AMAUTA 28 E Todo estaba perfecto en este marco: nes a la industria. El argumento, sin embargo, es perfectamente falaz. Si los contribuyentes sostienen los altos salarios de los mineros, no les hacen a estos ningún favor, sino se lo hacen a ellos mismos. En primer lugar: los altos salarios de los mineros significan mayor consumo y, consecuentemente, utilidad para el conjunto de los contribuyentes; en segundo lugar: si los mineros no desempeñan, pagados y controlados por la comunidad, una función social, pueden, en uso de su derecho, recurrir a la huelga cuando les venga en gana o cuando la crean útil para defender sus aspiraciones y, en consecuencia, infligirles una pérdida formidable a los contribuyentes; y, en tercer lugar, si el carbón ha llegado a ser una necesidad nacional, el Estado debe hacer de la minería un servicio público, como el de correos y pagarlo sin tener en cuenta el negocio, sino la utilidad.
La prueba de la falacia del argumento la tenemos hoy en niùmeros. Los contribuyentes han perdido cuatrocientos millones de libras por no haberse gastado veinte en la minería. Las subvenciones del año pasado no le han quitado un céntimo a nadie. El año próximo, por haber defendido celosamente este año el gobierno el dinero de los contribuyentes, se recargarán las contribuciones y todo el mur.
do lo sentirá en el bolsillo.
Pero mientras no haya quien lo explique leal y sensatamente, los contribuyentes, aunque les cueste el dinero, no entenderán bien el problema. Según afirman los patrones, la organización actual de la mineria británica es la mejor del mundo y muchos hombres sencillos lo creen.
Perfecto pero estrecho!
sin una risa ni un llorar.
Pasé de largo, así: pasé de largo, sin voltear. Todo estaba preciso en este círculo: jah. Preciso pero inmóvil y sin brillol Volví mis pasos, Ju lute volví mis pasos hacia atrás!
EDIL. ZULETA DE ALIAGA.
LA PROPOSICIÓN LLOYD GEORGE LAS ROYALTIES El mejor método para formar conciencia popular sobre la nacionalización de las minas, como para toda reforma profunda del organismo social, es ir demostrando, y experimentando, su conveniencia con hechos. En la reciente disputa se ha olvidado con frecuencia uno de los puntos más importantes del problema minero: el de las royalties Solo los leaders de la Federación lo han señalado con un propósito de propaganda. Los patrones y demás comprometidos en la industria se lo han callado, entre otras razones, porque es indefendible, no ya ante las teorías socialistas, sino ante las propias teorías capitalistas.
Las royalties son el canon cobrado por los propietarios de las tierras donde están ubicadas las minas. Estos propietarios cobran una buena cantidad de libras al año.
Las royalties del duque de Northumberland representan al rededor de setenta mil libras anuales y las del Marques de Bute algo así como ciento veinte mil.
El derecho de los propietarios de la tierra proviene de concesiones territoriales hechas, no a ellos, sino a sus antepasados, en algunos ejemplos muy remotos, por el rey.
Los actuales propietarios de las tierras solo han tenido el trabajo de héredarlas. Ellos no han hecho nada ni gastado un céntimo en las minas. Cuando se ha descubierto una mina en sus tierras, se ha formado una compañía para explotarla, y esta compañía y los obreros son quienes han hecho todos los gastos, todos los esfuerzos, todos los sacrificios y todo el derroché de abnegación y de inteligencia para crear la industria minera. Los propietarios de las tierras se han limitado y se limitan a cobrar millones de libras por rðyalties. y en no pocos casos, en el mismo terreno bajo el cual, a mil pies de profundidad, trabajan los mineros, tienen ellos sus magníficos hoteles y sus campos de caza y de recreo.
Como se ve, este no es un aspecto socialista ni capitalista. Es sencillamente un insoportable rezago feudal.
Mientras las compañías y los obreros y todo el país con ellos, sufren los estragos de la crisis, unos cuantos señores, nada más sino por haber heredado tierras, recogen millones de libras.
La reforma de la industria necesita comenzar indispensablemente por la nacionalización de las royalties. En tanto las royalties sigan pagándose a particulares, la industria sufrirá la tara de este profundo defecto económico y de esta terrible injusticia.
Pero la adopción de una medida semejante, entendida como principio de la nacionalización gradual de la industria, solo puede adoptarla un gobierno independiente, sin compromiso ninguno con los intereses en lucha. Un gobierno nacional de veras. El gobierno de ahora, controlado por los más recalcitrantes conservadores, no ha querido ni ha podido emprenderla.
Cuando se planteó el conflicto, era en junio del año pasado, el gobierno, cogido de sorpresa por la amenaza de huelga, acordó subvencionar a la minería a fin de conservar el tipo de salario vigente entonces y nombrar una comisión dictaminadora sobre los medios necesarios pera resolver la crisis. Esta comisión, presidida por sir Herbert Samuel, entregó su informe en febrero de este año. Un inforine bien meditado y docuinentado en el cual, entre mu chas otras medidas muy atinadas o justas, se proponía la nacionalización de las royalties.
Ya se conoce cuantos tumbos ha dado el informe has ta la huelga general del uno de mayo donde terminó definitivamente. Patronos y obreros lo aceptaron en parte, hasta donde les convenía, y el gobierno, a pesar de haberlo aceptado integra y públicainente, se limitó a presenciar la disputa y a intervenir innumerables veces para reconciliar a los contendientes, aunque ya se veía la imposibilidad de reconciliarlos.
Pero el gobierno no podía hacer otra cosa. Porque es un gobierno de clase doctrinariamente comprometido en la disputa y dominado por los patronos. Si no hubiera sido åsí, despues del fracaso de sus primeras tentativas, cuando se hizo patente la irreductibilidad de patronos y obreros. habría aplicado por ley el informe de la comisión. Este era el camino recto. Él país se habría gastado veinte inillones de libras en lograr el informe y, ante la obstrucción de patronos y obreros, tenía derecho a servirse de su parlamento para aplicarlo. Más aún cuando el informe. es la proposición de arreglo más equitativa y serena conseguida hasta la fecha. Lloyd George ha sostenido constantemente este punto de vista y sigue teniendo razón.
Su falla le está costando al gobierno una serie de de rrotas en las elecciones parciales y le costará, tal vez, la derrota definitiva en las próximas elecciones generales. Pero esta es ya otra parte del pleito. La parte política. Aquí solo se ha tratado la parte económica.
Londres CESAR FALCON