AMAUTA 27 ropa donde el capital actúa de distinto modo y las fábricas revientan al proletariado. Al captar los principios reformadores hay que adoptarlos a nuestras modalidades, a nuestra realidad, a nuestra idiosincrasia. El mero trasplante resultaría no solo infructuoso, siro, lo que es fecr y hay que evitar, perjudicial y peligroso. Haría trás daño que les propios daños que se quiere extirpar. Su fracaso mataría irremisiblemente la última ilusión refular. Urquieta suso aplicar por eso las ideas revolucicrarias en Europa, las normas de organización más avanzadas de fines del siglo XIX, a las condiciones peculiares del Perú.
Varias de las reformas de la revolución rusa de 1915, estaban contempladas catorce años antes en el programa de Urquieta, pero ajustadas a las circunstancias económicas del Perú. Por ejemplo, la expropiación forzosa con fines sociales, la división de las grandes propiedades territoriales afirmando la propiedad eminente de la comunidad social, la organización de grupos de intereses. ociales (gremios. para la representación proporcional y corporativa (soviets. etcétera.
Uno de los programas de gobierno más avanzados de América, el más avanzado tal vez, a excepción del que sostiene y realiza gradualmente en el Uruguay el partido colorado, es el de la revolución mexicana, por lo mismo que está ya incorporado en la ley constitucional. Juzgándolo decía José Santos Chocano. El programa de la revolución mexicana puede estimarse como una adaptación del programa de Urquieta a México III bles ya, al hombre entero que sabe vivir y actuar de acuerdo con sus doctrinas, al juez que pone su conciencia por encima de la ley.
La obra de prensa que se juzga circunscrita a Lima, tenía en las provincias auxiliares independientes, brotes simultáneos. Un estudio desapasionado de aquella época, demostrará que el impulso libertario que hoy es fuerza eficiente, fué múltiple y radiado. Los centros principales de la acción fueron Lima, donde González Prada arremetía contra los convencionalismos de una sociedad sibarita, en perpetua modorra, corrompida gor la política criolla y el centralismo gubernativo, y Arequipa, doride Urquieta peleaba es la palabra contra todo y contra todos, despertando en el alma popular la sed de las nuevas ideas.
Ningún dicterio mejor para desvirtuar y desprestigiar la campaña principista que el socorrido de conspiradores y revolucionarios. González Prada explicaba su revolucionarismo en Lima: Urquieta lo definia en Arequipa, diciendo: Sí, somos revolucionarios. En pos de la revolución marchamos; pero es menester que se sepa lo que nosotros entendemos por revolución. No sabemos nosotros denominar asl ese torpe juego de política bastarda que consiste en subir a las altas cumbres los que estando en la quebrada solo se ocupan de llorar, rabiar y maldecir, y que una vez instalados arriba, solo se dedican a hacer maldecir, rabiar y llorar a los derribados. No es para nosotros revolución el relevo de un cabo de cuartel por un monigote, ni la sustitución de un monigote por un sacristán. Cambiar un viva: Cáceres por un vivá Piérola y acallar un viva Romaña por un viva un cuerno. no es ciertamente menos ri.
dículo que ver a los negros hotentotes endiosar un fetiche en lugar de otro fetiche, dejando el buey por la culebra y abandonando en seguida la culebra para adorar a un mono. La revolución es para nosotros la reacción del presente, opulento en ideas redentoras, contra el pasado agobiado por todos los vicios de la decrepitud. Por revolución entendemos renovación de vida en camino de progreso.
Mientras González Prada avivaba de vez en cuando la llama de su lámpara votiva en el altar de la revancha, Urquieta predicaba. Quien dice libertad, quiere decir cariño a todos los hombres y respeto a todos sus derechos.
Quien pronuncia patria no hace sino expresar la exaltación de su amor propio hasta los confines que señala el odio a todos los que pertenecen a otras patrias. añadía. Una expansión del amor de la familia, una reducción del instinto ce la solidaridad humana; el corazón aspirando a abarcar la humanidad entera, toda en un solo abrazo, pero teniendo que contentar la insuficiencia de nuestra actualidad sociológica con recoger este abrazo dentro del circuito de una frontera territorial, a manera de etapa momentáned en la senda infinita del progreso universal; he aquí algo de lo que entiendo yo por patria. El amor a la patria, no es el sentimiento definitivo de la fraternidad humana.
Es, por lo contrario, un ideal transitorio. Durará lo que la humanidad tarde en alzar su nivel superorgánico. definía su libertarismo en esta fórmula. Toda función política viene al mundo con el pecado original de la sumisión que la concibió y del despotismo que la engendró. Gobernar más mal o menos mal, siempre es tener derecho de mandar, y mandar es tener licencia para abusar y oprimir y envilecer al que obedece, y los hombres del siglo XX ya no debemos consentir ninguna tiranía. Debemos acostumbrarnos a hacer el bien de todos y el nuestro, sin tolerar que nadie nos lo imponga, sin sufrir que nadie nos lo estorbe.
En Lima se combatía disparando en abanico las ideas más audaces sin puntería definida. En Arequipa, se intentaba, en el mismo fragor de la lucha, un sistema de reformas. El programa de Urquieta en 1901 parece avanzado hoy mismo, y cuando fue lanzado iniciaba ya una verdadera revolución adaptada a la realidad social y económica del Perú. Porqu es preciso no equivocarse en la de las doctrinas renovadoras importadas. Las condiciones étnicas, sociales, económicas, sobre todo, de nuestras repúblicas suramericanas, no son las mismas de países de EuEn 1900, rodeado de una juventud audaz y generosa, inició Urquieta en el sur del Perú la campaña doctrinaria que llegó a su mayor ardimiento en 1901 y 1902. En 1903, Urquieta condensó en forma programática sus ideales de renovación. Su programa apareció publicado, por primera y única vez, en EL ARIETE de 23 de Febrero y 14 de Marzo de ese año, suscrito, además, por Francisco Mostajo, idealista y agresivo, y José Manuel Chávez Bedoya, hombre de acción, ambos vicepresidentes y fundadores, con Urquieta, del Partido Liberal Independiente, que es necesario no confundir con el Partido Liberal organizado en Lima por el doctor Augusto Durand. El Partido Liberal Independiente, agrupación esencialmente doctrinaria y la única que exhibió un cuerpo de principios definido y sistemado, hubo de aliarse, por determinadas afinidades, al Partido Liberal cuando se pensó que la intervención en las contiendas políticas electorales era indispensable para implantar las reformas predicadas.
El Partido Liberal, en cambio, fue un desgajamiento del partido pierolista poco después de la revolución que el 95 quitó del poder al militarismo cacerista despotismo brutal, pero desembozado y sin máscara para sustituirlo por el civilismo autocrático y vanidoso despotismo con careta, histriones que no olvidaron mostrarse al pueblo con el gorro frigio. Cáceres había arrinconado y humillado a los señoritos de la política. Piérola derrocó a Cáceres hablando mucho de democracia, para pocos años después, en 1899, poner en el gobierno a Romaña y restablecer el dominio civilista, dando plenitud de acción al tartufismo político y social. Piérola, así, no hizo sino restaurar la autocracia con toda su insolencia y su trama leguleya, esterilizó el esfuerzo y la sangre de la revolución y creó largos años de estancamiento y de ruina. Porque el 99 es el punto de partida de muchas desgracias nacionales y de más de una vergiienza.
Contra todo esto que veía venir, Urquieta inició su tremenda campaña. Su programa es de esos días. Nació frente al compás de espera indefinida que empezaba el gobierno de Romaña.
Señalo en seguida algunos puntos del programa de 1901.
PROBLEMA OBRERO. Creación de una institución que investigue y estudie todo lo relativo a las condi