AMAUTA 26 innocua, solo sepulta a los propios que la vierten. la 0 Μ Para ti tengo impresa una sonrisa en papel japón Mírame que haces crecer la yerba de los prados.
Mujer mapa de música claro de río fiesta fruta En tu ventana cuelgan enredaderas de los volantes de los automóviles y los expendedores disminuyen el precio de las mercancías déjame que bese tu voz.
Tu voz QUE CANTA EN TODAS LAS RAMAS DE LA MAÑANA. OQUENDO DE AMAT.
te, no como la sombra de la manoseada metáfora con que el cura Choquehuanca aduló la vanidad hipertrofiada de Bolívar, sino como el bramido de la tempestad que se aprxoima. El socialismo de González Prada, que maduró a poco en anarquismo admirable, fué un tanto ecléctico y contraditorio y algo a lo italiano, cuyo exponente mejor me parece el caso de Edmundo De Amicis. Comparo para hacer, más claros los conceptos. Exaltaba las glorias militares tan tristes, tan inútiles. Rendía culto fanático a todos los guerreros, alentaba el espíritu de revancha y, aparentemente, predicaba la fraternidad universal.
De Amicis acentuaba siempre que podía, sobre todo cuando se dirigía a la juventud y a los niños, el odio sagrado a Austria, avivando las heridas de la guerra que segregó Trento y Triestre de Italia. González Prada, cuando hallaba ocasión, reconfortaba su aborrecimiento a Chile y agitaba en el alma popular el ansia del desquite por la detentación de Tacna, de Arica, de Tarapacá en la catástrofe del 79. ambos, tanto Edmundo de Amicis como González Prada, cuando tenían las pupilas y el cerebro libres de prejuicios y de ataduras al viejo y estrecho concepto patriótico, taladraban el futuro y sobrepasando el horizonte de su época, daban en las ideas hoy van siendo espíritu y carne en los trabajadores manuales e intelectuales de toda la tierra. No había más diferencia sino que De Amicis arremetía contra el caduco edificio social con el corazón a flor de piel y con el dó de pecho en los labios, y González Prada embestía con los puños cerrados, impetuoso, atronador, tremendo de indignación y de coraje. Pero ambos profesaban el socialismo nacionalista.
González Prada peleó en Chorrillos y Miraflores como un bravo y se quemó de ira impotente cuando la ocupación de Lima por las tropas de Lynch. Fué tan macho con el fusil como le fué con la palabra y con la pluma. Si hubiese habido un nuevo conflicto con Chile, estoy seguro de que González Prada, a pesar de sus convicciones ulteriores, saltando por encima de ellas, habría empuñado el rifle con el mismo ardor de sus veinte años. Le habría ocurrido exactamente lo que a los más avanzados socialistas de Francia y de Alemania al estallar la matanza europea, de 1914.
No era, pues cabal, en el sentido de ahora el socialista que había en González Prada. Para impedir que lo fuera existía la tara de un patriotismo a la antigua, inflexible, irreconciliable, frenético.
Las juventudes del Perú no han tomado el nombre de Prada como un símbolo por el mayor o menor radicalismo de sus principios socialistas en el sentido de hoy, sino por su desorbitada e irreductible pasión por la libertad. González Prada era ante todo un librepensador en la más exacta acepción de la palabra. Ateo, tenía una diosa: la libertad. Antifanático e irreligioso, tenía el fanatismo de las ideas radicales. Con toda su irreligiosidad y su ateísmo, González Prada probaba que los hombres no pueden vivir sin religión y sin dios, cualesquiera que sean una y otro. él los tenía de la estirpe más pura.
González Prada, además, tiene para las juventudes peruanas otro significado. Fué el primero que señaló los imperiosos deberes civiles del intelectual y predicó la unión del estudiante y el obrero. De aquí que las universidades populares del Perú que hacen efectiva esta unión entre el obrero del pensamiento y el obrero manual, lleven como lema y escudo el nombre de González Prada. Por esto, pero no por sus ideas socialistas que en la urdimbre de su tejido tenían trama patriótica a la antigua.
pagó en plena guerra franco prusiana, las doctrinas de la Comuna de 1871, sostenida y orientada por esa formidable virgen roja que se llamó Luisa Michel, llegaron al Perú después de algunos lustros, envuelto todo en el prejuicio y en el odio de las sectas conservadoras. Las nuevas ideas, empero, se fueron abriendo paso, remozadas por las campañas de Kropotkine, de Sebastián Faure, de los líricos so.
cialistas italianos. Fué mucho después que Tolstoy proyectó la sombra cristiana de sus manos sobre la hoguera terrorista para a paciguarla. Desde luego, las conclusiones inquietadoras del Contrato Social, que solo sirvieron para la revolución política de la Independencia, en su aspecto social tenían ya asiento en la mente de los hombres de estudio peruanos, y la teoría mutualista de Pedro José Proudhon se conocía y repetía alguna vez, aunque como mera extravagancia. La propiedad es un robo no pasaba de frase audacísima. Pero la inquietud estaba ya despierta y la aguijaban las extorsiones de un militarismo soez e ignaro y las intolerancias clericales. No era solo el ansia de emancipación del yugo religioso y del yugo guber tivo de entonces, sino algo más vasto, informe e impreciso todavía, pero ya embrionario, lo que agitaba el espíritu de las generaciones peruanas.
En Lima, González Prada fundaba sucesivamente GERMINAL e IDEA LIBRE. Christiam Dam, rebelde, enemigo personal de Dios, sostenía EL LIBRE PENSAMIENTO. más que para divulgar, como principio básico de sus campañas, las doctrinas socialistas, González Prada enderezaba su acción a combatir las arbitrariedades políticas y la inquisición religiosa de las postrimerías del gobierno de Piérola y de la guardianía conventual de Romaña. Era todo esto en los tiempos en que se quemaba en las plazas de Lima y Arequipa, entre rezos de frailes y curas y alaridos de beatas ardidas por la meno pausia, las efigies de Clorinda Matto, de Vigil, de Gonzálev Prada, de Urquieta.
Paralelamente a GERMINAL e IDEA LIBRE y con tendencia más avanzada cada vez, roja ya, apareció en Arequipa EL INDEPENDIENTE. sustituído luego por EL ARIETE. En Ayacucho apareció LA GIRON DA. En el norte en Paita, en Piura, salieron otros órga nos de prensa avanzada donde libraban fogosas batallas Vi cente Pita y Enrique López Albujar, este último en quie hay que admirar más que al poeta y al escritor, tan admn II Los principios de Karl Marx, los ímpetus anarquistas de Miguel Bakunin, que desterrado en París los pro