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AMAUTA 39 Share pe care para a remotísima. No puede ser efecto de la conquista que se realizó sin luchas. Tres siglos de coloniaje no es creible, por más sistemática crueldad que haya ejercido, que produzca tan total postración, tan integra y definitiva anulación de todos los principios vitalizadores del espíritu.
Al adentrarnos en el alma de la raza para buscar los resortes deteriorados, nos perdemos en tenebrosas perspectivas de infinito donde apenas se perfilan las sombras de los tiranos.
Hagamos el esfuerzo de llegar a su encuentro para ver si hallamos en su cortejó a los Amaútas, a los sabios amantes del saber, de la prudencia y del buen consejo, y averiguemos el grado de responsabilidad que les toca en el delito irremisible de haber asesinado el alma del pueblo. Qué de siglos duró ese tránsito del estado de salvajismo al nacimiento de la cultura? Cabe suponer que en la soledad cósmica del continente americano, ese tránsito del salvajismo a la cultura no se realizó una sino muchas veces. Lucha de tribus que gestaban una cultura más o menos efímera que luego decaía al empuje de otras tribus preñadas de otra cultura. En esa lucha de selección, de fuerzas brutales, floreció una con capacidad suficiente para sojuzgar a las demás. Esta fue la trihu de los Kechuas que tuvo el extraño florecimiente de la casta inkaika.
Ya hemos dicho que siguiendo a Garcilaso de la Vega, casi todos los historiadores del Perú antiguo están de acuerdo en que el gobierno de los inkas fue el más suave y paternal, sin recordar el hecho psicológico de que Garcilaso, por línea materna era vástago de la casta inkaika y que al decir trocósenos el reinar en vasallaje, hablaba con la nostalgía del trono de sus antepasados.
Pero lo que ha hecho ese régimen suave y paternal de los Inkas con el pueblo, lo tenemos ahora mismo a la vista, hablándonos con la más alta elocuencia de lo que resulta cuando la esclavitud y el servilismo tienden su velo sombrío sobre el espíritu de los hombres que se agruparon en pueblos con el ansia inmanente de libertad y justicia, Los Inkas del Perú, rodeados de un prestigio legendario, divino, aguzaron la astucia y el ingenio para sojuzgar sin consideraciones y sin piedad a todas las tribus que iban cayendo bajo su poder conquistador.
Hay que considerar que en el proceso de la cultura inkaica no hay grandes vuelos del espíritu, no hay esas creaciones del arte que se levantan en un amplio horizonte de libertad, porque la casta frenaba los movimientos expansivos del pueblo; saturada de soberbia, envanecida en su poderío, se creyó la única capacitada para las altas funciones del espíritu. como una casta jamás puede desarrollar una inmensa curva de cultura, decayó en el refinamiento, en la molície, en la sensualidad. Esa estrecha casta șe corrompió y con la corrupción sometió más al pueblo, lo humilló totalmente, lo envileció.
Como en el proceso de toda cultura, hay que imaginarse también, que en la cultura inkarka, hubo esos grandes ritmos que informan en la historia de los pueblos la gran marea de su vitalidad, pero sin haber llegado nunca a esa creación de los pueblos libres que es el conjunto de idealismos comunes. Esa casta refinada y sensual tuvo sus períodos de ritmo descendente; de relajamiento, de hastío, de inanidad ante el absoluto silencio del cosmos. Era la época de las orgías embrutecedoras del consumo bestializador de aka (chica) que el Inka hacia distribuir sistemáticamente; la época de las saturnales del akataymita, y en la corte del Inka de las promiscuidades del wausay. Seguía el ritmo ascendente; magníficas fiestas en honor de los dioses tutelares; el poder avasallador de la conquista y como protesta de las relajaciones el hacha de un nuevo Inka se ñalando la ruta al paso marcial de sus huestas brillantes.
Ese es el momento de las deliberaciones y de los grandes consejos donde superan los amaùtas.
Pero esos amaútas que son el florecimiento, la cúspide de la cultura desarrollada por la casta nkaika, no asumieron jamás el nobilísimo gesto de arrojar gérmenes que despertaran las mejores facultades dormidas en el pueblo, y si alguno hubo tan osado, seguramente pereció en la tormenta y el patíbulo. Entonces los amautas contribuyeron a fomentar y desarrollar el orgullo de los principes, ponderardo los hechos de sus antepasados y las gloriosas hazañas de los emperadores, en términos más o menos adornados La enseñanza para el pueblo era la de la sumisión y el servilismo.
Historia, astronomía, legislación, jurisprudencia y cultos religiosos, todo pasaba por el tamiz de su elucubraciones, pero única y exclusivamente con un fin aristocrático y doméstico.
Esas gigantescas murallas de piedra que vemos, eran levantadas precisamente por el pueblo bajo el látigo de los kurakas, para hacer la separación cada vez más profunda de la casta iukaika y el pueblo. Esa casta que no tuvo un gran ideal para conducir al pueblo, que no fueran las conquistas y los ritos religiosos, no dejó que lo creara en libertad; anulando su espíritn no hizo más que condenarlo a los trabajos estupefacientes de arrastrar peñascos desde Quito a Cuzco y vice versa.
Todo refinamiento que es casi siempre un producto de la neurosis y el hastío, lleva a la crueldad y a la sensualidad. fueron los amautas los que contribuyeron a una y otra forma de ponderación de ese morbo. Fueron los que inventaron los nombres más pomposos y brillantes para los Inkas guérreros, llamandolos Illapa khari, ķapax, Apu, Auki, como los hierogramatas de Bizancio que soplaban la vanidad y el orgullo de su tiranos, aplicandoles nombres rebuscados entre el servilismo y la logomanía. Los arawikus componían cantos casi con idéntico afan o tal vez para acallar el grito íntimo de temores sin objeto y sin causa que asaltaba a veces la sensibilidad embotada de la casta omnipotente.
Imposibles en la voluptuosidad de su poder y de su ciencia los amáutas veían pasar desde lejos a las turbas plebeyas, andrajosas y hambrientas, rescaldadas por el látigo.
Si los amautas en vez de invernar a la sombra de la corte inkaika, laubieran batallado entre el pueblo, habrían gestado una cultura que, aun en estos momentos, florecería con la prodigiosa originalidad del mismo suelo americano.
Falto libertad para el desarrollo individual, por eso sus construcciones revelan el brazo colectivo de la masa extorsionada; no hay el bulto resaltante de una obra singular, forjada por el artista en la creación amplia y libre del espíritu.
Pero ya en ese ritmo que hemos apuntado, comun a todos los procesos de cultura, surgieron algunos amautas de generoso espíritu libertario: era el movimiento en crescendo de esa cultura de monótona expresión musical. Los rasgos de uno de esos momentos que con más precisión han llegado hasta nosotros, son los del reinado del más caballeresco de los Inkas, del señorial Huayna Kapax. No hay duda que en ese momento comenzaba la fermentación de gérmenes que habrían sido la levadura de futuras revoluciones que para siempre la conquista trunco por anticipado. El dato revelador lo debemos al Jesuita anónimo. Tres Relaciones. quién refiere que un amaúta llamado Amaro Toko, sostuvo una larga controversia para probar que ningún hombre nacido de varon y de mujer podía ser un dios: pues de poderlo ser uno, debían poderio ser todos los demás, de donde resultaría una confusión de dioses, completamente innecesaria. Los argumentos de Amaro Toto impresionaron al Inka, cuya delicada sensibilidad sintió la impresión del advenimiento de una amplia y saludable democracia en el pueblo, donde germinaban ya ideales colectivos, mientras. un puñado audaz de aventureros asechaban codiciosos el Imperio.
LA VIDA DE AMAUTA. DEPENDE ABSOLU TAMENTE DE LA COOPERACION DE LOS HOMBRES IDEALISTAS HONRADOS DEL PERU.