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AMAUTA 16 significante: sabía desnudar una cuestión, reducirla a sus justos términos, tocar su fondo.
Pero esto no quiere decir que era sencillamente simple y derecho. Menos aún esto podría significar que su pensamiento iba en línea recta como lo afirma además Gorki: expresión de las más lamentables, digna en todos sus puntos de un pequeño burgués o de un menchevique. este respecto recuerdo de pronto la definición del joven escritor Babel: la curva compleja descrita por la línea recta de Lenin. Esta es una verdadera explicación, a pesar de las apariencias, malgrado la antinomia y la sutileza algo rebuscada de los términos empleados. Esto vale en todo caso mucho más que la línea recta tan sumaria de Gorki.
El hombre meramente simple y derecho marcha rectamente hacia su objeto. Lenin marchaba y conducía hacia un objeto que era siempre el mismo, por una ruta llena de complicaciones, por vías a veces muy sinuosas. En fin, esta unión de los términos simple y derecho no expresa en lo absoluto la incomparable malicia de Lenin, su pronta y chispeante ingeniosidad, la pasión de virtuoso que sentía en hacer caer al adversario con una zancadilla o en atraerlo a su trampa.
Hemos hablado de la tensión de Lenin hacia el objeto perseguido: conviene insistir sobre esto. Un crítico ha creído descubrir una cosa profunda explicándome que Lenin no se distinguía solamente por su tensión hacia el objeto sino también por su habilidad en la maniobra; este crítico me reprochaba haber dado, en mi retrato de Lenin, una rigidez de piedra a este gran hombre, a expensas de la flexibilidad. Quien ha querido darme así una lección, al mismo tiempo que se la tomaba con Gorki; no ha comprendido el valor relativo de los términos empleados. Habría en efecto que meterse bien en la cabeza que la tensión hacia el objeto no indica necesariamente una conducta en línea recta. Qué valor podía tener la flexibilidad de Lenin sin esta tensión que no se relaja un minuto? Se encontrará en el mundo toda la flexibilidad política que se quiera: el parlamentarismo burgués es una excelente escuela donde los políticos se entrenan constantemente en doblar la espina dorsal. Si Lenin ha ironizado frecuentemente sobre la línea recta de los doctrinarios. no menos frecuentemente ha expresado su desprecio por las gentes demasiado flexibles que se inclinan, no siempre y necesariamente ante un amo burgués, no siempre con un fin interesado, sino ante la opinión pública, ante una situación difícil, buscando la línea de la menor resistencia.
Todo el fondo de Lenin, todo su valor íntimo reside en esto, en que incansablemente ha perseguido un fin único, de cuya importancia estaba penetrado a tal punto que le parecía encarnarlo y no podía distinguirse de él. Lenin no consideraba las gentes, los libros, los acontecimientos, sino en función de este único fin de su existencia.
Es muy difícil definir a un hombre con una sola palabra; aún decir que fué grande o que fué genial es no decir nada. Pero si se estuviera obligado a explicar a Lenin muy brevemente, yo querría anotar que fué ante todo un hombre tendido hacia su objeto.
Gorki observa el encanto seductor de la risa de Lenin. La risa de un hombre que discerniendo admirablemente la pesadez de la tontería humana y los manejos acrobáticos de la razón, sabía también deleitarse de la sencillez pueril de los simples de corazón. Aunque esto esté expresado con un cierto rebuscamiento, es justo en su esencia. Lenin le gustaba reir de los imbéciles y de los maliciosos que trataban de mostrar esprit; y reía con una indulgencia que justificaba asaz su formidable superioridad. En la intimidad de Lenin se reía a veces con él sin reir por el mismo motivo. Pero la risa de las masas se acordaba siempre con la suya. Lenin amaba también a los simples de corazón, si nos servimos de la palabra evangélica. Gorki nos cuenta cómo, en Capri, Lenin en compañía de los pescadores italianos, aprendía a servirse del anzuelo. Las buenas gentes le explicaron lo que debería hacer cuando la caña hiciera drin drin. En seguida que Lenin pescó su primer pez y que lo sintió venir, prendido del anzuelo, exclamó con una alegría de niño, con un entusiasmo de verdadero ama.
teur. Ah. jah! drin drin.
He aquí una cosa exacta. He aquí verdaderamente una parcela viva de Lenin. Esta pasión, este impulso, esta tensión de todo el hombre por alcanzar su objeto, por asir la presa. jah! jah! drin drin. Todo esto difiere mucho de ese justo de cuaresma, de ese padre benefactor del cual se nos había hablado; es Lenin en persona, en una parte de su ser. Cuando Lenin, pescando un pez, grita su entusiasmo, adivinamos el vivo amor que sentía por la naturaleza, como por todo lo que es próximo a la naturaleza, como por los niños, los animales, la música. Esta poderosa máquina pensante estaba siempre muy cerca de lo que queda fuera del pensamiento, fuera de una búsqueda consciente; estaba muy cerca del elemento primitivo e indecible.
Lo maravilloso e indecible lo expresa el drin drin. Merced a este pequeño detalle significativo, es posible, creo, perdonar a Gorki siquiera un cuarto de las banalidades que ha esparcido en todo su trabajo. Mas lejos, veremos por qué no se puede perdonarle mas. Acariciaba a los niños con una dulzura, nos dice Gorki con gestos de una ligereza y una delicadeza particulares. También esto está bien dicho; esto nos muestra la ternura respecto de la persona física y moral del niño; lo mismo se podría decir del apretón de manos de Lenin.
Era fuerte y dulce. Sobre el interés que despertaban los animales en Lenin, recuerdo el episodio siguiente: Estábamos reunidos en Zimmerwald en comisión para elaborar un manifiesto. Celebrábamos sesión al aire libre, al rededor de una mesa redonda de jardín, en una aldea de la montaña. No lejos de nosotros se encontraba, bajo un robinete, un gran cubo lleno de agua. Poco tiempo antes de la reunión, que tuvo lugar muy temprano en la mañana, varios delegados habían venido a lavarse en este caño. Yo había visto a Fritz Platten zambullir su cabeza y su cuerpo hasta la cintura, en el agua, como si quisiera ahogarse, entre una gran estupefacción de los miembros de la conferencia. Los trabajos de la comisión habían tomado un sesgo penoso.
Había rozamientos en diversas direcciones, pero sobre todo entre Lenin y la mayoría. Llegaron entonces dos hermosos perros: de qué raza, no sabría decirlo; en esa época yo no lo conocía absolutamente. Pertenecían sin duda al propietario de la habitación, pues se pusieron a jugar tranquilamente sobre la arena, bajo el sol matinal. Vladimiro Iliitch, bruscamente, dejó su silla, puso una rodilla en tierra y se dedicó a cosquillear, riendo, a uno y otro perro a lo largo del vientre, con gestos ligeros, delicadamente atentos según la expresión de Gorki. Este movimiento era completamente espontáneo de su parte; se tendría ganas de decir que se comportaba como un chiquillo y que su risa era despreocupada, pueril. Dirigió una mira al lado de la comisión, como si quisiera invitar a sus camaradas a tomar parte en este hermoso recreo. Me parece que se le miraba con un cierto asombro: cada uno estaba todavía preocupado por la discusión seria. Lenin acarició todavía a los animales pero con mas calma y después volvió hacia la mesa y declaró que no suscribiría semejante manifiesto. La querella recomenzó con una nueva violencia. Es muy posible, me digo ahora, que esta diversión le fuese necesaria para resumir en su pensamiento los motivos de aceptación y de negativa y tomar una decisión. Pero no había obrado por cálculo: lo sub consciente trabajaba en él en plena armonía con lo consciente.
Gorki admiraba en Lenin el impetu juvenil que infundía a todo lo que hacía. Este impetu era disciplinado, dominado por una voluntad de fierro, lo mismo que un torrente impetuoso es dominado por el granito de la montaña. Gorki no nos lo dice; pero su definición no es por esto menos justa: había precisamente en Lenin un impetu juvenil. reconocía en efecto en él y ese excepcional arranque espiritual que no es propio sino a un hombre inquebrantablemente convencido de su vocación.