AMAUTA 31. Mientes! No se fué al pueblo. Lo has ocultado.
Las vacas no las robaron como afirma. Las ha vendido. Miserables!
El karabotas hace caer su látigo sobre la espalda de la india. Al hijo que llora le lanza un insulto soez. Le llama hijo de perra. Pronuncia bien claro, bien fuerte la palabra CARCEL y se vá. Al oirla, la mujer y el niño tiemblan.
Receloso sale el indio de su escondrijo. Mira insistentemente hacia el punto de polvo en la planicie y luego tritura su maldición como todo hombre esclavizado, duramente, sin literaturas vernáculas, con palabras centrales y definitivas. PERRO. CANALLA. PORQUERIA!
Tres leguas es poca extensión para una hacienda.
Diez, poquísima para la llanura clásicamente andina. Pero a sesenta leguas todavía se ven precisas las cumbres vírgenes plasmar sus bellas formas triangulares. En la pampa inmensa y solemne se esperdigaban los ayllus, antes, y hoy sólo queda la cabaña miserable sin una flauta ni un huaiño.
La cabaña de la hacienda sustituyendo al ayllu es como la jaula para el indómito kelluncho. El ayllu, reducido conglomerado de indios, era la paz y el amor abrazados en la rinconada. Al ayllu ha seguido la cabaña del colono, indio esclavo obligado a vivir como bestia, con un miserable sa: lario, sin fraternidad ni sociedad. En la cabaña se convierte al hombre en bruto y cuando como el kelluncho prefiere morirse de hambre a soportar las rejas de la jaula, se le manda a la CARCEL. Eso es la pampa. Ningún hombre justo debe mirar esa gris extensión con necia indeferencia.
La pampa es una llaga sangrante; por todas partes deben oirse los gemidos del indio. Yo me explico por qué hay personas que al voltear una ladera, pasado el atardecer, oyen llorar las almas. Esos llantos no son leyendas. Un espíritu piadoso les hace oir lo que de otra manera no quieren.
Nada de quenas y yaravíes ahora. Ya pasaron esos desgraciados tiempos del mundo cuando el dolor era un motivo poético. Los poemas de hoy son la sangre de los miserables convertida en gritos o la inquietud de los huesos por alcanzar la perfección teológica. En la pampa hay poco color. Violeta en los lindes del cielo, amarillo el pajonal interminable, blanca la nube y rojo el corazón del colono.
Allá vamos. Donde se siembra una injusticia se cosecha un vengador!
cionada, está oculta en los cerros, que la comanda Rumi naqui o Kalamullo, descendientes presuntos de la real familia incaica, que sólo esperan la llegada de la noche, y que en vandálicas hordas, saquearán, incendiarán, violarán. Todas las más refinadas atrocidades pasan por la imaginación del criollo cobarde, perezoso y autoritario. sólo fué un joven de nariz aquilina, tórax kawitesco, ojos pequeños de penetrante mirar, que sintiendo nostalgia de la maza y el escudo embocó el phuttuto en el silencio de las montañas.
Ensayaremos imaginar los efectos que su toque produce en los segmentos de nuestra cosa civil. En los oidos del Prefecto, phuttuto suena a memento en la cabeza del gamonal, tiene reminiscencia de guillotina en el cándido corazón del obispo es hermano legítimo del pecado mortal, amenaza impúdica, desvirgamiento a forciori para el descoyuntado organismo de la vieja beata, trae efectos espasmódicos, pues se tiene averiguado que cuando los indios se sublevan se arrechan por estas alimañas en el iluminado cerebro del hombre (pido perdón por esta frase irremediablemente mala) es el grito vengador de una raza que pugna por sacar a través de los escombros de la justicia fosilizada en tribunales y gobiernos, el puño trágico. Así, como una alegcría de 28 de Julio. Pobres! sin ver que en esos escombros no hay más que ceniza que aventar a los vientos de la sangrienta purificación venidera.
Uno. dos. tres. las tres!
Ha brincado el Sol en un telegráfico crepúsculo sobre la pampa que apenas tuvo tiempo de bostezar. El grisoscuro de la chuglla se acrecienta en la madrugada alegre.
El rocío cintilante en la techumbre va cayendo en lágrimas por las pajitas del alero, una tras de otra, a la una, a las dos y a las tres. La india parsimoniosa se acerca a la vaca y cogiendo las ubres la ordeña, largo.
La tibia vaporación le pone una sonrisa de amor en los labios duros y cobrizos reflejando en las mejillas de carmin brillante. Élla también es Hay que ver al gamonal casi un hombre ya. Color pan tostado, puesto que también heredó los cobres inkaicos.
Es alto. Tres años de vida pueblerina, le han dado lo último que la naturaleza le dará: juventud. Niñez no tuvo.
Nació deforme, sólo apto para el engaño. Su primer paso en la vida social se reduce a buscar compadres entre abogados y funcionarios. Le importa muy poco la miseria y la orfandad de sus amigos si a su precio puede comprar un nuevo compadre. Esto mientras su hacienda le permita sólo una vida anònima y tenebrosa, pero si crece en proporciones, entonces, en una hora de verguenza cívica, dicho sea con las palabras demagógicas, sus dineros, y sobretodo, los sabrosos quesos serranos, la imponderable mantequilla puneña, las pieles de vizcacha y vicuña y la sarta de chaullas, construyen el armatoste de un Diputado a Congreso, un prefecto o una personalidad cualquiera. El Phuttuto es un clarín trágico. Su voz ronca al principio adquiere, conforme se eleva, determinada ondulación que es en veces grito desesperado, como de fiera, penetrante, que parte en dos las paz estéril de las serranías. Se utiliza, el caracol marino, pero en estos sitios las astas del toro bravo. El indio lo pule cuidadosamente, y amorosamente, hasta darle aspecto gracioso que no de beligerancia. Phu. Phu. La sugestión que su toque ejerce sobre el indio es de tonificación y ardorosidad. Para el criollo tiene efectos diametrales. Se piensa de inmediato que la indiada, insurrecCodel unis Dibujo de Bonilla del Valle