AMAUTA 20 decedoras de amplias sinfonías, brama y ruge entre los picachos, se desliza lento y suave en las pampas, melodiza y tañe entre las gramas de las moyas. él se acogen los patos trigueños de plumajes tornasolados. Las parihuanas y los íbices fraternizan a sus márgenes engullendo el limo grasoso. Sus aguas no se utilizan para regadío. Pasan veloces hasta las hondonadas de los valles y más allá a sumirse en el caudal marino. Abajo es la providencia. Entre los hielos una lágrima de metafísico brillor.
Vamos a protestar en forma rotunda. El indio es la bestia del Ande. ha sido el constructor de una de las civilizaciones, o mejor, de una de las culturas, más humanas y de más profunda proyección sicológica. Cayendo bajo la garra de España, el español le ha contagiado sus defectos sin dejarle sus virtudes. Le vilipendia hoy el mestizo, el blanco y el indio alzado en cacique. Esta extorsión no tiene ningún objeto progresivo. El indio es, por ahora, y en la hacienda, retardatario y ocioso; el blanco no lo es menos.
Hay descendientes de español que poseen dos siglos, vastos latifundios, y no han llevado un tractor, un automóvil, algo que revele espíritu de progreso. El indio es ocioso; el gamonal, además de ocioso, es ladrón, fatuo e ignorante.
Nada le lleva entre manos, sino el alcohol para degenerarlo y el rebenque para humillarlo. Ninguna escuela. Ni aún escuela de frailes que es, en el Ande, escuela de achatamiento, donde se le hace comprender la SUPERIORIDAD del niñito. Ni el gobierno. El gobierno es el mayor gamonal de la sierra, y a él se afilian los menores gamonales para tejer la impenetrable malla del centralismo limeño. Mientras tanto, el indio que es un hombre superior en mucho al mestizo politiquero y banal perece en los llanos del Ande sin una esperanza de regeneración. Pero estos levantamientos son el anuncio de uno mayor que cundirá con proporciones dantescas fuego que haya llegado el dolor a sus límites, para imponer, por vez primera, un poco de justicia social y económica en los territorios de este vasto país de los inkas, el cual. así debe conocerse en América es uno de los que tiene mayores injusticias que remediar y más campos que sembrar. Es pues, forzoso reconocer que estos llanos del Titikaka engendran buen número de anarquistas. Pero, que todo ello cuaje en beneficio de una revolución humana, pues no hay que olvidar que cuando se nace en tierra israelita ha de ser para expandir sobre el planeta un nuevo concepto de justicia y ya no moral sino biológico.
trador, disminuye el fiambre de los chacareros, estudia un aumento de sueldo al abogado y ordena la prudente distribución de lechones entre la gente de pro.
Vuelve a Puno. Promete secretarías, subprefecturas, porterías, becas, subvenciones, títulos acadèmicos, lleva consigo dos o tres muchachos pobres cuya mentalidad sea una esperanza para la patria y, para comprobar la parábola de su actividad política, ofrece un pilón para la plaza equis y una subvención, del cincuenta por ciento de sus honorarios, para las sociedades obreras. así, grave, onomatopéyico, ventrudo, retorna a la Capital. El presidensu amigo y cofrade, le guarda un ministerio. La sombra del Gamonal en la provincia toma entonces proporciones fantásticas. Allá su vida pasa de antesala en antesala, del al comedor de un ininterrumpido banquete, hasta que un buen día se le revienta el abdomen y el Ilustrísimo arzobispo de la arquidiócesis le canta un responso en do mayor. Su periódico de la provincia se enluta, las condolencias son generales, cívicas. El Administrador de la Hacienda está desorientado, pero a fijas íntimas sabe cómo vá a proceder: el ganado será arreado a buena distancia, y luego. El prefecto sufre un ataque cardiaco. los secrétarios profesionales se les vuela el apetito; pero el indio, en la Cárcel, se sonríe: acaso este feliz coincidencia sea el origen de su transfiguración!
En verdad los profundos secretos de la cosa pública han sufrido una interrupción penosa. Hay que hacer nueva máquina. El gamonal, personalidad impulsiva, una formidable capacidad intrigante, hombre de rápidas determinaciones, ambición inagotable y gran estampa teatral: vientre bello como la giba del monte, dentadura como las muelas del molino, ha pasado y definitivamente, por las perspectivas del poblacho provinciano, dejando la certidumbre de una ausencia opilante. Nadie podrá continuarle. Ha reinado con derecho divino. Nació para mandar y todos le han obedecido. Sus extensas propiedades se repartirán entre sus nulos descendientes. Las tierras tendrán un nuevo propietario y una vez más se alejará la esperanza del indio de volver a la posesión de sus heredades. Para el departamento comienza una nueva vida.
Ya nadie sabe lo que vendrá después.
Puno.
Monta el señor en brioso caballo de montura de caja, enchapada de plata y se dirige a visitar sus dominios.
El gamonal es buen ejemplo de sentido decorativo barroco.
Lleva finísimo sombrero (el más caro para el caso) poncho de vicuña con guardas de seda, bufanda del mismo material finamente tejido, botas de charol y arcaicas espuelas roncadoras (de oro. Nada ha evolucionado. Es el tipo del colonizador nubiano, religioso y fanático, torpe y ambicioso. Recogerá, instado por el temor de las habladurías, a todos sus hijos habidos en vientres de indias para mandarlos a la Capital de la República, a los colegios, gozando de becas para estudiantes pobres. Visita a sus pastores. Muchos le recuerdan los pasados años de pillaje: él ha engordado; ellos están abatidos. Mira, cuenta, suma, multiplica.
Tiene una mueca.
Efectivamente, no le engañaba el Administrador, los terrenos han sido agrandados.
Se felicita intimamente.
Pero habría sido perder el don de gobierno que se le descubrió en Lima si 110 comprendi que nada hay más peligroso para quien manda que dar muestra de íntimo orgullo por los resultados que un servicio humillante, le muestra tras de miserables afanes. El señor hace un gesto público de desagrado. Regatea el sueldo al adminisDibujo de Bonilla del Valle