AMAUTA 23 ATADO MIS MANOS POR JACOBO HURWITZ los compañeros de la ¿Es noche. Es día?
Este abigarramiento de gente ociosa ¿no es igual de día?
Gente burguesa.
Pero es noche. Ahí están los fanales que han roto de un recio picotazo la oscuridad. Ahora se vé al través el claror de la ciudad. los autos tienen encendidos sus ojos de lechuza, y llevan al aire, atrás, heridita roja, hemorrágica, que lame el esfalto con su hilo de sangre la concavidad de las vitrinas, pequeñas grutas iluminadas, está ensayando retener las miradas.
Hace mucho rato, muchas noches, hace muchos días que me estoy preguntando qué animales tienen así los ojos en un marco negro al carbón. Estos ojos de mujeres al pasar me miran por las ventanas de un mundo distinto.
Qué extraño es todo ésto.
Esto está oscuro. Si. Esto está oscuro. Esta clari dad de la ciudad es más negra que la noche legítina.
La luz eléctrica se ha inventado para mañana. yo. soy yo mismo. me he sumado a esta vida inverosímil. Cuantos van?. uno. dos. tres. cuatro. cinco. seis. seis. seis meses y medio. YO. Soi yo, yo mismo, el que acaba de vivir seis meses como un idiota, el que abandonó la bohemia revolucionaria?
Sí, yo mismo.
Pero. por qué?
Sareia. Quien es Sarela. què olía Sarela. Qué podía Sarela?
Desgraciado. Eran los ojos, eran las piernas, eran los senos, era la boca.
Era todo, menos Sarela. Sarela estaba enterrada en lo más hondo de su conciencia amortiguada. Sarela había muerto. Yo amaba a una mujer que había sido. Después encontré en un burdel a una Sarela con otro nombre. era la misma sensación de abismo entre sus piernas en ángulo. Cuándo fué?
Cómo voy a recordar.
Un día pensé en la bohemia revolucionaria, aquel grupo dinámico.¿Volver? Me dió vergüenza. Vergüenza. Acaso estoy bien aquí. No tengo ya el derecho de ser yo mismo. El error crea acaso el deber de persistir en el error?
Recuerdos. Ahora estallan mis labios. Maldita ciudad!
En esta puerta iluminada. Una sombra que yo quisiera niirar con los ojos. Soy yo. Como Sarela. Algo del pasado. En qué profundidad pavorosa está esto que me angustia, que me densa la posibilidad de alegría?
Qué deformidad me verán los compañeros. Ir allá!
Paso a paso: Temor Vergiienza Angustia DolorTristeza. Nostalgia.
Si esta calle se prolongara eternamente antes de llegar.
Si me anulara en el camino.
Si me disolviera en sombra en las penumbras de estas calles apartadas.
Una, dos, tres, cuatro, cinco.
Una, dos, tres, cuatro.
Una, dos, tres.
Una, dos.
Si estuviera sólɔ, para llorar esta amargura.
Si algún regazo de hermana supiera mi angustia.
Si pudiera romper este nudo apretado.
Si esto no fuera verdad.
Una.
Cómo está triste la calle por mi larga ausencia. Por mi ausencia? La ironía me castiga como un filo que me atravesase la conciencia. Estaré loco? Tengo ganas de reir, de reir a carcajadas aquí en medio de la calle, y atacar a puñetazos los cristales del primer auto.
La esquina. falta media cuadra. está iluminada la ventana. Me parece oir las voces de los compañeros, me parece distinguirlas.
Me he detenido en la esquina. Cobarde!
Llego a la puerta. La misma puerta.
Cobarde.
El umbral del departamento. Estoy en el quicio de la puerta.
Criarenta ojos me miran asombrados, estupefactos.
Veinte bocas mudas yo estoy mudo.
Densidad impenetrable. uno que reía se le ha paralizado la mueca sobre la cara. otro la última palabra le ha dejado la boca entreabierta. Quien tiene el brazo en alto de haber gesticulado.
Quien.
Bájo la mirada. Se me ha clavado fuertemente en el suelo. No puedo arrancarla. Quiero murmurar y ni siquiera se mueven mis labios. Siento una cosa que se desliza sobre mis mejillas. Estoy llorando? Veo caer una gota.
Estoy llorando.
Hago un esfuerzo desesperado: dando las espaldas como algo terriblemente definitivo me voy hacia la calle paso apaso con el nudo tremendo que me estrangula.
Un mano agarra fuertemente mi brazo.
Mis labios dicen, con emoción, temblorosos: Compañero. él me responde: Entra. yo le digo: Te veré mañana. me voy por la calle larga. en mis labios tiembla re petidamente: Compañeros. Compañeros. Compañeros.
Lo sé pero no lo veo: el rio Waychaka abajo de la lomada.
Más allá un cerro, que trepa y trepa, formando combas y sobre las combas muchos cuadrados, rectángulos, trapecios y poligonos amarillos, sepias y verdes; grupos dispersos de eucaliptos, enhiestos al lado de casas campesinas; caminos bordeados de pencas que en quengos trepan, bajan, cortan, se tuercen, se paran junto a una choza y siguen.
Una quebrada separa este cerro de otro abrupto sin sementeras.
Sobre los dos, tierras con rastrojos de recientes cosechas.
Más arriba la cresteria basåltica de los Andes.
En el arriba definitivo: un denso tejido de nubes aceradas, plomizas y blancas, por el cual se cierne el Sol.
Mientras hago este inventario, el sol juega como muchacho: dora a ratos el umbral de mi balcón, a otros ratos las casas, los sauces y los rastrojos próximos y a otros dando saltos abrillanta los cerros de la otra banda.
Esto es lo que viene a mí del Universo, en esta hora, al través de mi balcón.
Los alcanfores orquestan esta siesta; un gallo, un perro, un buey y un yucro, que no sé donde están, hacen de solistas.
Mi balcón tiene uua baranda cubista roja con rodeYo, a dos metros de la baranda, miro, oigo y escribo sobre una mesa absurda. después de todo esto no siento sino un deseo agudo de ser como la baranda de mi balcon. las grises.
Trujillo, 1926.