AMAUTA La rehabilitación de la interpretación de los sueños POR HONORIO DELOADO Es verdad; pues reprimamos Esta fiera condición, Esta furia, esta ambición, Por si alguna vez soñamos; la experiencia me enseña Que el hombre que vive, sueña Lo que es, hasta dispertar. en el mundo, en conclusión, Todos sueñan lo que son.
Aunque ninguno lo entiende.
CALDERÓN DE LA BARCA: La vida es sueño. Il est facile de dédaigner, il est moins aisé de comprendre; et pourtant, pour le sage véritable, il est pas un dédain qui ne finisse tôt ou tard par se changer en compréhension.
MAETERLINCK: La Sagesse et la Destinée. La mère donne ses enfants un baiser amante sans le savoir.
ALFRED DE VIGNY: Chatterton.
Es tal vez imposible hallar en la historia de los pueblos uno en cuya mentalidad no haya tenido gran arraigo el concepto de que los sueños encarnan una significación de valor para el destino de las personas o la realización de los acontecimientos. Más aún: el curso de la actividad de muchas razas ha sido orientado en gran parte por la interpretación de los sueños; ésta es, pues, responsable de no pocos grandes giros de la evolución de la humanidad. Mas, precisa tener en cuenta que la opinión del mayor número no es digna de confianza, pues casi siempre es determinada más por las necesidades y supersticiones del alma inculta, que por lo que los hechos de la realidad implican. La actitud de espíritu que nace de esta convicción hostil a la creencia alimentada por el vulgo, explica, sin duda, el desprestigio en que ha caído en los tiempos modernos el estudio de los sueños, que otrora fuera la ocupación más elevada de sacerdotes, sabios y reyes. Los hombres de ciencia, en particular, sin descender al análisis de la idea popular y sin ocuparse seriamente en discriminar lo que en ella podía haber de fundado de aquello que es craso trampantojo, son los que con mayor eficacia han contribuído a descalificar la onirocricia como problema digno de atención. Pero no obstante el desdén y hasta la mofa que de esta cuestión han hecho objeto las llamadas gentes de progreso, la fe en el sentido de los sueños no ha sufrido mengua en la conciencia gregaria. Semejante tenacidad de esta creencia dehía obedecer a que hay en ella algo que está en armonía con la verdad de los hechos, confirmando que, como se lee en Le Temple Enseveli, en todo error obstinado se oculta, por lo general, una excelente verdad que está aguardando la hora de su nacimiento. en efecto, en el caso de la onirocricia, llegó ya su hora.
Auspiciada por Sigmund Freud la idea cardinal de que los sueños no son un producto meramente incoherente, ésta ha sido reivindicada al control de la investigacion científica. Ha tenido lugar, pues, la palingenesia de la onirocricia, con el agregado su dignificación y depuración, ya que ahora juega el elevado papel de via regia en la técnica de la psiquiatría. Lo que ayer no más era considerado como vana superstición de la multitud ignara, sirve hoy como rigurosa disciplina que sólo pueden dominar especialistas de atlética cultura psicognóstica.
Los descubrimientos de Freud han puesto en claro los dos aspectos de la creencia vulgar, y, por ende, han explicado la razón de su persistencia y el porqué de su ostracismo en el dominio de la psicología. El sabio profesor de Viena ha constatado que los suelos son productos de la actividad del espíritu regidos por leyes; que mpeñan por consiguiente, una función útil en la economía de la personalidad; y que son pasibles de una interpretación que, en cierto modo, podemos legítimamente llamar objetiva. En esta faz de la cuestión, la ciencia ha confirmado la conjetura secular; pero cuando se trata de saber concretamente qué es lo que ha revelado el análisis psicológico de los sueños, es entonces que los descubrimientos científicos no sólo no concuerdan con las ideas aprioristas, sino que les resultan antagónicos y acaso desilusionadores en demasía. Ha sucedido en esto lo que pasa con frecuencia en otros dominios del conocimiento humano: la ciencia, con su severidad irreverente, ha muerto un ídolo más; ha demostrado que los sucños, en rigor de verdad, no tienen nada de profético para lo externo; no gozan, com) antes se imaginaba, del misterioso e improcedente poder de eludir las leyes de la naturaleza; en una palabra, no son, según Freud, actividades prodigiosas. Sin embargo, es juicioso tomar cum grano salis este absolutismo, ya que el propio Freud acepta, desde hace poco, la existencia de sueños telepáticos. Por nuestra parte, hemos señalado refiriéndonos a las nuevas aportaciones del maestro sobre este aspecto (véase mi reciente libro Sigmund Freud, Lima, 1926. dos casos que no ofrecen dudas en materia de transmisión telepática incorporada en el ensueño. Tal vez llegue también la hora en que los hechos nos obliguen a aceptar los sueños proféticos. Considerando metafísicamente el caso, no es imposible que tal suceda.
Ni el espacio ni el lugar nos permiten hacer una presentación completa de la onirocricia científica que, por lo demás, al mismo Freud apenas le han bastado para conseguirlo varias publicaciones, no obstante de que una de ellas, Die Traumdeutung, cuenta medio millar de páginas. hemos de contentarnos, pues, con sólo presentar esquemáticamente los principales aspectos del magno descubrimiento, que teniendo en cuenta su vinculación con los procesos psicopatológicos es, indudablemente, el de mayor importancia en el momento actual de la historia de la Psicología. No creemos convencer a muchos, pues sólo quien por su propia industria hace la verificación de los principios que presiden al determinismo del proceso onírico, es capaz de tomar conciencia de su exactitud y de su valor; pretendemos, sí, suscitar el interés que estas cosas merecen.
Los conceptos fundamentales del análisis psicológico de los sueños se relacionan harto directamente con el Psicoanálisis, método que, a decir verdad, representa lo que hay de más significativo y eficaz en la medicina mental y que hoy goza de la popularidad anexa al periodo triunfante de las doctrinas científicas. Mas conviene prevenir al lector que, por la alta preparación intelectual y por la sólida honradez que reclama del médico pues por su naturaleza misma excluye la farsa y la simulación del saber. el psicoanálisis, que tampoco puede estar al alcance de todos los enfermos, es objeto de sañudas detracciones; bien se sabe cuán acostumbrados estamos, como dice Goethe, a que los hombres hagan escarnio de lo que no comprenden, a que murmuren de lo bueno y de lo bello que a menudo les es difícil y pesado. Wir sind gewohnt, dass die Menschen verhöhnen, Was sie nicht versteh n, Dass sie vor dem Guten und Schönen, Das ihnen oft beschwerlich ist, murren