AMAUTA 26 vo; la evolución de sus intereses; cociente intelectual; su nivel de subnormalidad, normalidad y supernormalidad, etc, ete. Frente al problema de su individualidad psicológica, está el problema de su personalidad social. No queremos conocer únicamente al niño y educarlo para la satisfacción de su egoísmo de ese egocentrismo que nos muestra la paidología o de sus propios intereses. Frente a frente del individuo está la sociedad, la comunidad, la célula colectiva, la vida social, y es en esta compleja y multiforme tal cual es. donde él debe actuar, laborar, luchar, afianzar su personalidad, probar su yo individual, hacer triunfar su psiquismo y el caudal de sus potencialidades hereditarias, cultivadas y ennoblecidas por obra y gracia de la educación, Toda labor educacional, toda escuela consciente de su trascendental misión, tiene y debe tener una finalidad social. debe serlo porque la escuela es una institución social; porque el niño es un ser social, como lo prueban las fuerzas de su instinto gregario y de todas sus tendencias innatas que se desenvuelven en contacto con el grupo social, en la vida colectiva, en la comunidad misma.
La escuela es, pues la gran cultivadora del amor, la gran propagadora de la justicia entre los pueblos, y para el logro de esta noble misión debe estar en íntima armonía, en plena camaradería con las demás instituciones sociales, para las que es norma y ejemplo. Las más brillantes páginas de Nátorp, Dewey, Ellwood y de otros eximios maestros, están dedicados a la defensa hermosa y elocuentedel aspecto, del valor social de la educación. la última y más robusta apología de la escuela como inspiradora de la sociedad la acaba de hacer Giovanni Gentile, el conductor de la reciente reforma escolar italiana, en un bello discurso pronunciado al inaugurar la Casa de Maestros Toscanos. es que el oro espiritual solo se cotiza socialmente, en el gran mercado de la vida donde caben todas las transacciones.
La escuela, de otro lado, es la única institución sin fronteras, sin servilismos, sin credos partidaristas. En cada època busca la voz de los nuevos tiempos, las mejores aspiraciones, y las incorpora a su organismo, en obsequio de una mayor vitalidad y en cumplimiento de su gran obra renovadora. Por esto, a la par que nacionalista es internacionalista, y sus inquietudes y sus afanes lo son de universalización, de fraternidad, de humanidad.
El factor económico, en un mundo como el actual, tiene, igualmente, un rol trascendente. En los pueblos jóves y sin escuela propia, como el nuestro, debemos preocuparnos de él muy seriamente.
Se hace necesario, por ejemplo, una política pedugógica, un programa educacional, definido y consistente para formar una escuela con ideales propios. Es una candorosidad, por el momento, hablar de una escuela peruana, porque aún no la tenemos, porque aún no la hemos creado y porque aún carecemos de un ideario apropiado para este fin. Una sana política educacional ha menester del factor económico para cumplir con persistencia y con acierto las urgentes demandas del mecanismo escolar. para realizar esta valiosa obra necesitamos, como algo imprescindible, de un presupuesto de instrucción bastante holgado y digno; pero un presupuesto de carácter progresivo, ascendente, que sea invertido íntegramente en las necesidades de la escuela. decimos ascendente porque nuestra observación, ya confirmada por la historia educacional de los pueblos de está América robusta e inquieta, nos prueba que es común otro tipo de presupuesto de instrucción: el de carácter descendente, oportunista y remienda crisis, pues tan pronto surge una anomalía económica, los maestros son los primeros que quedan impagos y los primeros que sufren con devoción franciscana las tremendas consecuencias de estos desequilibrios.
Toda obra humana, en estos tiempos de burdo positivismo, debe ser animada por la ley del ideal. la educación, sobre todo, en su árdua tarea de formar hombres, debe poner en el fondo de la conciencia de estos un gran fervor idealista, un concepto noble y elevado de la vida, ese necesario fondo filosófico, que es el más necio contendor del pragmatismo desvergonzante, religión de los atrofiados sociales. Toda educación, como tal, debe tener una orientación filosófica e idealista; esa gran esperanza que tanto reclama Bertrand Russell. Sólo la concepción filosófica formada en el espíritu del hombre del porvenir puede impulsar incesantemente a él, darle el afan de la superiorización, a fin de librarlo del conformismo, de la rutina y de toda obra incolora e insustancial.
La nueva educación, tal como someramente la hemos bosquejado, se eleva así a los más altas cumbres para servir de guía, de conductora, orientadora de los hombres y de los pueblos. Ya la vemos robustecida y tonificada. El método científico y las diferentes técnicas le prestan valiosísimos apoyos; todas las ciencias le dan su concurso se pasea campante por los otros terrenos del saber; hace frecuentes incursiones a los campos de la biología, la sociología, la economia, la ética, la filosofía, el arte, etc. etc.
El sueño de Alejandro Bain es ya toda una bella realidad.
Existe la Ciencia de la Educación, tal como aparece en la celebrada obra de los maestros belgas Demoor y Jonkheere.
La nueva educación, en su alta categoría científica, lleva entre sus más caros propósitos el de servir con toda devoción, con toda fé, con todo fervor a la infancia, a la niñez, a esa perenne necesitada que siempre ha hambre y sed de saber. Pero si la vieja educación fué dispendiosa, malgastadora y encauzaba al azar, al acaso; la nueva educación, por el contrario, es eminentemente ahorrativa, económica, salvadora de las energias mentales de la infancia.
En todos los tiempos se ha malgastado criminalmente la mentalidad de los escolares; se ha dilapidado sin compasión el oro espiritual, se han empleado prácticas y procedimientos de enseñanza verdaderamente neronianos e inquisidores. Por ello los resultados fueron pobrísimos y los frutos cultivados no llegaron a su perfecta sazón, a su madurez.
Los niños anormales fueron Olvidados, y los supernormales, los mejor dotados mentalmente, pasaron por indisciplinados e incorregibles. Dentro de un anhelo de mediocridad, los maestros sólo se preocuparon del tipo medio, del normal, del average. como dicen los americanos del norte. Esta época de despilfarro espiritual, por fortuna, ya está pasando, gracias, en gran parte, a las enseñanzas y a las conquistas de la nueva educación, profundamente humana y profundamente justa con el niño. Es así que la actual escuela, celosa, muy celosa del valor de la personalidad infantil; conocedora de lo mucho que vale y representa el yo individual del escolar; de lo que significa el oro espiritual que se oculta bellamente en el alma de los niños, conserva, encauza, dirige, desarrolla, cultiva y aprovecha con fé y con amor las energías mentales de la niñez, porque ésta es el alma del mañana, almácigo del porvenir, de cuya lozanía depende la suerte de la nueva sociedad, pero de una sociedad más fraterna, más amorosa del ideal, más humana, tal como lo anhela la nueva educación, producto de esta época de inquietud y de renovación.
CARLOS VELASQUEZ.
Prof. de Psicologia en la Escuela Normal de Preceptores.
Carmen