacia la mala suerte que correría el latín fuera de la isla, es decir, los malos cambios de la elocución de los jóvenes humanistas por la corrupción y acaso por el olvido de la lengua gloriosa al retornar a los colegios modernos el curso del pensamiento consciente fué sustituído y continuado por alucinaciones hipnagógicas que incorporaron las ideas correponientes en la siguiente alegoría: de un surtidor saltan, centrifugas, flores de laurel, cada una de las cuales, al tocar el suelo, es atravesada por una grosera flecha de caña.
Este ejemplo nos indica solamente que el pasaje a la alucinación simbólica constituye un fenómeno de fatiga y una regresión de un modo de pensar difícil a otro de tipo más fácil y primitivo; denota un desplazamiento de la forma abstracta a la forma pictográfica del pensamiento (Silberer. Es una ilustración del modus dicendi de la subconciencia, mas no de la naturaleza del contenido interesado, reprimido, del símbolo. Esto se manifiesta en la siguiente alucinación hipnagógica de un sujeto estudiado, la cual relatamos casi con sus propias, palabras: El psicoanálisis, por la investigación minuciosa de todos los elementos de la vida psíquica del individuo; por la exhumación de todos los secretos que yacen sepultados en las profundidades de su alma, en el reino del olvido; por la destrucción de aquellas resistencias que dividen la actividad afectiva y fomentan el silencioso conflicto interno entre las tendencias subconscientes, hijas de las multimilenarias necesidades puramente animales, y las vallas erigidas por la civilización, que se alzan en el dominio del yo consciente el psicoanálisis, decíamos, haciendo la síntesis del contenido de la psiquis, logra dar armonía y eficiencia a la mentalidad del sujeto en que se practica, dotándole, así, de un carácter adaptado a las condiciones de la vida y poniéndole en las mejores de estas para que pueda gozar de ella en la formamás elevada e integral, según la medida de sus dotes. Esto, en el caso de las personas normales que osan someterse a su técnica; y, de otro lado, curando o, por lo menos, aliviando a las victimas de aquellas enfermedades de la mente que son tributarias de esta clase de cura, es decir, al gran grupo de desórdenes psíquicos que son expresión del conflicto de las fuerzas psicológicas, que tiene por causa inmediata las dificultades de la vida afectiva, regida por el principio del placer, y los problemas morales; desórdenes que motivan la infelicidad de tanta gente que se cree sana o se cree incurable, y de tanta gente que sin tratamiento oportuno termina por ser huésped de los manicomios.
Volvamos ahora a nuestro asunto, a la interpretación de los sueños, que, como hemos dicho, es uno de los procedimientos de la técnica psicoanalítica para el tratamiento de las neurosis y psicosis psicógenas o funcionales, es decir, no orgánicas en su origen inmediato.
Cuentan los biógrafos de Confucio que, cuando el gran filósofo chino visitó la capital del Imperio, pasó mucho tiempo examinando minuciosamente las reliquias de las remotísimas culturas que ahí habían tenido su asiento cuyo origen yace en el olvido, y que en cierta ocasión, después de contemplar prolongadamente las imágenes mitológicas ya borrosas, pintadas en un muro, al ser interrogado acerca de los motivos de tan pacienzuda inquisición, explicó su conducta con estas palabras: Así como usamos la lente para examinar las formas de las cosas, así debemos estudiar el pasado para comprender el presente. Este mismo es el criterio que ha guiado a Freud al proseguir sus investigaciones en el mundo de los sueños. Un ensueño, por sí solo, es indescifrable; es un producto actual que para ser comprendido necesario es buscar su genealogía: el pasado de la vida del soñador es el contexto indispensable para sorprender la clave del inquietante criptograma que el sueño encarna.
El relato del ensueño, escrito inmediatamente después de despertar (antes de que se produzca la elaboración secundaria o sea el inayor enmascaramiento por continuación de la actividad censora de la conciencia. es desintegrado por el analista en sus elementos constitutivos, sirviéndose entoces de cada uno de estos como de un anzuelo para realizar, por asociación, la pesca del mayor número de ideas y recuerdos de lo más hondo de la personalidad, frutos de las experiencias, ideas y sentimientos del pasado, que en realidad son partes que integran formaciones subconscientes, verdaderos manantiales de las fuerzas psicológicas que gobiernan indirectamente la vida del sujeto.
Una vez que con todas las imágenes del sueño se ha agotado la pesca de elementos afines, espontánemente asociados, entonces se hace de suyo reconstitución del drama onírico, revelándose su Leitmotiv, pues con tal sonsaque se ha llevado a la luz de la conciencia lo que actuaba, por decirlo así, tras de bastidores.
La razón de la aparente incoherencia de los sueños radica en que no son productos mentales regidos por las mismas leyes que los de la actividad consciente; tienen otra ló.
gica, diferente de la de la razón; la suya es una lógica irracional, esencialmente primitiva; su arcaísmo corresponde a la mentalidad afectiva, prelógica, de nuestros más salvajes antecesores. Durante los sueños tenemos un modo de penII. Pensando en las palabras que mi abogado debía poner como introito a una solicitud, con la imagen verbal de la palabra introito en la mente, sobrevino el sueño y en él ví la escena siguiente: me llego a una muchacha dándole disculpas por mi audacia, es decir, hago el introito a una aventura galante. El sitio donde se realiza esta escena es precisamente el mismo en que ví, hace dos años, a un conocido abrazando a una mujer en circunstancias en que yo estaba al frente, conversando con la que hoy es mi esposa. Ésta visión fué tan rápida que no duró más tiempo que el necesario para pronunciar la palabra introito, pues estoy casi seguro de que desperté articulando la última sílaba de ella.
Aquí se ve ya claramente la vena hedonística del producto de la represión, aun sin descender al análisis; no sólo se hace gráfica la idea introito, sino que las imágenes que a tal fin concurren se relacionan directamente con la vida erótica del sujeto, que domina durante el sueño por ser regido por el principio del placer; es, pues, una regresión hacia el pasado deleitoso.
Los símbolos de la subconciencia tienen, generalmente, múltiples significados, que con el análisis se pone a descubierto: por eso se dice que son superdeterminados. Por ejemplo, el síntoma histérico o psicasténico, que es una simbolización de la subconciencia, lleva el sello de algo más que del último conflicto que le dio nacimiento; por medio de asociaciones espontáneas, se puede descubrir en él la encarnación de deseos de antigua fecha, de suerte que estas experiencias reprimidas han venido, en cierto modo, acumulando material para el síntoma, que, cuando se hace ostensible, resulta un producto sintético, rico en reminiscencias. En el sueño pasa cosa análoga: muchas de las imáge nes oníricas son producto complicado de la condensación de varios elementos representativos de intenciones ocultas. veces, en lugar de unificarse en un solo símbolo varias determinaciones subconscientes, sucede lo contrario: en varias imágenes o manifestaciones se expresa una sola determinación. este proceso Pfister le dá el nombre de disyección.