AMAUTA 17 He aquí algo que es igualmente justo y penetrante.
Pero el lenguaje viejo, débil, que se nos hablaba hasta hace poco, el estado de santidad o bien aún el ascetismo. el heroismo monacal a que se hace referencia en otra parte, no se acuerdan con el ímpetu juvenil: el uno y el otro se oponen como el fuego y el agua. El estado de santidad, el ascetismo, se manifiestan cuando un hombre se pone al servicio de un principio superior. domando sus inclinaciones, sus pasiones personales. El asceta es interesado; calcula, espera una recompensa. Lenin en su obra histórica se realizaba a sí mismo, enteramente y hasta el fin. Los ojos de omnisciente del gran malicioso esto no está mal aunque groseramente formulado. Pero, como conciliar esta mirada de omnisciente con la simplicidad y la franqueza y sobre todo con la santidad. Le placían, las cosas cómicas, cuenta Gorki reía con todo su cuerpo, verdaderamente inundado de alegría, a veces hasta las lágrimas. Es verdad, todos los que han tenido conversaciones con él se han apercibido de esto. En ciertas reuniones en las cuales se estaba en pequeño número, le ocurría ser presa de una risa loca y esto no solamente en las épocas en que las cosas marchaban bien, sino en períodos extremadamente penosos.
Trataba de contenerse el mayor tiempo posible, pero al fin estallaba y el contagio de su risa se trasmitía a los otros, mientras él hacia lo posible por no atraer la atención, por no hacer ruido, escondiéndose casi bajo la mesa para evitar el desorden. Esta loca hilaridad se apoderaba de él sobre todo cuando estaba fatigado. Con su gesto habitual, agitando la mano de arriba a bajo, parecía repeler lejos de él la tentación. Pero en vano. No volvía a tomar posesión de sí mismo sino. mirando fijamente su reloj, tendidas todas sus fuerzas interiores, sustrayéndose por prudencia a todas las miradas, afectando un aire de severidad, restableciendo con una seriedad forzada el orden que debía mantener un presidente. En semejantes casos, los camaradas se hacían una cuestión de honor de sorprender a hurtadillas la mirada del speaker y provocar con una frase, una recidiva de alegrìa. Si la tentativa tenía éxito, el presidente se enfadaba a la vez contra el causante del desorden y consigo mismo. Se entiende que tales diversiones no se producían frecuentemente: tenían lugar al fin de la sesión, despues de cuatro o cinco horas de trabajo asiduo, cuando todo el mundo estaba agotado. En general, Iliitch, conducía las deliberaciones con un estricto rigor, único método que le permitía resolver en una sesión innumerables asuntos. Tenía una manera de decir. hum, hum! continúa Gorki sabía proferir esta interjección expresiva conforme a una gama infinita de matices que se extendía desde la ironía sardónica a la duda circunspecta; con frecuencia en este ihum, hum! se traducía un humor picante cuya malicia no era sensible sino a un hombre muy perspicaz y conocedor de las diabólicas insanias de la existencia. Esto es verdadero, es justo. El jhum, hum! jugaba un rol importante en las conversaciones de Lenin, lo mismo que en sus escritos de polemista. Iliitch pronunciaba su jhum, hum! muy claramente y como lo nota Gorki con una infinita variedad de matices. Tenìa en él una especie de código de señales que empleaba para expresar los estados de alma más diversos. En el papel jhum, hum! no dice nada; en la charla estaba lleno de color; valía por el timbre de la voz, por la inclinación de la cabeza, por el movimiento de las cejas, por el gesto de las manos elocuentes.
Gorki nos describe también la pose favorita de Lenin: Echaba la cabeza atrás, después inclinándose sobre el hombro deslizaba los dedos a las sisas de su chaleco, bajo las axilas. Había en esta actitud algo de asombrosamente simpático y jocundo, se diría algo de un gallo vencedor, esos momentos se mostraba radiante.
Todo eso está perfectamente bien dicho, si se exceptúa el gallo victorioso que no conviene absolutamente a la imagen de Lenin. Pero la pose está bien pintada.
Leemos más adelante: Hijo de este mundo maldito, hombre excelente que tenía necesidad de ofrecerse como víctima a la hostilidad y al odio para realizar una obra de amor y de belleza. Piedad, piedad, Alexis Maximovitcht! Hijo de este mundo maldito! Esto apesta a tartufo. Si; Lenin afectaba una pose sorprendentemente risueña, un poco maliciosa talvez a ratos, pero no había en esto ninguna tartufería. Es falso, es insoportable ese sofrecerse como víctima. que chilla como un clavo sobre un vidrio. Lenin no se sacrificaba absolutamente, pues vivía una existencia plena, bella, de fuente abundante y pura, desarrollándose con todo su ser, sirviendo una causa, persiguiendo una empresa que él mismo se había libremente asignado. su obra no era de amor y de belleza. he ahí unos términos de una generalidad demasiado común, de una redundancia inoportuna; no faltan verdaderamente sino las mayúsculas: Amor y Belleza. La faena que Lenin se había propuesto era la de despertar y de unir a los oprimidos para abatir el yugo de la opresión; era la causa de las noventainueve avas partes de la humanidad.
Gorki nos habla de las atenciones que Lenin tenía para con sus camaradas, del cuidado que le inspiraba su salud. agrega: En este sentimiento no he podido nunca sorprender, la preocupación interesada que muestra un patrón inteligente respecto de obreros honrados y hábiles. bien, Gorki se equivoca completamente. Precisamente ha dejado escapar uno de los rasgos esenciales de Lenin. Las atenciones personales de Iliitch con sus camaradas no carecían jamás de la preocupación del buen patrón, celoso del trabajo por hacer. Sin duda es imposible hablar aquí de un sentimiento interesado puesto que la obra misma no era únicamente personal. Pero es indiscutible que Lenin subordinaba su solicitud por sus camara das a los intereses de la causa, de esta causa que justamente agrupaba en torno de él a los compañeros. Esta alianza de preocupaciones de orden general y de orden individual no disminuía en nada la humanidad de los sentimientos de Lenin, pues la tensión de todo su ser hacia el objeto político era por ella más fuerte, más plena.
Gorki, que no se ha apercibido de esto, no ha comprendido ciertamente la suerte que tocó a gran número de sus demandas a favor de personas que habían sufrido por la revolución. demandas que dirigía directamente a Lenin. Las víctimas de la revolución han sido numerosas, y las gestiones de Gorki no han sido tampoco raras: algunas llegaron a ser completamente absurdas. Basta recordar la intervención prodigiosamente enfática del escritor a favor de los socialistas revolucionarios. en la época del famoso proceso de Moscú. Gorki nos dice: No recuerdo un caso en que Lenin haya rechazado una de mis demandas. Si ha sucedido a veces que las decisiones de Lenin no fuesen ejecutadas, esto no era su culpa; esto se explica seguramente por esos malditos defectos que han sido siempre numerosos en nuestra pesada máquina gubernamental.
Se puede admitir también que hubo malevolencia de parte de no sé quien cuando se trataba de aliviar la suerte de cier tas personas, de salvarles la vida. Confesemos que estas líneas nos han chocado más que todo lo demás. Qué hay que deducir en efecto? Esto: como jefe del partido y del Estado, Lenin perseguía despiadadamente a los enemigos de la revolución; pero le bastaba a Gorki interceder para que no hubiese un caso en que lliitch rechazase la demanda del escritor. Habría que admitir, pues, que la suerte de las gentes se decidía para Lenin, conforme a intervenciones amigables. Esta afirmación sería completamente incomprensible si Gorki no la atenuase con una reserva: la de que no ha sido satisfecho en todas sus gestiones. Pero, entonces, acusa a los defectos del mecanismo sovietista. Es realmente así. Era verdaderamente Lenin im potente para superar los defectos del mecanismo en una cuestión tan simple como el otorgamiento de la libertad a un prisionero o la gracia a un condenado? Es muy dudoso. No es más natural admitir que Lenin. después de haber echado sobre la demanda y el demandante la mira.