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AMAUTA 29 NOTA POLEMICA La procesión de los Milagros por Quispez Asín No necesito casi declarar mi desacuerdo con la tesis que saca César Falcón de este balance del conflicto minero. Pero debo, de toda suerte, contestar enseguida sus proposiciones. Por muchos títulos, el pensamiento de Falcón tiene tribuna propia en esta revista. No recordare el que nace de nuestra antigua y fraterna amistad. Falcón y yo somos, casi desde las primeras jornadas de nuestra experiencia periodística, combatientes de la misma batalla histórica. Además, su sinceridad absoluta, sul fina y sagaz inteligencia, y, sobre todo, su autonomía de todo interés de clan o de casta, le dan derecho a ser oído por los hombres de espíritu renovador, hasta cuando el criticismo, que lo caracteriza un poco como intelectual, lo conduce a las más bizarras y audaces especulaciones teoréticas. No he fundado Aman.
ta para imponer un programa ni un criterio sino para elaborarlos, con el aporte de todos los hombres dignos de participar en esta empresa. Esta es una revista de debate doctrinal y de definición ideológica que se propone allegar y ordenar los elementos de un ideario más bien de un programa. Traigo mis puntos de vista. ya bastante notorios, pues no disimulo ni escamoteo mi posición pero quiero confrontarlos con los puntos de vista afines o próximos.
El cuadro que Falcón nos ofrece del conflicto minero es un cuadro objetivo. Pero no lo son sus conclusiones. Fulcón, después de encontrar insuficientemente demostrada por los obreros la capacidad del Estado para administrar las minas, acaba proclamando la necesidad de nacionalizarlas.
La economía de Inglaterra reposa, principalmente, en la industria carbonera.
El Estado no puede abandonar en manos de los particulares su gestión, desde el momento en que resultan incapaces de asegurar su funcionamiento eficiente. Falcón registra este hecho, sin atenuaciones, apreciando cabal y precisamente su trascendencia. Mas no quiere que se hable de nacionalización sino respecto del problema especifico de las minas. El error de los obreros está, a su juicio, en su empeño de proponer la nacionalización en el nombre de la doctrina socialista, en vez de sostenerla en nombre del interés concreto y tangible de la economía inglesa.
No mira Falcón a un hecho que le explicaría claramente porque la idea de la nacionalización aparece natural y espontáneamente en el programa socialista y no en otro programa. Este hecho es, sencillamente, la imposibilidad nacional o social de que subsista la gestión privada de la industria carbonera. Desde el instante en que la gestión privada, esto es capitalista de la industria carbonera, ha empezado a mostrarse impotente para manejarla de acuerdo con el interés colectivo, se ha constatado en Inglaterra nó una crisis específica y exclusiva de las empresas mineras sino una crisis general del sistema capitalista, y de la economia liberal.
La fórmula de la nacionalización no ha sido encontrada por un técnico agnóstico, de esos que Falcón, con una concepción abstracta del Estado, incompatible con el realismo de un hombre que viene de la escuela socialista, quisiera en el gobierno. La preconizan los obreros porque son las únicos que pueden preconizarla. los argumentos que emplean para esto son, justamente, los que deben emplear.
Falcón olvida que el Estado demo liberal es el órgan de la clase capitalista. Su revisionismo lo mueve a precindir de la existencia o la realidad de las clases y más aún de su conflicto. El afán de considerar y exaininar, particular y concretamente, el conflicto minero, lo lleva a separarlo y distinguirlo del conflicto entre capitalismo y socialismo. Tanto se ha hablado de clases y de lucha de clases. que Falcón, por reacción contra la jerga marxista, parece eludir sus términos y hasta los hechos que designan.
El propio Falcón, sin embargo, reconoce que el Estado también tiene sus principios y estos principios, ninguno de los cuales le predispone a incautarse de las minas, son el primer obstáculo para la racionalización y agregu qne. los técnicos del Estado, y con ellos es indispensable contar, no encuentran todavía entre sus ideas la de de la nacionalización de las minas.
El Estado, pues, no es neutro, como Falcón necesitaria que fuese, para que su tesis se apoyara en la realidad; el Estado se atiene a sus principios y nó a los hechos; el Estado representa un sistema y una doctrina que no aceptan sino por fuerza un concepto o, mejor, un procedimiento que les sea extraño. Falcón quiere la socialización, de un ſobierno capitalista expresión histórica de una economía liberal y una filosofía individualista cuyo postulado cardinal es la libre concurrencia más bien que de un gobierno socialista, porque en este último caso le parecería sospechosa de sectarismo y principismo. La especulación teorética lo lleva, sin que se dé cuenta, a fare conti senza lloste como se die en italiano. El únoste es aquí el Estado capitalistu.
El problema está, nos dice, en convencer al pals de la conveniencia pública de nacionalizar las minas. Bien.
Pero en convencer al país de ésto, no tienen interés alguno los capitalistas. Los únicos que, por razones de ideal, de interés, etc. se esfuerzan por lograrlo son los laboristas.
Solamente con ellos. o sea con el socialismo, llegaría al gobierno una fuerza convencida y decidida a actuar la nacionalización. Falcón apela a la opinión, al país. Pero la opinión, el país, se organizan y manifiestan en partidos, vale decir en programas y teorías. Las últimas elecciones dieron la mayoría al partido conservador que, como es evidente, no tiene ninguna intención de socializar las minas porque Falcón lo confirma ninguno de sus principios lo predispone a este acto. JOSÉ CARLOS MARIATECUL