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AMAUTA 16 CROQUIS DE ATARDECER Tocada de la gracia de Dios por obra tuya, me rodeo de luz con tu fervor.
Yo estoy bendita desde que tus brazos formaron un círculo de hierro alrededor de mi cintura. Bendita desde que hundiste el rostro entre mis dedos, desde que descansaste sobre mi pecho con el abandono de una criatura.
En las rodillas y los hombros llevo tatuada tu huella.
Todo mi cuerpo conserva la ansiedad de tu contacto.
Qué importa que el tiempo desenvuelva sobre mi vida tu telaraña roja.
Qué importa que te arrebate a mi cariño en tormenta una fuerza más dulce que yo. traves de los días me hallarás impasible, en sordina la angustia y la visión amplia extendiéndose por todos los caminos de la tierra.
He vivido lo maravilloso. Sufrí hasta penetrarme de palidez y llevo la desesperanza en el gesto cansado de ia boca.
Contigo me saturé de tristeza y de infinito. No habrá distancia que te aleje, ni brazos que te protejan de mi recuerdo. Estaré más en tí cuando busques olvido en otros labios.
Tu vida estará ligada a mi vida por un largo rosario de besos de lágrimas.
MARIA ROSA GONZALEZ.
Concepción. 1926.
Sin embargo, para aquellos optimistas valerosos que gustan de ver más bien el aspecto risueño de las cosas, diré que por lo que hace a la teoría, a la convicción íntima y al dominio del espíritu, todas nuestras convicciones y todas nuestras tendencias nos llevan a concebir y a procurar la realización de las mas altas formas de convivencia humana.
Es curioso, por ejemplo, observar que mientras en la Europa de la post guerra el nacionalismo se recrudece y retorna a maneras casi agresivas, entre nosotros en cambio, gana cada día mas adeptos el viejo plan de crear una Federación poderosa con todas nuestras nacionalidades aisladas. De esta suerte, mientras Europa se desintegra en nacionalidades, nosotros nos encaminamos a la formación de un vasto Estado. En tanto que otros paises afirman los muros aisladores del nacionalismo, nosotros procuramos abrir nuestras puertas a los influjos externos y la inmigración extraña. Al proceder de esta suerte, confiamos, sin duda, en nuestros vastos recursos vírgenes y en el poder asimilativo de nuestra cultura. Un poder de asimilación que se funda en la flexibilidad y la libertad, mas bien que en el rigor de las normas. Poseemos naturalmente, desde antiguo, un tipo peculiar de cultura, una tradición ilustrada que nos ha defendido de la desaparición durante los períodos mas negros de nuestra barbaries y tiranías.
Con la orgullosa y sólida estirpe indígena, España combinó su sangre y su espíritu. Después rompimos, para siempre con la monarquía, pero nó con el pueblo español. En distintas épocas, se han hecho sentir también otras influencias. Francia, por ejemplo, debemos el culto de la libertad política y la fé en el mejoramiento social. El genio y el arte de Italia, la filosofía de Alemania, la música austriaca, la literatura rusa, todo esto, ha dejado huellas y ha producido ecos en aquella región de alma fecunda, plástica y libre totalmente de prejuicios ideales. Tanto es así que aún en las peores épocas de las tiranías, la libertad del pensamiento se ha mantenido inmaculada en toda clase de cuestiones filosóficas, religiosas, artísticas y aún sociales y económicas, pues comunmente la única exigencia del déspota es que no se toque directamente su persona. Lo demás, como no lo entiende, lo juzga inofensivo, desdeñable, si no es que le entra la vanidad de sentirse Mecenas, pues entonces se rodea de esos intelectualillos de segunda que en ninguna Corte del mundo han faltado. En todos los casos nuestra terminología cívica, nuestro léxico patriótico habla en tono generoso, habla de rebasar fronteras y de ensanchar el corazón para que abarque a todos los hombres. en honor a la verdad no siempre se ha quedado, todo esto, en pura prédica; no solo lo malo ha de decirse, sino tam bien lo bueno porque así se estimula a los buenos y se hace justicia al pasado. Nuestro mismo nacionalismo, ese punto quebradizo de la moralidad de todos los pueblos, ha solido asumir entre nosotros determinados aspectos que bien podrían servir de precedente para un nuevo concepto del derecho de gentes. Para comprobar tal afirmación reteriré sólo dos casos notorios. Durante el gobierno de Sarmiento, la Argentina coaligada con el Brasil y el Uruguay tuvo que hacer la guerra al Paraguay, para extirpar de allí la planta maldita del caudillaje, la más monstruosa quizás de todas sus manifestaciones. En la historia de la criminología merece lugar de infamia un déspota feroz que deshonró los nombres de López y Solano. Para deponerlo, invadieron el Paraguay los ejércitos unidos de las tres poderosas naciones del sur. Desgraciadamente, malas inteligencias llevaron al pueblo paraguayo a una resistencia tan he.
roica como inútil; desgarra el corazón enterarse de aquella epopeya oscura y magnífica; magnífica por el valor desespe rado de los patriotas que creían defender su territorio y oscura por que la deshonraba la jefatura de un asesino. Es fama de que casi se acabaron los hombres del Paraguay de entonces porque los que no había colgado Solano como enemigos de la causa, se hicieron matar en defensa de la patria infortunada. Pero así que todo el país estuvo sometido, así que Solano quedó eliminado y que se pudo tratar con lo que quedaba de la nación paraguaya, Sarmiento comenzó y terminó los tratados con esta frase sublime: La Victoria no dá derechos. el Paraguay no perdió una pulgada de territorio ni tuvo que soportar carga ni humillación de parte de sus vencedores. Sobre la idea nacional ob tuvo un triunfo esplendente la idea iberoamericana. Toda idea de conquista en lucha de naciones de habla española parece absurda desde aquel precedente.
El otro caso se refiere a mi patria particular, a la infortunada y generosa nación mexicana. Entre la antigua Nueva España y la Capitanía General de Guatemala existe un territorio que se llama Chiapas. Cuando México se organizó como nación independiente, Chiapas, quedó comprometida dentro de nuestros linderos; pero unos cuantos años después los Chiapanecos tuvieron la idea de anexarse a Guatemala; lo discutieron, lo votaron y lo hicieron POco tiempo después, pensaron que era mejor volver a reunirse con México; entonces se separaron de Guatemala y volvieron a entrar a la Federación Mexicana y durante todas estas entradas y salidas, a nadie se le ocurrió, ni en Guatemala ni en México, que aquello podía ser un casus belli. Ni siquiera se nos ha ocurrido tildar a los chiapane.
cos de traidores a la causa de Méxieo o a la causa guatemalteca; sin duda porque Guatemala nos es tan querida como cualquier porción de México o de la América Española.
Esto también demuestra que la unidad étnica se impone fatalmente a las falsas barreras meramente políticas del interés nacional; un interés temporal, relativo y subordinado al interés y a la misión de la raza. CONCLUIRÁ EN EL PRÒXIMO NUMERO)