24 AMAUTA Z H R ς Ruido de mar tempestuoso. Derrumbe de montañas pedregosas.
La multitud.
Desde mi balcón.
Empedrado de cabezas sobre el esfalto.
Manchas rojas flotantes.
Clamor. Cantos. Palmadas.
Vigorosa visión de lo invulnerable.
Una rosa roja se me abre como granada en el pecho.
También yo necesito gritar, cantar, ir en la multitud.
Cojo el sombrero y bajo las escaleras precipitadamente.
Me incorporo en la multitud.
Nos descubrimos todos: Novia mía: mi beso te tropieza en el doblez de todos mis caminos.
Me veía tu lágrima tomar billete hacia los cuatro vientos cardinales, los ojos populosos. de ciudades, el corazón tascando mis laureles.
Arriba los pobres del mundo, de pié los esclavos sin pan.
Tu mano recogía la huella iluminada de mis pasos.
Tu dedo era el palo mayor de mi fragata, tu beso hilaba la seda de mi casaca roja de pirata.
Niñera de mis sueños, del arca de tus manos vuela mi esperanza, paloma ataviada de mensajes.
Llegamos a una plaza. Aquí se alza un monumento inútil.
Si sirve de tribuna será útil.
Me abro paso entre los compañeros apretados, difícilmente, con energía.
Me encaramo.
Compañeros. Todos están pendientes de mis palabras. Yo siento que digo la verdad. Yo siento que me reivindico. Yo siento que se destrenza el nudo. Digo palabras como si lanzara pedradas. ratos me parece asestar el golpe definitivo a la sociedad burguesa.
Me interrumpen los aplausos. Hago un gesto deses perado para acallarlos. reanudo el hilo. Me falta voz para gritar más alto la verdad, Me falta energía para meterles más hondo a los compañeros la verdad.
Termino. La multitud aplaude estruendosamente. Rilido de mar tempestuoso, derrumbe de montañas pedregusas.
La multitud sigue. Adelante!
Al pie del monumento miro cómo se aleja.
Un discurso. Como si esto fuera bastante. Me parece haber mentido?
Ser. Sí. Ser.
Al retirarme con paso que zigzaguea veo la línea sinuosa de mi vida.
Desde lejos el ruido de mar tempestuoso, derrumbe de piedras, algo atado para mis manos para siempre.
Ser.
Regreso, apresurando el paso.
Me confundo con la multitud.
Soy. Soy.
Parte, átomo de la esencia. Todo compacto en el que no me distingo.
Esto que me despeina como ráfagas es una bandera roja.
Soy. Adelante. Todos. UNO.
En tu pecho de azúcar murmuran dos vertientes encerradas.
Mi beso será la hoz en tu cosecha de niños y de pájaros.
Tus azahares, las primaveras que te traiga, avasalladas de triunfos y navíos, el maletín de mis 30 años.
Te velo desposada, la canción de una cuna que mecen tus ojos angeles pascuales.
Novia mía, surco de las Americas que descubrirá la carabela de mi abrazo México, 1926.
ALBERTO GUILLEN