DemocracyIndividualism

AMAUTA 37.
La Universidad y la Vocación Política del Siglo POR CARLOS SANCHEZ VIRAMONTE Hasta ahora, la universidad argentina sólo ha trascendido en la vida nacional en forma de acción cultural y política, realizada individualmente por los que en ella aprendieron o enseñaron.
La mayor parte de nuestros hombres de gobierno han sido universitarios, particularmente abogados. Durante mucho tiempo el grado académico significó, más que todo, un título habilitante para actuar en política y desempeñar funciones públicas de importancia. El diploma profesional comportaba una prebenda burocrática de la clase burguesa llamada dirigente; de esa suerte, la prudencia aconsejaba en todo momento preocuparse, más que del tecnicismo profesional, de la capacidad guberniativa con que debía dotar la casa de estudios a sus egresados.
Sin embargo, no ha ocurrido eso. pesar de que el mayor incentivo de la carrera universitaria, consistía en los prestigios inherentes al título y al tratamiento de doctor. hasta el extremo de que entre nosotros ofendería el simple tratamiento de abogado, frecuente en los países europeos nuestros, universitarios fueron y son aún nada más que profesionales, más o menos laboriosos, hábiles o afortunados.
La primacía del leguleyo sobre el jurisconsulto, del politiquero sobre el estadista, del verbalista sobre el investigador y del diletante sobre el filósofo, hizo de nuestras dos viejas universidades organismos aparatosos y solemnes, pero inocuos, puestos al servicio de los gobernantes y del clero. La primera tentativa de reforma se llevó a cabo con la fundación de la Universidad de La Plata. Sus planes de enseñanza y los métodos adoptados acusaban un esfuerzo orientador que extendió su contagio en forma lenta, pero definitiva, sobre toda la vida educacional del país; y que sirvió de fundamento, confesado o no, a la acción innovadora de los años 18 y 19, denominada la Reforma.
El plan de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata, contenía una innovación fundamental y era la de intensificar el estudio de las ciencias sociales y del derecho público, disciplinas ambas que carecen de interés profesional, pero contienen en buena parte el problema de la cultura. Además, el espíritu de los maestros fundadores nos basta indicar a Joaquín Gonzáles y Agustín Alvarez significaba por sí solo, una garantía de rectificación frente a la mentalidad colonial que imponía su patrón teológico eclesiástico burocrático. partir de la Reforma se vienė agitando incesantemente y en forma declamatoria las cuestiones sociales y políticas a las que se halla vinculada la Universidad, y ya se sostiene que a ésta le incumbe el estudio analítico de los problemas, la critica de la organización existente y el esfuerzo constructivo que reclama la renovación.
Fuè tan vigoroso el impulso juvenil de los años 18 y 19 que, durante un momento, pareció que la Universidad reformista se reformaba de veras e intentaba colocarse frente a la realidad social, procurando obtener de su análisis desinteresado un fruto de experiencia y de ciencia aprovechable. Luego vinieron el desengaño y desaliento que nos han conducido a esta situación de cobarde indiferencia, dentro de la cual vegetamos esperando que el ritmo del impulso nos aporte una nueva onda de energías transformadoras.
Actualmente las universidades argentinas continúan realizando su paciente y sórdida labor de domesticación del alumno, oprimiéndolo en la malla de sus dogmas y sofismas jurídicos y en la red de los códigos y de las leyes, con la circunstancia y la agravante de que los alumnos de la post reforma tienen una responsabilidad directa que no puede imputarse a sus predecesores.
La llamada extensión universitaria no cumple ni cumplirá sus verdaderos fines, porque la han desnaturalizado los profesores y autoridades del antiguo régimen, que todavía se arrogan la facultad de orientarla con un criterio digno de la censura militar española.
Sin embargo, cada día que pasa se acentúa entre nosotros la tendència a considerar la política como problema técnico, ageno a las pasiones interesadas de quienes lucran con ella. Los partidos políticos no pueden contemplar con serenidad el escenario en que actúan y rara vez resulta de su experiencia militante la rectificación de errores comprobados, porque suelen agotar sus energías en la obtención del beneficio inmediato.
Acaso no pueda decirse que toda la juventud argentina es refractaria al entusiasmo ingenuo y simplista que los caudillos electcrales provocan, pero considero que la nueva generación permanece indiferente a la lucha de los viejos partidos sin ideología y que se mantienen por la inércia de estímulos ya caducos. No obstante, la nueva generación argentina tiene una verdadera vocación política, propia de nuestro siglo, ya que experimenta la inquietud que suscitan los problemas sociales, sin creer en la panacea de la democracia individualista ni en la soberanía popular de las solemnes declaraciones teóricas. Advierte ella la complejidad que reviste el problema de conciliar el interés social y la libertad del individuo, como así mismo la necesidad de rectificar la naturaleza individualista y arbitraria del estado histórico, procurando su adaptación a los verdaderos fines sociales.
Nuestra vieja constitución que nunca fué un obstáculo para los abusos del poder tuvo, en cambio, la virtud de imponer el respeto de sus dogmas a las clases ilustradas y especialmente a la juventud, que, de tiempo. en tiempo, opuso a la corrupción del ambiente un heroico fervor republicano. Pero eso no sucede ya: los dogmas de la Constitución son hoy para todo el mundo mentiras con vencionales a cuyo amparo lucran los profesionales de la politiquería, y el gobierno se convierte en un hábil escamoteo, que sobrepone el interés privado de los gobernantes al interés social que justifica doctrinariamente su poder.
Las hondas transformaciones que la guerra europea precipitó y la posterior reacción dictatorial y militarista han definido la vocación política de este siglo, inquietándolo con la presencia permanente del problema social y la crisis aguda de los antiguos sistemas.
La nueva generación argentina posee ya bastante bien arraigado el sentido ético de la renovación, mas ne.
cesita orientarse hacia los medios técnicos de obtenerla.
La Universidad, y muy especialmente la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, le debe el aporte de sus elementos.
Por nuestra parte, creemos imposible que se ponga al servicio de tan noble aspiración mientras siga siendo lo que es: el más definido baluarte reaccionario La Plata, Octubre de 1926 basic