4 AMAUTA Mensaje de Romain Rolland AL COMITÈ DE LA EN PARIS Me asocio de todo corazón a vuestro mitin de protesta contra la invasión de Nicaragua. Esta forma parte de un plan largamente maquinado por el imperialismo yanqui, para poner la mano sobre el Continente Americano. Si este plan se cumpliera, sería la muerte de la libertad en la tierra.
Pero no se cumplirá. Existe hoy una conciencia de la Humanidad. Ella ha forma lentamente en todos los paises de la tierra. Ella ha hecho sentir a los pueblos su solaridad; y cuando uno de éstos es herido, el cuerpo entero de la Humanidad se estremece.
El crimen político del que es víctima Nicaragua, no es el único que haya perpetrado el Imperialismo de hoy.
Existen otros en la China, en Siria, en todos los puntos del mundo. Pero el que se comete con Nicaragua es el que más urge denunciar. Yo uno a vuestras voces mi vigorosa protesta.
Vuestro devoto ROMAIN ROLLAND.
Villeneuve, 11 de enero de 1927.
aunque dejando en el andén a otras. También en el carro del segundo pelotón se instalaron dos muchachas. Después de la primera campana se acercó a nosotros una mujer de aspecto decente con un niño en los brazos. Déjadme entrar, gentiles cosacos. He pasado toda la guerra sufriendo en las estaciones con un niño de pecho en los brazos. Ahora quiero ver a mi marido, pero a causa del ferrocarril no es posible viajar. No encontraré gracia ante vosotros queridos cosacos. Mujer. le digo yo. la decisión del pelotón será vlestra suerte. dirigiéndome al pelotón le demuestro que la mujer de aspecto decente pide que se le permita ir donde su marido, al lugar de su destino, y que verdaderamente tiene consigo un niño. qué cosa deciden, pues, dejarla en trar o no. Déjala entrar gritan los muchachos después de nosotros no querrá más a su marido. Nó. digo a los muchachos bastante cortesmente, os saludo profundamente, pero me maravillo de oiros decir semejantes burradas. Acordaos de vuestra vida y de que también vosotros habéis sido niños en brazos de vuestras madres y de que no está bien hablar así.
Los cosacos después de haber parlamentado entre ellos. haber dicho que Balmaschov (o sea yó) era convincente, permitieron a la mujer entrar en el vagón. Ella entró agradeciendo. Todos, caldeados por mi verdad, la ayudaron diciendo. Acomodaos mujer en el rincón y acariciad vuestro niño como acostumbran las madres. Nadie os tocará y llegaréis intacta donde vuestro marido como deseais. Nosotros esperamos bajo vuestra fé que daréis hijos que nos sustituyan, porque los viejos envejecen más y los jóvenes son ya pocos. Hemos visto muchos dolores, mujer, y durante el servicio obligatorio y durante la movilización, hemos sufrido el hambre y hemos sido quemados por el frío. Sentaos, pues, mujer, sin temor. la tercera campanada el tren partió. La bella noche se tendió sobre nosotros como una cortina. En esta cortina estaban las estrellas. Los soldados recordaron la noche del Kuban con sus estrellas verdes. El pensamiento voló como un pájaro. las ruedas del tren resonaban sin tregua.
Después de cierto tiempo, cuando la noche dejó nuestro camino y los tamboreros rojos redoblaron al alba, en sus rojos tambores, los cosacos se acercaron a mi viendo que no dormía y me aburría en grado máximo. Balmaschov me dijeron los cosacos. porqué estás tan terriblemente triste y no duermes. Os ruego excusarme y permitirme cambiar con esta ciudadana dos palabras.
Y, temblando con todo el cuerpo, me alzo de mi sitio de donde el sueño huía, como huye el lobo ante una jauría de perros malvados, y me acerco a ella, le quito de los brazos al niño, le arranco a éste las fajas y los trapos y veo que lo que hay debajo es un buen pud de sal. He aquí un niño interesante, compañeros, que no quiere mamar, no moja sus pañales y no molesta a la gente. Perdonad, queridos cosacos interrumpe la mujer con mucha frialdad no soy yo la que os ha engañado sino mi desgracia. Balmaschov perdonará tu desgracia respondoA Balmaschov no le cuesta caro: vende por lo que ha comprado. Pero dirigete a los cosacos, mujer, los cuales te han elevado, al sitio de una madre trabajadora en la república.
Dirígete a estas dos muchachas que lloran ahora, por lo que han sufrido por nosotros esta noche. Dirígete a nuestras mujeres que en el Kuban fértil consumen sus fuerzas femeniles sin sus maridos, mientras estos violan a las muchachas que pasan por sus vidas. tí no te han tocado, aunque tú, monstriio, eras precisumerte aquella que se debia tocar. Mira a Rusia abrumada de dolor. ella a mi. He perdido mi sal, no tengo miedo de decir la verdod. Vosotros no pensáis en Rusia, vosotros salvats a los hebreos Lenin y Trotzky. Ahora no se trata de los hebreos, mujer dañosa.
Las hebreos no tienen aquí nada que hacer. Ademds no hablo de Lenin, pero Trotzky es un hijo condenade del gobernador de Tambov y ha salido de su clase para servir la clase de los trabajadores. Como forzados, Lenin y Trotzky nos conducen por la vía libre de la vida, mientras tú, lúrida ciudadana, eres más contra revolucionaria que aquel general blanco que con su sable afilado nos amenaza sobre su caballo blanco que cuesta muchos miles. Al general se le vé de todos los caminos y el trabajador piensa y sueña en cazarlo. ti, ciudadana desgraciada, no se te vé con tus niños que no piden pan y no corren fuera, no se te vé porque eres como una ilga y muerdes, muerdes, muerdes.
Yo confieso, en verdad, haber arrojado fuera del tren en marcha a esta ciudadana, que, rústica como era, permaneció sentada un momento, con las polleras al viento, y luego continuó por su vil camino. Viendo a esta mujer incólume y a la Rusia inefable en torno suyo y los campos de los labriegos sin espigas y las machachas los compañeros ultrajados muchos de los cuales van al frente pero muy pocos regresan, yo querla saltar del vagón y acabar conmigo y con ella. Pero los cosacos tuvieron piedad de mí y me dijeron. Mátala con el fusil. yo tomé de la pared del vagón el fiel fusil y lavé de esta vergiienza el rostro de la tierra trabajadora y de la República. nosotros, soldados del segundo pelotón, juramos ante tí, querido compañero redactor, y también ante vosotros, queridos compañeros de la redacción, que procederemos sin piedad, contra todos los traidores que nos arrastran a la fosa y quieren hacer correr el río hacia atrás y cubrir la Rusia de cadáveres y de yerbas muertas.
Por todos los soldados del segundo pelotón.
Nikita BALMAȘCHOV, soldado de la revolución.
que duerme.
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