AMAUTA 19 La manera más baja de amar a la patria es odiar las patrias de otros hombres, como si todas no merecieran engendrar en sus hijos iguales sentimientos. El nacionalismo debe ser emulación colectiva para que el propio pueblo ascienda a las virtudes de que dan ejemplo otros mejores; nunca envidia colectiva que haga sufrir de la ajena superioridad y mueva a desear el abajamiento de los demás, hasta el propio nivel. Cada pueblo es un elemento de la Humanidad; cl anhelo de la dignificación nacional puede ser un aspecto de la fe en la dignificación humana. Ascienda cada Nación a su más alto nivel y por el esfuerzo de todas se remontará el nivel de la Humanidad.
99. El patriotismo. humano abarca el horizonte cultural. La solidaridad entre los pueblos se extiende a medida que ellos amplían su experiencia y elevan sus ideales. La capacidad de simpatía va creciendo con la civilización; todos los hombres que en el mundo comparten las mismas creencias y se animan por los mismos intereses, se sienten amigos o hermanos. Las comuniones y los partidos, que antes pasaron del terruño a la nación, comienzan a pasar de la nación a la humanidad.
Dos gremios poderosos iniciaron el acercamiento de los pueblos, extendiéndose por sobre fronteras de las naciones: los comerciantes y los sacerdotes. El capital no tiene patria, ni tiene patria la religión; salen del terruño y del Estado, para internacionalizarse y conquistar el mundo. Siguiendo sus huellas se expandieron las ideas y la civilidad.
La circulación del pensamiento y de los hombres ha extendido la solidaridad humana. El camino, el vapor, el riel, el teléfono, el cable, la turbina, el inalámbrico, la volación, han dilatado el horizonte de los pueblos modernos. Poco a poco, en firme enaltecimiento, las ciencias y las artes, las doctrinas y las costumbres, han comenzado a extenderse del horizonte civil al horizonte cultural.
Todas las fuerzas vitales de los pueblos empiezan a solidarizarse en la humanidad. La producción y el consumo están reguiados en escala internacional; los medios de circulación se han centuplicado en la tierra, en el mar, en el aire. Los pueblos ajenos a esa vida común no se consideran civilizados; y no lo son. Cada invento técnico, descubrimiento científico, creación artística, llega a todos los pueblos. En todos se definen análogas normas y principios jurídicos.
Así como en la nación se ha expandido la primitiva solidaridad del terruño, empieza ya a expandirse en la humanidad la solidaridad de la nación. Esta forma superior del solidarismo anida, por ahora, en grandes espíritus que desbordan de la patria política, como ésta desbordó otrora de la primitiva patria lugareña. Sólo se sienten solidarios con la humanidad los que conciben y aman ideales humanos, anticipándose a sentimientos que llegarán a primar en el porvenir.
Apóstoles fueron, otrora, los hombres que en su tiempo supieron elaborar un sentimiento nacional, creando los estados actuales. Apóstoles son, hoy los que empiezan a elaborar un sentimiento humano, extendido a horizontes culturales cada vez más dilatados.
100. La armonia de los pueblos es la entelequia de la humanidad. Armonía no es semejanza ni fusión universal, sino solidaridad organizada de culturas heterogéneas. La desigualdad de los pueblos, es conveniente para la humanidad, como la individual es útil para la nación. La justicia no consiste en borrar las desigualdades, sino en utilizarlas para armonizar el conjunto. todos conviene que cada uno intensifique sus propios rasgos, de acuerdo con las características del medio en que se desenvuelve; si ellas se perdieran sería perjudicial. La solidaridad debe concebirse como un equilibrio de partes cada vez más diferenciadas, capaces de cumplir mejor sus funciones en beneficio propio y de las demás. Cuando un pueblo pierde la noción de la interdependencia, tiende a romper el equilibrio en su provecho, desencadenando la guerra en perjuicio de todos.
El progreso de la solidaridad se caracterizará en el porvenir por el desarrollo de organismos jurídicos, económicos y morales que regulen las relaciones de los pueblos.
Un equilibrio instable y perfectible permitirá la coordinación de las partes, armonizando el bienestar de la familia, del terruño, de las regiones, de los Estados.
Algunos soñadores, olvidando que la humanidad no es un mito homogéneo sino una realidad heterogénea, alientan el anhelo ilusorio de una sola nacionalidad universal.
Más justo es presumir que sobre los actuales Estados políticos, carentes a veces de unidad moral, tiendan a constituirse grandes nacionalidades capaces de producir nuevos tipos de civilización, confederando pueblos similares. La solidaridad será natural, fundada en semejanzas de origen, de intereses, de idiomas, de sentimientos, de costumbres, de aspiraciones.
El ideal presente de perfeccionamiento político es una coordinación federativa de grupos sociológicos afines, que respete sus características propias y las armonice en una poderosa nacionalidad común. Ninguna convergencia histórica parece más natural que una Federación de los pueblos de la América Latina. Disgregados hace un siglo por la incomunicación y, el feudalismo, pueden ya plantear de nuevo el problema de su futura unidad nacional, extendida desde el Río Bravo hasta el Magallanes. Esa posibilidad histórica merece convertirse en ideal común, pues son comunes a todos sus pueblos las esperanzas de progreso y los peligros de va.
sallaje. Hora es de repetir que, si no llegara a cumplirse tal destino, sería inevitable su colonización por el imperialismo que desde ha cien años los acecha. La oblicua doctrina de Monroe, firme voluntad de Estados Unidos, expresa hoy su decisión de tutelar y explotar a nuestra América Latina, cautivándola sin violencia, por la diplomacia del dólar. Son sus cómplices la tiranía politica, el parasitismo econdmico y la superstición religiosa, que necesitan mantener divididos a nuestros pueblos, explotando sus odios recíprocos en favor de intereses creados en cien años de feudalismo tradicional.
Frente a esas fuerzas inmorales del pasado, la esperanza de acercarnos a una firme solidaridad sólo puede ser puesta en la Nueva Generación, si logra ser tan nueva por su espíritu como por sus años. sea ella capaz de resistir a las pequeñas tentaciones del presente, mientras adquiera las fuerzas morales que la capaciten para emprender nuestra gran obra del porvenir: desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental. 1) Ultimo capítulo de Las Fuerzas Morales. obra póstuma que en breve aparecerá.
2017