AMAUTA 19 Nacionalismo verdadero y Nacionalismo mentiroso POR MANUEL SEOANE ¿Se puede especificar y analizar claramente todos los ácidos y sales que en la química del espíritu colectivo dan el precipitado nacionalista?
El observador atento y minucioso bien pronto descubre que, bajo el denominador común de nacionalistas. se afilian los más divergentes y varios contenidos espirituales.
Soy de los que creen que la presente hora del mundo es una hora de nacionalismo, pero nó de un nacionalismo negativo, declamador y estéril, sino de un nacionalismo positivo, realístico y fecundo.
Distinta clase de trabas, la del espacio en segundo término impiden desarrollar integramente, por un derecho camino de exposición, el concepto de un nacionalismo inte.
gral. Seguiré pues, por ahora, la senda negativa de la crítica.
Frente al concepto del nacionalismo ecuánime, presto a evolucionar perfeccionándose, de posibilidades actuales, frente al concepto viviente en los mejores, por decirlo así, conviven sus dos derivaciones opuestas y antagónicas: el internacionalismo y el patrioterismo.
El internacionalismo aún en sus manifestaciones esporádicas de un ecumenicismo relativo, como el panamericanismo. el latinismo carece de base sentimental, de apoyo en la realidad, de fuerza verificadora y no es sino una abstracción puramente cerebral.
La conciencia del hombre contemporáneo, no desarro llada aún hacia todos los confines de la cultura, carece de sensibilidad universalista. Presentemente, ni aún en el más rígido y cerebral internacionalista absoluto, desaparecen ciertas fronteras inconscientes que lo separan, por prejuicios de raza o cultura, de ciertas zonas humanas.
Creo que cuando el mundo avance y desaparezca el para entonces innecesario regionalismo político, subsistirá, durante mucho tiempo, cierto regionalismo espiritual, como acontece con los judíos, pueblo sin unión política pero con fuerte trabazón racial, con exaltado regionalismo étnico, a pesar de ser este pueblo el inventor de la primera concepción ecuménica: un Dios universal.
Pero si el internacionalismo absoluto viene a ser inconsistente y ficticio, hay otro que, apoyándose en causas palpables e inmediatas, puede convertirse en realidad. tal categoría pertenece el movimiento tan pródigamente bautizado que tiende a unir, ampliando la concepción bolivariana, las naciones de Centro y Sudamérica y que es, en verdad, un movimiento de nacionalismo continental, como ya lo han bautizado sus inspiradores argentinos.
Este nacionalismo continental, que ahora tiene un claro programa de acción, tropieza para su desenvolvimiento con los varios regionalismos políticos, que vienen a ser sus formas correspondientes en grado inferior.
Los esfuerzos de los buenos y auténticos nacionalistas deben orientarse hacia la necesidad de purificar el concepto de patriotismo, librándolo de toda venda sentimental, proveyendolo de contenido lógico y fecundante, desatándolo de un pasadismo estático e impulsándolo, mediante la renovación perenne, hacia un porvenir mejor.
Actualmente prima un concepto simplista, cardiaco e inconsistente de lo que es patriotismo. Es un concepto rudimentario, que se debe hacer evolucionar, perfeccionándolo desde su forma primitiva de simple emoción hasta convertirlo en energía útil a la sociedad. Ocurre esto acaso?
No. Duele constatarlo, pero muchos espíritus sincera mente patriotas carecen de una visión integral de los cauces por los que debe correr esa fuerza motriz y purificadora que es el nacionalismo.
Dos sucesos recientes me hablaron al espíritu de esta desorientación. Uno de ellos fué el fracaso sufrido por una colecta pública, verificada en la Argentina, para adquirir la casa en que murió San Martin, lo cual es una forma simpática de rendir homenaje a quien fué motor de evolución en una época vencida sólo parcialmente. El público no respondió a este llamado, que carecía de fuerza actual, aportando, en cambio, entusiastamente, sumas considerables para premiar el raid tortuguismo aereoque realizaron Duggan y Olivero.
La otra causa a que hagó referencia es la frecuente respuesta que escucho de labios de ciertos peruanos, los que, cuando son interrogados por su nacionalidad, responden: peruanos, pero limeños. como queriendo de fenderse de los implícitos. cargos de serrano. cholo e indio. en los que una fácil ignorancia suele catalogar a todos los nacidos en el Perú.
Es de preguntarse, entonces, en qué consiste, para estas personas, el vínculo nacionalista, sea renovar la pregunta que encabeza este artículo.
Lo cierto es que, urgido por la necesidad de un análisis que lo purifique, que lo haga próvido y útil, el endeble nacionalismo de la mayoría sólo sirve de fácil plataforma a los demagogos de la reacción, de cómodo instrumento a los manipuleadores de un sentimentalismo tanto más respetable cuanto más irracional, al igual que, por el extremo opuesto, los internacionalistas absolutos desvían el descontento popular. que por ser beligerante y activo debe hacerse fecundo hacia estériles abstracciones declamatorias y huecas que se olvidan con el primer traspiés de realidad. Existe un fuerte sentido de peruanidad en los presuntos cinco millones de habitantes del Perù?
Nó. El gran lazo nacional, que solo une a los criollos, es de origen sentimental, hecho dogma antes de ser analizado. Carecemos de una gran voluntad colectiva, enderezada a resolver nuestros problemas auténticos. Más claramente, carecemos de sentido nacionalista.
El verdadero nacionalismo, que es preocupación honrada por lo propio y que no implica odio a todo lo extraño, sino adhesión cooperadora a un gran fin internacional, no ha arraigado en el Perú. Ese nacionalismo, ese patriotismo, se habría identificado con un ideal de justicia que estamos muy lejos de palpar. Ese nacionalismo, ese patriotismo habría conducido a la cuidadosa conservación de nuestra verdadera riqueza natural, librándola sin odio, pero con energía de la codicia peligrosa de los verdaderamente extraños a nosotros.
Ese patriotismo, ese nacionalismo, exigen, no sólo la solución justiciera de nuestros problemas interiores y exteriores, por gradación de importancia, sino el cuidado celoso de las fuentes naturales de riqueza, del patrimonio común, que es la tierra y la hacienda fiscal. Mientras ella se encuentre, total o parcialmente, fuera de la soberanía nacional, por convenios o circunstancias modificables, y mientras ese patriotismo y ese nacionalismo no intenten su reivindicación, ellos no pasarán de ser sino unas mentiras más en el vasto repertorio de las falsas ideas eirculantes.
Buenos Aires, octubre de 1926.
Caomene.