Anarchism

26 son unos cochinos; la cháchara de la moral es una mentira destinada a los imbéciles. La vida no tiene otro sentido que el de contentar su hambre de alimento y de mujeres.
No existe el alma. Lo principal es tener lo necesario.
En este espíritu, mis obras traducían un profundo asco de la vida que no era superado sinó por el interés que tomaba en los acontecimientos. Cuando el asco era demasiado grande me enborrachaba.
La declaración de guerra me hizo ver claramente que las masas aún en su mayor parte sin voluntad.
Entusiastas iban por las calles inflamadas sin excepción por la voluntad de los militares.
Yo veía la huella de esta voluntad en mi mismo.
Pero no estaba entusiasmado, pues veía amenazada la libertad individual en la cual vivía hasta entonces. Me sentía anarquista, alejado de los hombres, y sin embargo corría el peligro de entrar en comunión eon esros hombres que detestaba. Mi odio se concentraba contra los que me obligaban a esto. Consideraba la guerra coma una manifestación, llegada a su paroxismo de horror, del combate cuotidiano por la posesión. En detalle este combate me repugnaba ya; con mayor razón en grande. Esto no impidió que yo deviniera soldado prusiano.
Con sorpresa mía, ví que había también gentes que no estaban entusiasmadas. Comencé a odiar a estas gentes un goco menos que a las otras. El sentimiento de soledad me abandonó. La bella vida de soldado me inspiró muchos dibujos. Muchos camaradas hacían buena acogida a estos dibujos, Compartían mis centimientos. Esta constatación me dió más gusto que la recompensa de un amateur cualquiera de cuadros que podía apreciar solamente mi trabajo desde un punto de vista especulativo. En esta época yo comenzaba a dibujar no solo porque esto no era un placer sino sabiendo que otros participaban de mi estado de ánimo. Comenzaba a ver que había un objeto mejor que trabajar para sí o los mercaderes de cuadros.
Quería hacerme ilustrador. El gran arte no me interesaba en cuanto representaba la belleza del mundo. Me volvía hacia esas tendencias repudiadas y moralistas: Hogarth, Goya, Daumier y otros semejantes. Dibujaba y pintaba por espiritu de contradicción y trataba de convencer a la gente por mis trabajos de que este mundo era odioso, enfermo y embustero. No tenía exitos notables. No concebía ninguna esperanza particular, pero me sentía totalmente revolucionario y cambiaba mi resentiiviento con conciencia.
La guerra no cambió fundamentalmente nada de esto. Yo quedaba desconfiado respecto de mis amigos, pues la camaradería no convenía al mundo que yo me había formado y yo no quería hacerme ninguna ilusión. Comenzaba a oir hablar de movimientos revolucionarios, pero permanecía escéptico: se estaba habituado al partido socialdemocrático que se resumía en esto: fraternidad universal voto de los créditos de guerra. Tal era la realidad. No existían para mí potencias demoniacas o del infierno a la Swedemborg; comenzaba a ver a los verdaderos demonios y diablos, esos hombres de vestidos largos y grandes barbas, provistos o nó de condecoraciones. Tenía por infun dadas las esperanzas que muchos de mis amigos depositaban en la paz o en la revolución.
Yuelto al estado civil, vivia en Berlín en el momento de la nacencia del movimiento Dadá que empezó en la época del hambre.
Este movimiento Dadá de Alemania tuvo sus raíces en la convicción, a la cual arribaron al mismo tiempo que yó muchos de mis camaradas, de que era cosa absolutamente sin sentido creer que el espíritu o ciertos espíritus podían gobernar el mundo: Goethe en los tambores, Nietsche en los morrales, Jesús en las trincheras. Había sin embargo gentes que consideraban el espíritu y el arte como una fuerza. Hablamos en este momento del arte: ejadme decir algunas palabras sobre el Dadaismo, el unico movimiento artístico de Alemania, después de decenas de años. No sonriáis. Al lado de este movimiento todos los artes del ismo se convierten en pequeñas historias de atelier sin importancia.
AMAUTA El Dadaísmo no era absolutamente un movimien.
to ideológico sino un producto orgánico, consistente en una reacción contra las tendencias nebulosas del sedicente arte puro que se ocupaba de cubos y de góticos, en tanto que los esbirros pintaban con sangre. Él Dadaísmo obligó a los adeptos del arte a reconocer los colores. Que hacían los dadaistas? Decían: Es totalmente la misma cosa emitir un resuello cualquiera que hacer un soneto de Petrarca, una obra de Rilke, o bien clavetear suelas o esculpir madonas.
De toda suerte se fusilará, se practicará la usura, se tendrá hambre, se engañará. Por consiguiente, para que todo es te arte. No es el colmo de la mentira engañarnos con valores espirituales. No es el colmo del ridículo tomar en serio una cosa de la cual nadie se cuida? No toqueis el arte sagrado gritaban los adversarios del Dadaísmo porqué se olvidaban de gritar estos señores cuando se tiraba sobre sus monumentos, cuando se violentaba o masacraba a sus colegas. Que venían a contarnos con su espíritu. cuando habia solamente un espíritu, el de la prensa que escribía: Haced dibujos para los afiches del empréstito de guerra. Hoy yo sé, y todos los fundadores del Dadaísmo lo reconocen conmigo que nuestro único error era el de haber tomado en serio este sedicente arte. El Dadaísmo era el despertar de nuestra propia ilusión. Habíamos visto los últimos productos insensatos del orden social reinante y los habíamos roto en medio de estallidos de risa. Pero no habíamos todavía visto que sobre esta cosa sin sentido, un sistema estaba basado.
La revolución que vería nos dió la consciencia de este sistema. No había más motivo de risa; había problemas más importantes que el problema del arte; y si el arte podia tener todavía algún sentido, debía tomar sitio dezpues de estos problemas. Estos problem os son conocidos. Son los problemas del porvenir, de la humanidad futura, los problemas de la lucha de clases.
Hoy yo no odio ya a los hombres sin distinción; hoy odio vuestras malas instituciones y sus defensores. si tengo una esperanza es la de ver desaparecer estas institu cionəs y la clase de hombres que las protegen. Mi trabajo sirve a esta esperanza. La comparten conmigo millones de hombres que no son evidentemente ni amateurs de arte, ni mecenas, ni mercaderes de cuadros.
Pero si se quiere llamar arte a mi trabajo, no es posible hacerlo sino en el caso de que se participe de la opinión que yo tengo, a saber que el porvenir pertenece a los trabajadores.
GEORGE Grosz. Traducido expresamente para AMAUTA. 1) Cassirer, célebre comerciante y crítico de arte. Malik Verlag, casa de ediciones de Berlín.
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