AMAUTA 14 de la coca lo sabía todo. PACLLON NUNAM un individuo de Pacllón. había dicho el mismo, fué quién introdujo al demonio en mi casa, tocando su arpa.
Mientras tocaba, Atanasio se había puesto a CHACCHAR había adivinado y acercándose al pacllonista le había dicho. Arrastrado, me estás haciendo brujería, pero te voy a sacar las tripas por la boca. Te engañas, Atanasio. ARPAA JAMPISHCCAM. 2) pero yo no soy brujo. Estoy triste porque no quieres que me case con tu hija y por eso toco mi arpa. Si, pero mi coca me avisa que quieres vengarte. De qué me he de vengar RUCUSHITU. 3) Qué haré, pues, si no quieres. Mujeres se encuentran. Tocando mi arpa me iré a otro pueblo. Ocioso, brujo, ARPA TOKAX, anda como mostrenco, mi coca me ha de avisar todo lo que hagas.
Desde entonces Atanasio se había vuelto un CHACCHApor terrible. Casi no cemia ni dormía por estar día y nocheocon la coca. CUCAHUAN OPILASHCCAM (4. soplaban las viejas.
Pero a los pocos días de la ausencia del pacllonista, Juana había ido con su padre a recoger leña. Todavia los maizales tenían su penacho fresco y los campos de trigo ofrecían un tornasol de verde y amarillo bajo la caricia del viento. La bajada de NINAN PAMPA estaba tranquila y rumurosa; a su paso las lagartijas se escurrían entre las grietas; un aire cargado de aromas silvestres dilataba la nariz de la muchacha que descendía seguida de su padre, con el rostro abochornado por el sol, los ojos húmedos, cimbreante la firme pulpa de sus caderas bajo las sayas de bayeta.
Entre los montes Juana se puso a recoger leña, mientras su padre, sentado a la sombra, chacchaba febril y obstinadamente.
Cuando Juana acabó su tarea y tenia preparada su carga, el sol entraba a la hora de JIPASH. Atanasio chacchaba; tenía los labios negros, un lado de la cara hinchada con una inmensa bola de coca y sus manos sacudían febriles el PORONGO de la cal. ACUNA, TAYTA (5) dijo la hija, rompiendo el silencio. El mostrenco arrastrado, me ha brujeado dijo Atanasio, poniéndose de pié. mi coca amarga. Qué va a poder hacernos nada, mientras nuestro Dios nos ampare, contestó la hija, poniendo su carga de leña a la espalda. Tú no sabes, ese maldito tenía su arpa curada; cuando tocaba mi coca saltaba afuera y yo mismo quería llorar.
Así, con un gesto de presagio, padre e hija regresaban a su casa, cuando a la vuelta de un recodo, la muchacha que iba por delante, tropezó con un cerdo que se había tendido a dormir en medio del camino. La obscuridad de la noche se hacía cada vez más profunda. El padre sintió, al instante, que lo desconocido que temía, se acercaba. Detente! No sigas. gritó es el cochino del brujo; mi coca se ha partido por la mitad cuando ha gritado.
El cerdo desapareció y ellos, después de un rato, siguieron su camino. Entraban a la población cuando sintieron al cerdo que gruñendo les seguía los pasos. No voltees la cara, aconsejó Atanasio a su hija; déjalo que nos siga, con mi coca lo voy a curar para que el arrastrado brujo se quede atontado en cualquiera parte. Pero la muchacha no había podido resistir el miedo y presa de un terrible pánico había soltado su carga y partido a corrrer como una loca. Cuando Atanasio llegó a su casa había encontrado a Juana, desesperada, arrancándose la ropa, mésándose los cabellos y con los ojos desorbitados. Atanasio solo había escupido con desdén y había dicho entre dientes. Ya se lo que quieres maldecido.
Desde ese día Juana no había vuelto a cobrar su razón. Pasaba los días entre crisis nerviosas terribles y postraciones de completa insensibilidad. La habían llevado donde el cura para exorcizarla, pero no había tenido ningún efecto, sin duda porque el cura eru ZURIYOX (6. Atanasio se había disfrazado de un gesto indifini.
ble, había henchido su bolsa de coca, como apercibiéndose a una lucha obstinada y secreta con enemigos invisibles. Una de estas noches el cerdo maldito tiene que venir, pero se ha de encontrar conmigo. dijo tranquilamente.
Esperó una y dos noches chacchando interminablemente su coca, sentado a la puerta de su casa, en el absoluto silencio de la obscuridad, mientras dentro, de rato en rato, su hija se agitaba en estertores nerviosos y lanzanba débiles gemidos de angustia.
Atanasio tenía una idea fija: no dormir. El maldecido estará soplando para que me duerma, pero mi coca me defiende se decía. Sin embargo, la tercera noche una terrible alucinación se apoderó de él. Chacchando y chacchando en medio del silencio y la obscuridad de la noche había comenzado a percibir, primero lejos y despues más cerca, los sones tentadores del arpa embrujada del pacllonista. Se tapó los oídos con bolitas de coca masticada, pero la música endemoniada le hacía saltar el corazón. Ahora viene a hacerme dormir, tocando su arpa pensó acurrucándose más hacia la puerta que cerraba a su hija.
La música del arpa, quejumbrosa, monótona, que incitaba a mover los pies en una zaratanda de tristezas, llegaba cada vez más clara y más insinuante. Atanasio ya no se defendía, tenía las manos crispadas inmóviles sobre el pecho; pero un pequeño resto de conciencia le hacía sentir que no estaba dormido, que no dormiría por nada, que seguiría escuchando la música del mañoso muchas horas, muchas noches; sin dormirse, sin dejarse vencer por el brujo tentador, sin abandonar la puerta que guardaba a su hija.
De repente el arpa había cambiado de tono. Había comenzado a tocar a los oídos mismos de Atanasio esa música bárbara, alegre, de entusiasmo demoníaco de la DANZA DE LOS DIABLOS (7. introduciendo no se qué extrañas sensaciones en el alma del alucinado. Un bordoneo que estimulaba saltos y zapateos fluía del arpa en interminable corriente, cuando un grito agudo y estridente cortó de un golpe la música e hizo saltar a Atanasio hacia el interior de la habitación donde dormía su hija. Juana había lanzado ese grito, y ante los ojos desorbitados y la actitud estática de Atanasio se había realizado el atroz ultraje, la infame venganza del brujo pacllonista.
Después el infame se había parado ante él y le había escupido. Lo que he querido ya está hecho; ahora quédate con tu hija.
Poco antes de amanecer, cuando los pajarillos llenaban el aire de mañana con sus trinos, Atanasio, como un loco, como un sonámbulo, había recorrido la población, parándose de rato en rato para gritar. Mi hija se ha ayuntado con el diablo.
Quedaron un rato las mujeres en silencio, hasta que una de ellas añadió, bajando la voz hasta hacerla casi imperceptible. Otras gentes dicen que no es sino su mismo pa El castigo de Dios tiene que venir por todo esto dijeron todas con un extraño temblor de terror. Despues siguieron hablando mucho rato, hasta que la Luna co menzó a esclarecer el silencio taciturno de los cerros vecinos, y, Alejo escuchando se había quedado completamente dormido.
dre. 1) Està en cinta del diablo. Está embrujada mi arpa. Viejecito, como tratamiento familiar (4) Opilado con la coca. 5) Vamos, padre. Que tenía hijos. Paile tipico del lugar, con vestuarios y máscaras adecuadas, cuya música tiene una bărbara alegría; es danza casi ritual, que se baila en la fiesta de Corpus Christi,