39 AMAUTA ASROETES REVISTAS reencargado de mi puesto, sabe el Tribunal, por mis frecuentes oficios de todos los correos de esta capital, cómo desde el primer momento se resistió a mi autoridad por el prefecto don Carlos León Velarde, y por el juez de primera instancia, doctor José Cáceres y por todos los demás funcionarios y empleados, hasta el extremo de rechazar mis oficios, y llegar ese juez a eliminarme de mis funciones de Agente Fiscal, no haciéndome citar en ninguna instrucción en más de cinco meses. Todo esto he puesto oportuna y detalladamente en conocimiento del Tribunal en todos los oficios que le he dirigido. En uno de mis últimos de Maldonado, en el 33, su fecha 11 de marzo del presente año, decía al Tribunal: Cuando por mi oficio 67 de de marzo de 1924 le comunicaba que el alter ego del Prefecto Velarde, al saber que la instrucción que se le seguía, a denuncia mía, por violación de seis valijas de correo en tránsito y sustracción y violación de correspondencia, había sido anulada o declarada sin lugar, me había amenazado personalmente con la deportación si continuaba con mis denuncias, me avisó usted señor Presidente, que había telegrafiado al Prefecto y al Ministro para que otorgaran garantías, y bien, este mismo Prefecto recibió su radiograma y otro del Ministro de Gobierno. fué entonces que se desencadenó sobre mí la injusticia, la calumnia, la celada, el ataque nocturno a mi domicilio, y finalmente, mi extrañamiento violento por empleados políticos, en pleno día y en presencia misma del juez doctor José Cáceres; realizose así, sobre seguro, un VEINTINUEVE DE MAYO sin que hasta la fecha se aparezca ni un teniente ni un cabo que me restituya a mi efectiva autoridad.
Decíale esto señor Presidente, a propósito de decirme en su ralio que había telegrafiado al Prefecto para que otorgara garantías, y concluía el predicho oficio con estos conceptos. Bien comprendo que en las actuales circunstancias significo yo, un principio sustancial del Derecho, un principio esencial de la organización misma del Poder judicial, y hasta un principio sine qua non de la moral administrativa, pero a condición que triunfe la justicia.
Entonces está marcado mi camino, el de ese Tribunal y también el de la Suprema Corte de Justicia de la República, a la que suplicaría elevar este oficio o su copia certificada.
Naturalmente estaba ya tomada mi resolución: no dejar mi puesto, no salir de Maldonado sino por la fuerza, por lo mismo que veía bien que ya se cernía mi nuevo extrañamiento. Y, en efecto, como ya no era posible que mi hijo Prada perdiera un año más, resolví que él solo saliera en la primera canoa de marzo y a este fin tuve que apelar a un préstamo de un amigo, pues en la Tesorería Fiscal no quisieron proporcionarme ni un centavo, ni aun poner el conforme a mis presupuestos de noviembre y diciembr, como lo comuniqué al Tribunal. Hecho público el viaje de mi hijo sólo; el día 13 de marzo, como a las 30 se presentó a mi domicilio, el Teniente de Resguardo y Capitán del puerto, don Juan Orosco, antiguo amigo mío que por imposición del prefecto había dejado de verme. Su objeto había sido el disuadirme como comisionado del prefecto y como amigo, para que emprendiese viaje en compañía de mi hijo. Sería interminable referir todas las razones, todos los argumentos, todos los medios que empleó para determinarme a salir con mi hijo; bastará decir que me habló de la falta que haría a mis hijos por el inminente peligro de mi vida, y de las ventajas de mi salida en compañía de mi hijo, y el pago que me haría el prefecto de mis haberes devengados. Mi respuesta fué que estaba resuelto a todo, y que no cedería a esa imposición hipócrita del prefecto Velarde, apesar que comprendía bien mi situación, que yo nada podía en contra de Velarde, y que él en cambio podía hacer todo contra mí, que él nada podía temer de mí, y yo si podía temerlo todo de él; que yo estaba solo, completamente solo, indefenso, y él tenía a todos, aparte de los gendarmes al mando de su hermano el capitan Ricardo Velarde, quién según el mismo mostraba furioso en contra mía. partió mi hijo, y quedó solo, sólo en la vasta selva, a merced de esas fieras. así pasan los días, y viene la noche del 15 de abril del presente año, y cunde en la capital, que no es mas que un caserío, la noticia de que dos jefes bolivianos habían sido matados por don Emilio Salas, jefe de la guarnición peruana en Puerto Pardo, y que posiblemente la guarnición boliviana atacaría a la peruana. Ante la gravedad de los sucesos que podían dar lugar a una seria reclamación diplomática, pensé naturalmente que la tenaz resistencia a mi autoridad del prefecto Velarde y del Juez doctor Cáceres cesaría inmediatamente, y que facilitando la ineludible intervención del Agente Fiscal se levantaría una instrucción criminal que haría honor al Poder Judicial del Peru, así es que por momentos esperaba mi situación. Pero, cuál no sería mi ascmbro. cuando al medio día del 16 de abril, veo que por medio río del Madre de Dios bajaba con dirección a Puerto Pardo un motor, conduciendo al juez Dr. Cáceres, al actuario don Fduardo Reátegui, al médico titular Dr Velasquez, al prefecto Velarde, al subprefecto Sr. Dancuart y a otros muchos mas. Como a las 30 del 18 de abril regresó de Puerto Pardo a Maldonado el predicho motor con las personas relacionadas. Al día siguiente 19, fuí a la casa del actuario Reategui, y él me informó que había ido a Puerto Pardo a practicar la instrucción por los homicidios del jefe de la guarnición boliviana y del capitán de puerto victimados por Emilio Salas, y que pa ra esta instrucción había nombrado el juez doctor Cáceres de promotor fiscal a don Juan Gamero. Al día siguiente 20, cuando circulaba ia noticia de que el subprefecto e intendente don Emilio Dancuart, iba a Lima, en comisión especial ante el Gobierno, llevando la instrucción o su copia por los graves sucesos de la frontera boliviana en Puerto Pardo, vino este señor a tocar a mi domicilio, y pasando a mi habitación, tras breve introducción, y después de contestarme que venía no como amigo sino como autoridad política, me dijo enfáticamenie: Vengo a notificarle de orden superior que precisamente tendrá que embarcarse pasado mañana conmigo, evitando pantomimas o sea de grado o por fuerza. Se sabe que Ud. está soliviantando al pueblo haciendo firmar actas en contra del Prefecto. Le repliqué: Siendo Ud. el Intendente de Policía, yo quiero que en mi presencia se practiquen los esclarecimientos respectivos, y que me muestre siquiere un solo individuo a quien haya hecho firmar alguna acta. Finalmente le dije que no cedería sino a la fuerza y que podía mandar los soldados que quisiese para que me condujesen a la canoa. Nó, me dijo, yo vendre personalmente a llevarlo y será a las cinco de la mañana. En cuanto a sus presupuestos devengados, el prefecto quiere usar de generosidad, y dice que los pagará. Le repliqué secamente: yo no quiero generosidades de ese Prefecto; si él crée de su deber pagarme, que me pague; y si no que lo deje El se ofreció a llevar mis presupuestos, y yo se los dí; y volvió trayéndome parte en dinero y parte en un libramiento para la Tesorería Fiscal de Arequipa, que según aviso ha sido pagado en junio último. En efecto a las cinco de la mañana del día 22 de abril del presente año 1926, el subprefecto Sr. Dancuart, llamaba ya a mi domicilio y no se movió de su frente hasta que pudo conducirme personalmente al motorcito piloteado por el alemán señor Alberto Knor y el japonés Kogo y otros tripulantes. ese hora no había gente en el embarcadero, a excepción del sayón incondicional de Velarde, Alejandro Arredondo y el capitán Ricardo Velarde, jefe de los gendarmes. En voz alta hice constar que nuevamente se me expulsaba por orden de la primera autoridad politica. El capitán Velarde. lleno de ira, le increpó al subprefecto señor Dancuart: Oye Ud. lo que dice? y entonces le repliqué. Es Ud. quien me increpa? murmurando una interjección, calló ese mal subalterno. Dejado en Astillero, por el Subprefecto señor Dancuart, no tenía más que seguir el camino, y por falta de bestias, tuve que hacer dos penosísimas jornadas con los pies hinchados por una senda que ya no podía. llevar el nombre de camino. Al fin, llegado al Tirapata, el diez de mayo último, hice al Tribunal en esa misma fecha, el siguiente telegrama: sidente Corte Puno Tenaz resis tencia a mi autoridad por prefecto Velarde, y juez doctor Cáceres, sabida ya Tribunal, ha culminado en nuevo extrañamiento. Ese juez eliminándome cargo, lo que no ha po