Mussolini

AMAUTA 33 EL POETA DE LOS OJOS DORADOS POR ANOELA RAMOS En todo hombre se esconde un poeta y un tirano; hasta en éste que tenía los ojos dorados y fosforecentes, iguales a las alas de ciertas mariposas que ya no se ven porque las inglesas coleccionistas van terminando con la especie.
Este hombre de los ojos dorados tenía el poeta en el cerebro y el tirano en el estómago; pero lo primero que yo descubrí en él fué al poeta, aunque su poesía no dijo nada a mi emoción. Se declaró en unos versos que voy a tener la mala fe de copiar: Diste vuelta a la llave eléctrica de tu mirada se rompieron los cordeles de mis nervios.
cayó al suelo el de mis ansias.
y ahora voy desnudo y envuelto en tu mirada.
Yo era una mujer débil y cursi como todas las demás con una almita tenue y azulada en la que todavía quedaban rezagos del convento la dulzura de los cánticos celestiales y la vaguedad en espiral del incienso. así como hay mujeres a las que solo las dominan los galones y el bigotito de un alferez, hay otras que caen con un soneto.
Me enamoré hasta la imbecilidad y nos casamos. Cómo contar aquí sin ponerme huachafa o picaresca, las melosidades de la luna de miel. Callándome!
Yo soy tan vibrante como la estación de la pero a decir verdad a los tres días de bodas creí que no me había casado sino que había cometido la travesura de comprarme dos cajas de manjarblanco en la Gastronómica (Mantas 139 50 caja) que devoraba encerrada a espaldas de papá y de mamá.
Así como entre la multitud hay un momento de desborde en el que aparece una baiiarina de piernas elásticas y todos se sienten machos, o en el que surge un Jefe de Estado El Hombre y todo se sienten caballos, desuncen el coche y parten en vertiginosa carrera; así se sintió mi poeta y quitando de mi coche de futura cenicienta el caballito blanco de mi fantasía, cargó conmigo durante tres días por la diminuta casa, mientras yo colgaba a su cuello el cascabel de mi risa y fustigaba su carne con mis besos.
Todo pasa. Eſ rey David tenía esta frase en una sortija y yo mujer futurista la mandé bordar en mis pyjamas para consolarme. Pasaron los besos ardientes, las mentidas promesas, las palabras falaces. quedó escueto, paseándose por la estancia antes tibia de besos (una escritora buena diría otrora tibia de besos. pero yo soy una escritora mala aunque no una mala escritora, y digo las cosas como me dá la gana) el fantasma de la realidad.
Mujeres. advierto que no es una proclama. Desconfiad mucho de los hombres que ponen sú nombre, su corazón y su lira a vuestras plantas, porque llegará el día en que pondrán las plantas en vuestras caras, nó para pegaros (con las manos basta) sino para pediros que les lustréis los chusos.
El poeta que tenia los ojos dorados, el corazón en almibar y hacia versos futuristas, escondió como los prestidigitadores todos los trucos para engañar bobos, hasta el batón de seda azul y el gorro de fakir con que recitaba a Rubén, y puso un horario igual a los de las fábricas y las estaciones en el que se estampaban sus necesidades: Despertarme p.
Baño tibio 112 Almuerzo Comida (a la hora que telefonee. Que pronto se descubren los hombres! Las mujeres esconden las uñas durante más tiempo, siquiera hasta que se acostumbren a nosotras y les cueste trabajo abandonarnos.
Comencé por examinar a los maridos de mis amigas ¡todos eran iguales! Hasta el compañero de la cocinera era igual: todos, además de exigir las gollerías que he detallado y otras que callo, piden más o menos esto: Medias martes y sábado Camisa domingos y días feriados todos los sábados.
Mi marido se diferenciaba del dentista y del cobrador del Banco, en que se cambiaba las medias un día sí y otro nó, el dos veces por semana y las camisas de seda el domingo. Los días corrientes llevaba camisa de céfiro a rayas y cuando se le ensuciaban los puños les daba vuelta.
Dócil a ia tiranía del baño, del almuerzo y de las camisas, terminé por reemplazar a la cocinera y a la lavandera en las grandes solemnidedes. Así, cuando era su cumpleaños me tocaba deshuesar el pollo y preparar la mayonesa y cuando tenía comida con sus amigos, planchaba las camisas.
Yo debía tener la cara de resignación estúpida con que representan en algunos espantosos cromos a la Virgen de los Siete Dolores. mientras mayor era mi resignación, subía la marea de sus exigencias: de fregona de adorno, pasé a ser fregona obligatoria. Ahora exigia medias limpias y menú variado todos los días y en cuanto a camisas era más tirano que Mussolini, porque éste se conforma con su camisa negra.
Un día el último de esta historia quiso salir hermoso como Rodolfo Valentino y me falló la camisa. Se puso solemne, se puso más trágico que cuando declamaba. Parecía un diputado a la hora de pedir un reloj para la plaza de su pueblo.
Todos tenemos (hablo de los seres inteligentes) un salvavidas que nos saca flote en las horas desesperadas.
Yo tenía un salvavidas de humorismo insospechado. AL verle los ojos encandilados, las manos crispadas, el gesto agresivo y los rizos sobre la frente, no tan sólo me desmoroné de risa sino que le dije con mucha guasa: Vean al Principe de Gales.
Dos días después, viendo que el poeta de los ojos dorados no aparecía por casa, no lloré ni me tiré el cabello como las damas antiguas. Yo soy mujer moderna que baila el charles. esa danza terrible que es como si se te pegara un papel con miel en el taco, lo quisieras sacar en el otro pié y se quedara, así hasta el delirio, hasta la epilepsia) va al cine y frecuenta la opereta. Conseguí un hombre terrible, un hombre corrosivo como el ácido muridtico y comprendi entonces lo que vale un amante sobre un marido y establecí esta fórmula: Un amante es un hombre que se conforma con todo.
Una amante es una mujer que no se conforma con nada. mi marido? me preguntarán aquellos a quienes les gusta las anécdotas hasta el final.
Hizo todo lo que hacen los maridos en estos trances.
Cada vez que se encontraba con algun amigo, hacia la víctima y decía que yo era una. Una palabra bastante conocida y que se estampará en las revistas del siglo XXI, pero que ustedes que viven con un siglo de adelanto la adivinan.