Anarchism

24 AMAUTA R S IN ca el ingeniero, el filósofo y el período que tendremos que llamar anarquista que propiamente es el definitivo. Pero nos hallamos en la actualidad, en la época en que todos los soldados deben ponerse a obedecer al hombre que hace las leyes y en la que todos, más o menos, debemos trabajar como ingenieros y como constructores. Hay tanto desperdicio, tanta incapacidad, tanta necesidad sin satisfacción en el mundo contemporáneo que se hace indispensable que el período del ingeniero se anticipe y se adelante. Trabajo y producción es el lema salvador; pero trabajo y producción para beneficio de todos los que trabajan, sin distinción de clase ni de color. Todos los demás propósitos pueden esperar.
Nuestra civilización será un fracaso mientras siga produciendo, como las especies inferiores, gentes y más gentes, pero sin medios de alimentarlas y educarlas. Cuidemos de que en la América nuestra no se recaiga en los mismos errores. Necesitamos emigración, pero sin olvidar que antes que muchos niños, necesitamos escuelas para los niños que ya han nacido. Una de las causas fundamentales de que la civilización no prospere, se encuentra en el hecho de que las poblaciones inferiores se reproducen con exceso y desbordan sobre las más avanzadas que naturalmente reducen su prole. Por eso la civilización sólo se sentirá garantizada así que la cultura y la verdadera moralidad, que supone la responsabilidad, se propaguen en todos los grupos Mientras la civilización siga siendo en mayor o menor grado un asunto nacional, no habrá esperanza de que ocurran cambios radicales en la historia del mundo. Las invasiones y las conquistas seguirán produciendo otros tantos medioevos; pues mientras halla nacionalismos habrá iinperialismos y afán de conquistas; es decir medioevalismo y barbarie. Al reves de todo esto, la civilización quiere decir universalidad, conciencia y fraternidad. Cuál es nuestra parte, preguntaréis, por último, en toda esta vaga cuestión de los problemas de la América Latina? Vuestra parte puede ser tan importante como la mía o la de cualquiera otro que allá ejerza influencia. La América Latina es una tarea y la tarea pertenece a todo el que pone sobre ella una mano activa y generosa.
He ahí por qué no somos extraños unos de otros. Yo vengo de lejos y os hablo en una lengua que no es la mía ni es tampoco la vuestra; una lengua que no domino, ni me ocuparía tampoco de llegarla a dominar, puesto que como todas las del día, representa tan sólo, una de las maneras imperfectas de expresión del pensamiento; pero nos ha servido para comunicarnos y esto obliga nuestra gratitud; aprendamos de ello hasta qué punto nos hallamos todos los hombres relacionados y unidos. causa de mi origen y nombre quizás he despertado lejanos recuerdos en vuestras mentes. Un mexicano tiene que haceros pensar en la historia de Maximiliano, el príncipe infortunado que allá pagó sus errores. Es cierto, nuestras instituciones, nuestras convicciones no nos permitieron, no nos permitirán jamás, así lo espero, recibir a un príncipe como Señor; pero siempre hemos estado dispuestos y seguiremos dispuestos a recibir a cada hombre como un hermano. Los súbditos de los Reyes quedan libres de su voto y sumisión en el instante en que pisan nuestras tierras, así lo dice la Constitución argentina en el extremo sur del continente y así lo confirma la Constitución mexicana en el norte. Procuremos que esta libertad sea efectiva. Desgraciadamente hay muchos esclavos en nuestras tierras; esclavos de situaciones económicas y políticas que sublevan. Pero vosotros podéis ayudarnos con vuestras luces en la cuestión social, con vuestra técnica y vuestra ciencia. Encontraréis por allá empleo para toda clase de facultades. Si queréis una situación estable y de potencialidades ilimitadas, id a la Argentina o al Brasil, a Colombia o a Cuba. Si amáis la fortuna un tanto incierta, preñada quizás de riesgos, pero rica de maravillosas perspectivas, id a mi México. La vida allí se parece a los vinos de la región del Vesubio, jugosos, ardientes y sin igual en el gusto, con algo de espíritu de la tierra inestable, amenazada y fecunda. Escoged vuestra ruta entre los mil caminos del más maravilloso de todos los onctinentes. Por donde quiera que vayáis encontraréis en Un hombre fuerte, puro, honrado que ha servido abnegadamente una gran idea humana ha cumplido su jornada. Su vida queda como una lección y como un ejemplo. Su nombre está ya escrito no solo en la historia de su patria sino en la historia del mundo. No es fácil decir lo mismo de todos los grandes hombres que inciensa pródiga e inocuamente en sus féretros la prosa de las necrologías periodísticas.
obra dos fuerzas poderosas, dos potencias fascinantes y constructoras: el azar y la fe. Ninguna otra zona del mundo merece con más propiedad el título de país del futuro.
Pero vosotros, así como nosotros todos, debemos contribuir a forjar ese futuro. Trabajemos en él, recordando que el presente es siempre el padre de lo que en seguida se vuelve pasado y también de una gran proporción de lo que será el porvenir. De nosotros puede nacer el mañana. Trabajemos juntos para lograr, por lo menos, que el futuro rinda sus mejores, sus más altos frutos.