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AMAUTA 30 LA HORA DE AMERICA Construyamos el futuro americano mirando el presente europeo POR FELIX DEL VALLE Cuando se oye decir que la vieja Europea se derrumba no se piense en una frase que se ha hecho a fuerza de repetirse constantemente. Es exacta, y dedicándose a la observación y el análisis someros de la situación actual, se comprueba mejor. Pero no se crea, por ello, en un cataclismo integral, en una desaparición de la vitalidad animada y siempre fértil de leyes y de instituciones básicas, fundamentales, inextirpables. Lo que acaba, lo que inevitablemente se derrumba es una arquitectura, un decorado social que pugna por mantenerse resistiendo los embates de fuerzas contrarias cada día mayores y más pujantes. No se necesita ser profeta, ni hombre singularmente avisado, ni siquiera hallarse saturado de la intimidad de la política europea que ello exige tiempo y estudio a fin de extraer nociones, interpretaciones, consecuencias propias y originales para vaticinarlo.
Se respira el fracaso en los hombres de la calle, en las cosas, en las conversaciones, en las fluctuaciones económicas, en mil síntomas cuyo secreto origen no es otro que la descomposición del antiguo estado de cosas. Claro es que la política, o, mejor dicho, los políticos, apuntalan el viejo edificio y las luces que ellos, o, las conveniencias de ellos, proyectan hacia afuera no permiten ver las tinieblas interiores. Estando cerca se perciben. Ténganse en cuenta, además, que al llegar a América, las noticias más pesimistas, han sido ya sometidas a múltiples adelgazamientos.
El escritor libre, absolutamente libre, tampoco dispone de medios amplios, de escenarios vastos, para esparcir la verdad, oficialmente disfrazada u oculta. También se halla condicionado por el criterio de los grandes rotativos a que sirve. Pero que la gran batalla capital. trabajo libertad. justicia, se lleva a cabo, más o menos subterráneamente, no cabe dudarlo. Lo acabo de comprobar en los breves días que he permanecido en Francia, donde si bien la lucha es menos visible, se oyen los rumores de Inglaterra y de otras partes del mundo, con más claridad que en esta España rutinaria y conservadora, vuelta de espaldas, quieta y sorda, ante el frenético correr de la humanidad.
Negar la situación sería un crimen. Combatir, sumándose a los criterios viejos de las fuerzas representativas en lucha, no por oscilante, a veces, menos gigantesca que cualesquiera otras batallas históricas, acusaría candorosidad. Son los hechos tan claros que, meros espectadores, estamos obligados a exponerlos a pueblos que pueden forjarse, precisamente por no estar plasmados, una conciencia nueva.
Para empezar a escribir se necesita espacios, cuartillas inmaculadas. En América lo están casi todas. Las pocas que hay escritas, sepultadas ya en la historia, son fácilmente extirpables. Es el momento, pues, de alistarse, de ganar al tiempo, sobretodo en nuestros países. Las razones, las causas, no son oscuras. América ha ido tras la civilización europea como un perro fiel tras de su amo.
Un amo que para su propia utilidad era cordial. Recién se despierta en America una conciencia americana. Puede afirmarse que solo ahora tiene America una idea de si misma. Ya quiere ser.
Tal despertar no es sino el proyecto, lleno de posibilidades, de un camino que aún no está trazado. Cómo debe ser América. Cuál habrá de ser la fisonomía del continente y las facciones de esta fisonomía?
América forma un conjunto hondamente armónico, pero, en la superficie, mas inarmònico que el europeo. Ha habido paso franco para las doctrinas, las maneras, las fórmulas, los medios saludables de la civilización europea.
No ha existido una aduana, una barrera para los defectos que aquellos medios, que aquellas fórmulas y sistemas llevaban consigo. Han crecido, pues, a la par, cualidades y defectos. El fenómeno no podía ser otro, salvadas diferencias sustantivas, que el europeo. El problema de la unión de América, por ahora, es tan difícil como el problema de la unión de Europa. Yo sé que no debería serlo, que en el fondo no hay nada para que lo sea, mas la realidad es esa y americano que no vea tales dificultades es que a priori cierra los ojos para no verlas. Por qué no vamos ahora, que es el momento oportuno, delante de Europa? No es para ganarle la carrera, ni para epatarla. Será para mejorarnos, para comenzar a ser definitivamente, en una palabra para consagrarnos ejemplarmente en el concierto universal. Todo consiste en que no renunciemos a ver, en que no nos encerremos en los eternos prejuicios que alimentan la medrosidad para adelantarse, en que se sacrifiquen vanidades e intereses estériles y perecederos, en que seamos trabajadores y estudiosos y honestos y en que un gran sentido de humanidad sea idea en la cabeza y sentimiento en el corazón.
Siempre se dice que esta misión se halla encomendada a la juventud, pero las juventudes pasan, gritan, eiivejecen, mueren y la misión queda en pié. Es el instante de que la misión se realice. Mañana es mañana y hoy ya es ayer.
Las trabajadores, los hombres de estudio, cuántos dispongan de alientos, viejos y jóvenes, con tal de que tengan el espíritu dispuesto a seguir las rutas de la Verdad y del Bien, son los llamados a la obra. Hasta hoy en América no se ha planteado el problema de América. Se han dicho palabras, se han realizado congresos, hay miles de ideas dispersas, de frases bonitas lanzadas al viento, y de conferencias lucidas en las que el aplauso ponía el punto final en las aspiraciones de sus autores. Todo ello, naturalmente, ha sido casi inútil. América, si se ha visto asi misma ya, no se ha tocado ni se ha palpado aún. Qué ha hecho. Qué piensa hacer de si misma para en: cauzar sus fuerzas inéditas, más numerosas y vigorosas que las que ya han salido a la superficie y han estallado?
Repárese en que son las fuerzas agotadas allá las mismas que van produciendo la caducidad de Europa. América, espejo y reflejo de la civilización europea. observa la dolorosa y profunda experiencia. Hay un solo hombre de los allí denominados de autoridad y de estudio que haya sentido, no expresado, la urgencia de trazar un rumbo americano, de planear, para vivirla, una vida americana, de anticipar realizaciones que mañana cuando vengan impuestas por la fuerza de las circunstancias, no signifiquen luchas, pérdidas de todo orden, dolores, en suma, retroceso, malestar, desfalco al progreso verdadero y robo a la real y efectiva felicidad de los pueblos?
No se vea en mis líneas crítica a personas o gobiernos determinados. Soy enemigo de inculpar a los gober nantes faltas que nos alcanzan a todos. Al contrario, mucho han hecho algunos por la prosperidad de su país, se les llame dictadores o tiranos, y eso, en día de generosa serenidad, habrá que reconocerlo.
Yo me refiero a algo mas trascendental y profundo, que escapa a las manos fatigadas de los hombres de estado y a las de una cualquiera señalada fracción o grupo; a algo plural que está más allá de la política y por encima de ella, a necesidades vitales, sustanciales, actuales, del organismo americano.
Las personas, en cierto modo, no valen nada: está visto que a una se le sustituye con otra y si fuese de dis