AMAUTA 27 de nuestra época no son superficial y exclusivamente políticas sino, principalmente, económicas y sociales. El empeño de Valcárcel toca en lo vivo de la cuestión del indio y de la tierra. Busca la solución nó en el gamonal sino en el ayllu.
III LA REGION EN LA REPUBLICA Admitida la prioridad del debate del problema del indio y de la cuestión agraria sobre cualquier debate relativo al mecanismo del régimen más que a la estructura del Estado, resulta absolutamente imposible considerar la cuestión del regionalismo o, mas precisamente, de la descentralización administrativa, desde puntos de vista no subordinados a la necesidad de solucionar de manera radidical y orgánica los dos primeros problemas. Una descentralización, que no se dirija hacia esta meta, no merece ya ser ni siquiera discutida. bien, la descentralización en si misma, la descentralización como reforma simplemente política y administrativa, no significaría ningún progreso en el camino de la solución del problema del indio y del problema de la tierra. que, en el fondo, se reducen a un único problema.
Por el contrario, la descentralización, actuada sin otro propósito que el de otorgar a las regiones o a los departamentos una autonomía mas o menos amplia, aumentaría el poder del gamonalismo contra una solución inspirada en el interés de las masas indígenas. Para adquirir esta convicción, basta preguntarse qué casta, qué categoría, qué clase se opone a la redención del indio. La respuesta no puede ser sino una y categorica: el gamonalismo, el feudalismo, el caciquismo. Por consiguiente. cómo dudar de que una administración regional de gamonales y de caciques, cuanto más autónoma tanto mas sabotaría y rechazaría toda efectiva reinvindicación indígena?
No caben ilusiones. Los grupos, las capas sanas de las ciudades no conseguirían prevalecer jamás contra el gamonalismo en la administración regional. La experiencia de mas de un siglo es suficiente para saber a qué atenerse respecto a la posibilidad de que, en un futuro cercano, llegue a funcionar en el Perú un sistema democrático que asegure, formalmente al menos, la satisfacción del principio jacobino de la soberanía popular. Las masas rurales, las comunidades indígenas, en toda caso, se mantendrían extrañas al sufragio y a sus resultados. Y, en consecuencia, aunque no fuera sino porque los ausentes no tienen nunca razón les absents ont toujours tortlos organismos y los poderes que se crearían electivamente. pero sin su voto, no podrian ni sabrían hacerles nunca justicia. Quién tiene la ingenuidad de imaginarse a las regiones. dentro de su realidad económica y política presente regidas por el sufragio universal?
Tanto el sistema de concejos departamentales del presidente Manuel Pardo como la república federal preconizada en los manifiestos de Augusto Durand y otros asertores de la federación, no han representado ni podían representar otra cosa que una aspiración del gamonalismo.
Las concejos departamentales. en la práctica, transferían a los caciques del departamento una suma de funciones que detenta el poder central. La república federal, aproximadamente, habría tenido la misma función y la misma eficacia Tienen plena razón las regiones, las provincias, cuando condenan el centralismo, sus métodos y sus instituciones. Tienen plena razón cuando denuncian una organización que concentra en la capital la administración de la república. Pero no tienen razón absolutamente cuando, engañadas por un miraje, creen que la descentralización bastaría para resolver sus problemas esenciales. El ganionalismo dentro de la república central y unitaria, es el aliado y el agente de la capital en las regiones y en las provincias. De todos los defectos, de todos los vicios del régimen central, el gamonalismo es solidario y responsable. Por ende, si la descentralización no sirve sino para colocar, directamente, bajo el dominio de los gamonales, la administración regional y el régimen local. la sustitución de un sistema por otro no aporta ni promete el remedio de ningún mal profundo.
Luis Valcárcel me escribe que está en el empeño de demostrar la supervivencia del Inkario sin el Inka.
He ahí un estudio mucho mas trascendente que el de los superados temas de la vieja política. He ahí también un tema que confirma la aserción de que las preocupaciones Llegamos a uno de los problemas sustantivos del regionalismo: la difinición de las regiones. Me parece que nuestros regionalistas de antiguo tipo no se lo han planteado nunca seria y realisticamente, omisión que acusa el abstractismo y la superficialidad de su tesis. Ningún regionalista inteligente pretenderá que las regiones están demarcadas por nuestra organizacion política, esto es que las regiones son los departamentos. El departamento es un término polìtico que no designa una realidad y menos aún una unidad económica e histórica. El departamento, sobre todo, es una convención que no corresponde sino a una necesidad o un criterio funcional del centralismo. no concibo un regionalismo que condene abstractamente el règimen centralista sin objetar concretamente su peculiar división territorial. El regionalismo se traduce lógicamente en federalismo. Se precisa, en todo caso, en una fórmula concreta de descentralización. Un regionalismo que se contente con la autonomía municipal no es un regionalismo propiamente dicho. Como escribe Herriot, en el capítulo que en su libro Crear dedica la la reforma administrativa, el regionalismo superpone a.
departamento y a la comuna un órgano nuevo: la región Pero este órgano no és nuevo sino como órgano político y administrativo. Una región no nace del Estatuto político de un Estado. Su biología es mas complicada. La región tiene generalmente raíces mas antiguas que la nación misma.
Para reinvindicar un poco de autonomía de ésta, necesita precisamente existir como región. En Francia nadie puede contestar el derecho de la Provenza, de la Alsacia Lorena, de la Bretaña, etc. a sentirse y llamarse regiones. No hablemos de España donde la unidad nacional es menos sólida ni de Italia donde es menos vieja. En España y en Italia las regiones se diferencian netamente por la tradición, el carácter, la gente y hasta la lengua.
El Perú según la geografía física, se divid e en tres regiones: la costa, la sierra y la montaña. En el Perú lo único que se halla bien definido es la naturaleza. estadivisión no es solo física. Trasciende a toda nuestra realidad social y económica. La montaña, sociológica y eco nómicamente carece aún de significación. Puede decirse que la montaña, o mejor dicho la floresta, es un dominio colonial del Estado Peruano. Pero la costa y la sierra, en tanto, son efectivamente las dos regiones en que se distingue y separa, como el territorio, la población. 1) La sierra es indígena; la costa es española o mestiza. como se prefiera calificarla ya que las palabras indígena y española adquieren en este caso una acepción muy amplia. Repito aquí lo que escribí en un artículo sobre un libro de Valcárcel: La dualidad de la historia y del alma peruanas, en nuestra época, se precisa como un conflicto entre la forma histórica que se elabora en la costa y el sentimiento indígena que sobrevive en la sierra hondamente enraizado en la naturaleza. El Perù actual es una formación costeña. La actual peruanidad se ha sedimentado en la tierra baja. Ni el español ni el criollo supieron ni pudieron conquistar los Andes. En los Andes, el español no fué nunca sino un pionnier o un misionero. El criollo lo es tarnbién hasta que el ambiente andino extingue en él al conquistador y crea, poco a poco, un indígena.
La raza y la lengua indígenas, desalojadas de la costa por la gente y la lengua españolas, aparecen hurañamente refugiadas en la sierra. por consiguiente en la sierra se conciertan todos los factores de una regionalidad