AMAUTA 19 o مولا las finanzas del Estado. Encima de las ciudades destruídas, heladas, sombrías y hambrientas, se alzaban inmensos letreros luminosos: Electrizaremos al mundo entero El tiempo de verano fué adelantado en tres horas, de suerte que duraba el Sol hasta la noche. Una vez se ha decomisado un stock de mesas de billar y pronto se ha podido ver en todas partes a mujeres con capotes militares desgarrados y elegantes sombreros confeccionados con paño verde.
Los caballos sin duda han reventado, pero los hombres han demostrado mas resistencia. Enganchándose a las carretas transportaban su ración alimenticia. Cuando por azar se obtenía un poco de carne, se amaba.
Era un tiempo espléndido porque todo el mundo se daba cuenta de que todo esto no había pasado en vano.
Era claro que ésta debía ser la era de los poetas. Se decía los versos en las reuniones políticas, en las cantinas, al aire libre y en las estaciones. No era fácil conseguir una media libra de pan sin que estuviese empapado en inspiracion poética. Fué un tiempo en que el título de poeta, siendo co mo era honorífico, confería al poseedor el envidiable privilegio de ser dispensado del servicio de limpiar de nieve la ciudad. Así en Kieff, yo he estado frecuentemente obligado a examinar, en mi ca. idad de Presidente del Sindicato de Escritores, centenares de ensayos poéticos de principiantes. Estos debutantes, en su vida privada, especulaban con dólares o con sacarina. Los proletcult (las instituciones para la difusión de la cultura proletaria) organizaban escuelas de oficio poético en las cuales los viejos poetas simbolistas ex plicaban a los aprendices apenas alfabetos el arte de rimar.
La prosa requiere tiempo y papel: ambas cosas faltaban. Hasta los certificados de toda clase se escribían al revés de las facturas viejas. Si un afortunado conseguía hacer imprimir sus poesías eran siempre en un magro folleto.
Además los versos son facilmente recitados, aún por el camino, lo mismo que fácilmente pegados a las paredes. Por consiguiente, las causas interiores y exteriores favorecían la expansión de la poesia.
La figura mas representativa de este periódico fue incontestablemente Mayakovski. Es el verdadero portavoz de la juventud rusa. Cuando él rugía con una voz de cien esto no era simplemente la protesta del vientre sino toda una religión. Mayakovsky, se colocó a la cabeza del movimiento nombrado entre nosotros el constructivismo y que, manteniéndose comunista, quiere ser más americano que los mismos americanos. Exteriormente, este movimiento hace pensar en las tendencias de la revista francesa Esprit Nouveau. pero en el fondo nos encontramos en pleno romanticismo.
En una calle de Moscú, donde las casitas de madera no son raras, una calle con montones de nieve, las cúpulas doradas de las iglesias, los colores asiáticos de las calzadas, en esta calle, soñar con rasca cielos y máquinas perfeccionadas, corresponde más o menos a los sueños de un ciudadano de los EE. UU. en la naturaleza salvaje y virgen. El culto del objeto nace espontáneamente donde la industria no es tá sino en sus primeros pasos. Sus ciudades son islotes en medio de la inercia pasiva, pero hostil, de las aldeas.
Essenin fué el poeta propio de esta multitud aritmética Poeta no leído por ella, pero nutrido por su savia secreta.
El es como ella: o turbulencia o desesperación. Su mejor libro es significativo por el título: La confesión de un granuja. He aquí cuatro versos de su libro. Oh! gentil y ridículo potrillo ¿a qué correr y tras de qué. No sabes que la caballería de acero ha vencido a los caballos vivientes?
Habla aquí Essenin de un tren y de un potranco que se ha lanzado en su persecución, pero habla también de otra cosa. El sentimiento de la perdición que se hacía oir desde siempre en su poesía arribó después casi al mutismo.
Debo detenerme en la obra de un poeta, cuya gloria es rara y sorda. Ignorado totalmente por el gran público, ha transformado con su libro el carácter y la materia de la poe sía rusa. Su influencia puede ser comparada a la de Rimbaud LA COLEGIALA, dibujo de Norah Borges Hemos tenido primero una era de poesía. Era un tiempo fantástico, absurdo y admirable, tiempo de hambre, de guerra civil, de carnavales en las plazas públicas, de pin turas de las casas con colores chillones, de terror, de grandes poetas y de piojos tſficos. Todo el mundo estaba ocupado en faenas imprevistas: notarios hacían de instructores en los estudios de ballet, poetas dadaistas arreglaban