Democracy

AMAUTA LA BATALLA DE NUESTRA GENERACION POR EDWIN ELMORE EDWIN ELMORE, por Pettoruti Edwin Elmore debió ser uno de los colaboradores de Amauta. En este equipo de intelectuales libres tenía su puesto. Enterado de nuestro proyecto, nos había ofrecido su cooperación entusiasta. Combatientes de la misma batalla, lo declaramos y sentimos nuestro. Su nombre está inscrito en la bandera de la juventud revolucionaria del Perú. En el aniversario de su muerte, saludamos devotamente su memoria querida.
Y, como homenaje y recuerdo, publicamos las fervorosas páginas de su ensayo EL NUEVO AYACUCHO. en que con noble convicción se dirige a los jóvenes, demandándoles que sean dignos de su época y de su deber histórico.
Son caballeros de la Nueva Gran Cruzada Americana los más recios y avezados paladines de la época, desde Unamuno, el infatigable sexagenario hispano, hasta Waldo Frank, joven pionnier de la verdadera civilización americana.
Ya no se trata de la esforzada. pugna de unos cuantos eldes apasionados y tenaces como en la época romántica y bravia contra la estolidez del peninsular oficialismo. Ya no se trata de oponer a la testadurez y la inepcia de unos cuantos virreyes infelices, esa vaga fé romántica de los libertadores de que habla García Calderón en Les Democraties Latines. Ahora se trata de dar acogida y convertir en incontrastables fuerzas de renovación y de reforma a los clamores del mundo.
Por eso el grito americano de hoy no tiene la engañosa sencillez de la palabra que enarbolaron nuestros himnos. Cómo podríamos decir ahora somos libres. No es acaso muy vago aquello de: oid mortales el grito sagrado: Libertad, Libertad, Libertad. No. El grito americano de hoy si alguno existe es muy distinto. Es más universal y humano. No discutimos aunque hay imbecilidad suficiente aùn para pretenderlo. el ideal que dió origen a la formación de nuestras nacionalidades; tratamos de salvar sus corolarios en esta gran catástrofe que amenaza al mundo: tratamos de concretar en nuevos principios de vida humana, en nuevos postulados, leyes y costumbres, la realidad íntima de ese ideal victorioso cuya eficacia suprema para producir paz y felicidad se empeña en desconocer y suplantar una nueva y extraña raza de tiranos que infesta el planeta.
Por eso hombres como Bertrand Russell y como Romain Rolland, que solo ponen atención en las cosas grandes, se interesan en nuestra uueva gesta.
Por eso en la gran pseudo democracia del Norte, a la voz farisaica de los Hughes, los Lodge, los Rowe, empieza ya a oponerse en forma articulada y perentoria, la voz de un La Follette, leader de ese tercer partido que el vigor y el ímpetu formidable de las nuevas ideas y tendencias ha formado en Vanquilandia. Y, adelantado oficial de nuestros hermanos de doctrina en la patria de Lincoln, va a hacer oir a los monederos falsos de los partidos tradicionales, que han traicionado los principios de sus fundadores, las palabras severas y veraces de esa pléyade de publicistas que desde las columnas de The Nation. The Freeman. The New Republic y otras revistas, vienen azotando desde hace tiempo la dura piel de ese paquidermo insensible, de ese moderno Leviatán que se llama Imperialismo. Por su importancia intrínseca y por el sincero interés que por todo lo nuestro manifiesta, sería injusto silenciar aquí la obra de Samuel Guy Inman y su Nueva Democracia.
La ola de la protesta ha ido creciendo de Sur a Norte. Con Pérez Triana y Sanin Cano en Colombia; con Saenz Peña. Ugarte e Ingenieros en la Argentina. Con menos vigorosos acentos repartidos en todo el Continente, el coro de alarma ha adquirido en nuestros días el impetu marcial de un vigoroso andante. Puede el profeta de Ariel dormir tranquilo. La Ciudad Futura que él soñara vive en la mente de quienes han de ser sus fundadores. Esa utopía que un joven soñador montevideano concibiera hace veinte años tendrá la realidad que dieron a El Dorado los hombres de su raza. Frente a las Babeles de las naciones bélicoindustriales alzarán en Amèrica los herederos de los épicos conquistadores la torre ideal de una nueva cultura y de una civilización salvadora de lo humano. Auspician esta empresa. que ha de ser americana y preeminentemente hispánica por razones sin número los más grandes espíritud de nuestro tiempo, y ella agigantará sus fuerzas cuando sea conocida de los que aún la ignoran. Es así coEL MOVIMIENTO CONTINENTAL DE LOS INTELECTUALES Esta vez no nos llegan tardíos y desfigurados los men sajes de la Inteligencia. La voz profética de los apóstoles nuevos nos alcanza eon toda su sonoridad. La intima y severa elocuencia que hay en las palabras de fuego con que los pensadores de hoy están apostrofando a los detentadores del poder en todo el mundo, es recibida en el alma de las juventudes de América como el eco de un latido más hondo de su propio corazón. existen joh! si existen! reciamente formadas las falanjes de los nuevos luchadores. no es una generación sola; no está entregado el ideal nuevo a las manos inexpertas de soñadores de veinte años.
El estandarte que flameará un día victorioso en el nuevo y utópico Ayacucho tiene su guardia de honor pujante y valerosa. En ella forman, no sólo ilusos y jóvenes Quijotes, enamorados de la más flamante Dulcinea; montan guardia la juventud de antaño y la de ayer, al lado de la de hoy.