AMAUTA MAQUIAVELO MUSSOLINI POR CARLOS SANCHEZ VIAMONTE Con palabras no se castiga al esclavo Proverbio XXIV.
De todos los escritores de política y filosofía que han aportado sus talentos y sus experiencias al acervo intelectual de la civilización, es Maquiavelo quien ha provocado comentarios más apasionados y censuras más violentas.
El juicio de la posteridad ha perdonado a todos los escritores de todas las épocas los actos más escandalosos de una conducta depravada, si han tenido la amabilidad de aparecer en sus escritos condenando los vicios de sus semejantes. Los hechos, aunque más reveladores que las pala: bras de la verdadera naturaleza humana, tienen limitada duración en el tiempo, y cuando no constituyen acontecimientos merecedores de inmortalidad para la historia, se borran de la memoria de los hombres, casi al mismo tiempo que se extingue la vida material de los protagonistas.
El filósofo Séneca ha sido y será siempre maestro de intensa y esquisita cultura, y porque revela en sus escritos las más altas aspiraciones de la virtud, nadie recuerda su obra contingente y odiosa de preceptor y consejero de Nerón.
Maquiavelo no ha sido perdonado ni lo será nunca.
El cinismo de sus expresiones le coloca en la condición de perversidad a que no han llegado los individuos de conducta más excecrable que registran los anales de la tierra.
Esta actitud podría ser expresada en una interesante observación femenina acerca de que en amor todo puede hacerse pero no todo puede decirse. Indudablemente, la humanidad juzga con la gazmoñería de una beata celestina que pretendiese encastillar su virtud en puros remilgues y alharacas.
Para explicar a Maquiavelo, sería menester describir en detalle la sociedad en que vivió, porque la doctrina de este interesante personaje no es otra cosa que la confesión de su siglo y de su pueblo, y basta a este objeto evocar la corte de la Roma pontificia durante el gobierno inícuo de los Borgias, para comprender que, bajo ese régimen de perversidad, todo principio de moral estricta habría sido una estupidez imperdonable.
De esta suerte, juzgando a Maquiavelo por las circunstancias de lugar, de tiempo y de medio social, el asombro y la indignación escandalizada son simples aspavientos declamatorios, y conviene recordar que la historia sólo juzga por las circunstancias de tiempo, de lugar y de medio social.
No se trata, pues, de atacar o defender las teorías de Maquiavelo, pero si es defendible Maquiavelo como expositor de ellas, reflejando la realidad de su pueblo y de aquella época que autorizaba los medios que él pretendió justificar con el fin; en cambio le pertenece como concepción suya, personal y exclusiva, el objeto que con esas doctrinas se propuso, la finalidad perseguida, el sentimiento que inspiraba sus palabras en los momentos de meditación, y que, elevándose por encima de sus pequeños intereses de empleado y de cortesano, se remontaba hasta las regiones de la virtud patriótica.
En sustancia, la ley de Maquiavelo es la eficacia. En política, toda su doctrina podría explicarse diciendo que es el arte de obtener el poder y de conservarlo; en moral individual, el triunfo, a cualquier costa, en la lucha por la vida; en diplomacia, sobreponer los intereses de la patria a los escrúpulos de la conciencia.
Hace dos años, la revista italiana Gerarchia. que dirige Benito Mussolini, publicó el preludio de este autor a una tesis sobre Maquiavelo para justificar al título de Doctor Honoris Causa que le ofrecía la Universidad de Bolonia. La revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en su último número, publica el Preludio a Maquiavelo. traducido por el doctor Mariano de Vedia y Mitre, quien lo recomienda a sus alumnos en la cátedra de derecho político.
Comienza Mussolini recordando que su estudio sobre el famoso florentino le fué sugerido por el mote inciso en una espada que le ofrendaron las legiones negras de Imola. El mote frase del autor, de El Príncipe era: Con palabras no se mantienen los estados. Luego afirma Mussolini que la doctrina de Maquiavelo está viva hoy, después de más de cuatro siglos, y que sus reflexiones pesimistas respecto a los hombres de su tiempo, y particularmente a los italianos, merecen ser aún agravadas en la hora presente.
Mussolini no oculta su desdén hacia sus contemporáneos y compatriotas y en este sentimiento asienta, como Maquiavelo, su posición doctrinaria, que procura dramatizar, refiriéndola directamente a su situación de Jefe del Gobierno, dictador, amo de Italia. Recuerda Mussolini que en el concepto de Maquiavelo El Príncipe. es el Estado y que la Palabra Principe. empleada por él, debe entenderse como Estado. Mussolini se cuida muy bien de afirmar lo contrario. El sabe que en Italia en estos momentos, el Príncipe no es Víctor Manuel III, sino Benito Mussolini, especie de mayordomo de palacio que podría, cuando quisiera, cortar los bigotes de su rey, con la misma facilidad que Pepino el Breve rapó la cabeza del último merovingio.
La identificación del Príncipe. del dictador o del tirano con el Estado, determina el sentido de la frase de Maquiavelo que sugirió a Mussolini el asunto de su tesis, y nos permite la sustitución de la palabra Estados por Príncipes. Dictadores o Tiranos. De esta manera, le quitamos el embozo y, así, cobra mayor fuerza, precisión y realismo: Con palabras no se mantienen los tiranos.
El valor de estas palabras no merece siquiera una bre.
ve disgresión, pero interesa desentrañar el significado positivo y activo de esta frase negativa y pasiva, pero preñada de sugestiones amenazadoras.
Todos sabemos, y nadie ha ignorado nunca, que con palabras no se mantienen los Estados (2. Maquiavelo no se propuso decir una verdad de Pero Grullo y tampoco se lo propusieron las legiones negras de Imola o sus jefes fascistas. El significado del mote lo completa la espada, que proclama con su muda elocuencia: Los tiranos se mantienen por la fuerza de las armas. Evidentemente, eso tampoco es una novedad, como no lo sería esto otro: Los tiranos caen por la fuerza de las armas. Lo primero vale para Mussolini, lo segundo para Pángalos. En efecto: hasta hace muy poco tiempo, Pangalos pudo invocar, como Mussolini aunque con menos sagacidad, sin duda las palabras de Maquiavelo. también palabras, no obstante ser de Maquiavelo! Acaso mañana, cuando caiga, le insulten, o le golpeen con la espada de Imola, dirá Mussolini, como Pángalos. Lo mismo le sucedió a Sócrates. No comprendoʻla importancia que el profesor de Derecho Político. doctor Vedia y Mitre, concede al Preludio de Mussolini, recomendándole a la atencion de los estudiantes de nuestra Facultad. Excepción hecha del concepto del Estado Príncipe, Maquiavelo no se ocupa de De(1) Por ahora, los diarios y los profesores, le llaman Jefe del Gobierno. El día en que caiga, empezarán a llamarle dictador, como de costumbre. 2) La frase de Maquiavelo, presenta una sospechosa semejanza con el proverbio bíblico que dice: Con palabras no se castiga al esclavn.
Prov. XXIV. 2) Sócrates, que nunca ejerció mando alguno, ni aún sobre su posa, la terrible Xantipa.