Violence

AMAUTA VOGES DE ALERTA FRENTE AL IMPERIALISMO YANQUI POR DORA MAYER DE ZULEN Solo en raros casos extremos habla la diplomacia como hablaría el pueblo; la cortesía, la prudencia, la sagacidad la aconsejan a no ser en sus expresiones tan franca, rotunda y radical.
Es asi que podemos dejar en duda și en el Memorandum det Sr. Rada y Gamio a: Mr. Kellogg, del 12 de Enero de 1927, haya encontrado el sentir del Perú una interpretación vigorosa y llena, tal como debiera hallarla finalmente en una respuesta definitiva y concluyente al Arbitro de 1922.
Yo creo haber puesto la mano sobre el corazón del Perú y creo haber auscultado su latido.
Concebí que ningún pleito sería susceptible de terminar en que los litigantes 110 quisiesen abandonar los dos extremos opuestos en que se habían colocado y avanzar hacia el medio en que fuese posible que se dieran la mano. En tal entender no hallé mal considerar el factor conciliador que se ofreciera con el deseo de Bolivia de salir al mar y convertir en ofrenda de fraternidad sudamericanista la peligrosa manzana de la discordia que tenemos en Arica.
Emitiendo esta opinión públicamente logré cerciorarme de la psicología del ambiente. Mi primer artículo en La Tradición obtuvo una vehemente refutación; mis amigos no se declararon convencidos con mis teorías; mi pequeño drama Tacna y Arica. El Juez. no gozo de una acogida como. habría recibido si hubiese sido una furiosa embestida contra los chilenos o un himno a la justicia wilsoniana.
Lo recto, lo consecuente con el único fuerte ideal comun que ha abrigado la nación peruana durante casi medio siglo, sería en verdad mantenerse fiel a la vieja esperanza: la devolución de Tacna y Arica al Perú, y por eso me he inclinado reverente ante el sentir que repondió a los argumentos que nacieron de mi percepción de la parte práctica de la vida, que entraña principios tan imprescindibles como los relacionados con la conservación de la existencia.
Siempre he sido idealista. No podría divorciarme de la idea de la Nación sobre un punto que envolviera un ideal con el cual en el fondo tendría que estar de acuerdo. Si la Nación dice: nada menos que Tacna y Arica peruanos; nada menos que la justicia por la cual hemos luchado durante cuarentaitres años, yo estoy con ella.
Pero exijo y quiero que la Nación se pare firme en esa noble y altiva declaración de su intimo y profundo sentimiento y abomino de que caiga, después de sus elevadas intransigencias y sus severas protestas, en una debilitante ambiguedad.
Desgraciadamente he podido comprobar también la existencia de una fracción de opinión en el público a cuyo concepto responde la parte ambigua del Memorandum Peruano. Hay personas en nuestra población que dicen antes que los chileros, los rorte americaros. Hay personas que desearían vergarse de Chile, quitándole la presa y poniéndola en un lugar tan seguro que por mucho tiempo no podría ser recuperada por nadie, ni for Chile, ni por el Perú. Al mismo ticmpo, un hondo resentimiento se dirije contra Bolivia, que ros abanderó en la Guerra del Pacífico. Merece Bolivia que le hagamos un favor? Nó! El rencor y la venganza nos echan en brazos de Estados Unidos, nuestro avariento protector. Qué res importa la avaricia de Estados Unidos; todavía no le tenemos cdio y rencor a esta República, porque todavía no hemos entendido que su imperialismo es el imperialismo de Chile centuplicado y la traición de Bolivia decuplicada. Antes que los chilenos, los norte americanos que venga la internacionalización o neutralización, aunque comprendamos qué maniobra se esconde bajo estas palabras.
La escolástica fué, en cierto respecto, esta voluptuosidad. Esta habilidad dialéctica consumada fué la subversión de la razón contra los sagrados imperativos de la vida. El perisainiento perdió su función vital para convertirse en opresor y deformador del espíritu. La escolástica es el pensamiento deshumanizado que ha perdido el sentido de su límite vital y que se ha disparado fuera de su contorno ambiental, donde residen todas sus posibilidades humanas.
Dejó de ser un simple instrumento de la vida para convertirse en su tirano. El medio o vehículo pretendió trocarse en un fin en si mismo.
La vida no se transforma desplazándose hacia la pura racionalidad que sólo crea entelequias muertas. La vida se transforma y asciende categorizando las realidades palpitantes.
Categorizar no es deshumanizar arrancando al hombre de la atmósfera vital donde respira. Categorizar es eliminar la escurraja del hecho efímero y alcanzar la posibilidad humana de una perfección nueva sin deformar la auténtica e inalienable efigie del hombre.
Un esclarecido pensador español vé el ocaso de las revoluciones en la ausencia de un pensamiento racional.
La racionalidad pura no es revolucionaria, es utópica y esteril. Las revoluciones no son tales por su pura racionalidad, lo son por su fuerza vitalizante y renovadora.
Declarar la caducidad de las revoluciones es declarar para siempre la caducidad de la istor y del hombre como criatura ascendente. Nada revela más la fatiga espiritual de Europa que este pensamiento que empareja o hermana la pura racionalidad con la revolución.
Sólo un cerebro extrictamente lógico, producto de una cultura exhausta, desprovista de intuición vital e incapaz ya de desinteresada observación directa de la historia puede llegar a semejante conclusión negativa.
La pura racionalidad no es revolucionaria, es conservadora, extática y reaccionaria, porque exige de la vida un imposible, es decir, una deshumanización, una dislocación epiléptica, una deformación monstruosa. No hay mayor enemigo de la revolución que la utopía. Los más grandes revolucionarios fueron siempre mentes lùcidas, hombres que han estado con los pies bien plantados en la realidad de su época, espíritus profundamente prácticos de un eficaz y penetrante sentido político.
Esta posición negativa de muchas mentes europeas, denuncia a las claras el colapso en que ha caído Europa, que se siente cumplida y realizada ya, como si se hubiera cerrado definitivamente el ciclo de su destino, sin porvenir ni esperanza posibles. Algo tiene que hacer Spengler en ello. Es el alma desencantada de la Europa post bélica, de que tanto nos habla; y desencantada, nó por exceso de pensamiento vitalizante, sino por exceso de racionalidad, pura y enteléquica.
La revolución no abstrae ni pasma las perfecciones nuevas sino que las vive, las incorpora y las mediatiza en el porvenir, las luchas y las conquistas. La razón para no extraviarse ni extraviar al hombre debe incorporarse en una recia encarnadura humana. Fuera de ella se desvitaliza y desvitaliza la realidad. Debe criarse en el ánimo del hombre y en el hálito del mundo. Debe ser, ante todo, historia humana y no desglose o violencia frenética de la vida