21 AMAUTA Nadie comprenderá, si no se lo pinto en colores elocuentes, cual fué el calvario último que soportamos ambos, que solo pudimos soportar porque eramos dos. Si AMAUTA sigue siendo hospitalaria a mis disquisiciones, contaré otro día, lo que en este espacio no cabe agregar.
Suponiendo que alguien me haya culpado de haber truncado la obra de la Asociación Pro Indigena, por dar pábulo a una pasión egoista, puedo contestarle, con sere nidad de conciencia que, en mi convicción, matando involuntariamente la Asociación Pró Indigena, he prolongado siquiera por unos años más, la vida de Pedro Zulen que era la vida de ella, y hacia su centro atrajo la mía.
La fria razón no tendrá nunca su puesto en los momen tos creadores, en los meses primaverales de la historia: es el calor del sentimiento el único principio destinado a hacer brotar los verdes retoños y las blancas flores de los troncos que parecen muertos.
La Asociación Pró Indigena tuvo el calor del sentimien to, y lo conserva en su semilla, esperando la bondad de la estación para dejar atestiguada su latente vitalidad.
11 LA FORMACION DE UN NUCLEO La Asociación Pró Indígena Irenó en primer término la misión indispensable de establecer un núcleo, en que se recogían tos clamores dispersos en el ambiente y se reunían los individuos capaces de sentir entusiasmo por la obra de resurrección del pueblo autóctono peruano.
Con la Asociación Pro Indigena se hizo un cerebro meditaba en los aspectos y la solución del problema indígena.
y un corazon que impulsaba a la circulación, a traves de toda la República, las ideas y sentimientos relacionados con éste. Lo inorgánico se trocó en orgánico: es decir, se formó vida superior y funcionamiento.
Todo el plasma de la causa indigena se convirtió en cuerpo: afluían las quejas difusas de los pueblos provincianos a la Secretaría de la Asociación Pro Indigena, y se hicieron estructura tangible; afluían las respuestas de los gamonales, y se contorneaban en formas precisas; afluían las voces de aliento, las sugestiones útiles y se condensaban en aumento de núcleo, y la Asociación, respetable por la calidad de miembros y por su conducta, se resumió en vértebra cuya personería acataban los altos Poderes del Estado.
Sin punto de concentración ningún propósito puede encauzarse. El fundador de la Asociación Pró Indígena nuestro inolvidable Pedro Zulen, fué uno de los paladines de la reforma social que obedeció esta ley en el Perú. En 1909, las asociaciones defensivas de las clases proletarias oprimidas recién se iniciaban, y estaban lejos de tener el desarrollo que hoy han conquistado. No existían como hoy, entre la poblada serrana y costeña, esas asociaciones de campesinos que mal o bien procuran transformar la debilidad del aislamiento individual en fuerza del colectivismo organizado.
La existencia de un órgano como la Asociación ProIndigena ha cambiado las condiciones biológicas del país; ha hecho precipitarse todos los elementos concernientes al asunto indigena hacia un centro común y ha encendido en el foco la chispa vital de los conocimientos y las experiencias claras de que toman inspiración los continuadores de la empresa.
Un órgano, un cuerpo, donde antes todo era difuso y vago, un rayo y un trueno donde no hubo sino electrici dad latente en la atmósfera; una lluvia que alivia la tensión meteorológica y promete la salida del sol. Esto es lo que vale la formación de un núcleo, y como tal la iniciativa pró indígena de 1909.
cionales un sentido de responsabilidad que en el quietis mo anterior de la rutina inestorbada se hallaría completamente adormecido. El hombre nunca pierde la conciencia por entero, pero la ignora casi, cuando en ciertos periodos evolutivos se reducen los estímulos morales a un mínimo de energía. Dormida estaba, a los cien años de Emancipación Republicana del Perú, la conciencia de los gobernantes, la conciencia de los gamonales, la conciencia del clero, la conciencia del público ilustrado y semi ilustrado, respecto a sus obligaciones para con la población que no solo merecía un filantrópico rescate de vejámenes inhumanos, sino a la cual el patriotismo peruano debia un resarcimiento de honor nacional, porque la figura de la Raza Incaica había descendido a escarnio de propios y extraños.
La prensa era el camino indicado para formar opinión pública al rededor del, para el verdadero per uanismo, trascendental problema indígena. Había que romper el silencio que logra abrazar las potencialidades más preciosas, dándolas por no existentes; había que desalojar esa triste literatura que hablaba de la raza se extingue. la raza condenada a desaparecer la raza que debe ser barri da al mar. según la clásica expresión de un escéptico de aquellos días.
Con el auxilio de la prensa general logró mantener la Asociación Pró Indigena los asuntos del caso de un modo poco menos que diario a la vista de un público, y formó así efectivamente una opinión que ejercía presión positiva sobre los culpables de abusos y los remisos en cumplir justicia.
Solo en 1912 se fundó el órgano propio de la Institución, la pequeña, pero nutrida revista mensual El Deber Pro Indigena. de índole doctrinaria y recopiladora de los índices del archivo de la Secretaría.
La publicidad constituía en buena cuenta el eje de la acción de la Pro Indígena. Era el temor a la sanción pública provocada por la publicidad el motivo que servía de freno a los abusivos y que inducía a los funcionarios gubernamentales y judiciales a ocuparse de las reclamaciones presentadas por la Asociación en nombre de sus defendidos; era la publicidad que daba a los lectores de periodicos una noción de los problemas relativos, de que habían carecido por completo; era la publicidad que exhibía la incesante labor de la Institución, el control que esta tenía y le otorgaba prestigio. Además de los efectos de esa publicidad que pueden calcularse, quedan los que no pueden calcularse, es decir, los abusos dejados de cometer por temor a la denuncia que siempre amenazaba desde las páginas de los diarios.
Ast es seguro que despertó un sentido de responsabilidad, ante ese formidable juez, la opinión pública, no solo del país, sino hasta del extrangero, en quienes hasta entonces habian seguido casi inconscientemente, como gamonales, los hábitos de la barbarie, y como gobernantes, la fácil rutina de la solidaridad con el más fuerte.
Falta preguntar, si, en caso de haber podido continuar subsistiendo la Asociación Pró Indigena hasta la fecha actual, habría podido labrar tanto en la mentalidad de la Nación, como para crear vallas sensibles al desenfreno de los egoismos y salvajismos reinantes. Pues, seguro es, que con la catastrófica muerte de la Pro Indígena, en 1915, los gamonales respiraron aliviados y los empleados de ministerios se recostaron contentos en sus butacas dispensados ya de escuchar las exposiciones del pertinaz Secretario General de leer en la edición de la mañana tarde de El Comercio el epígrafe: La Asociación Pró Indigena con sus sinsabores.
Pero, aquello que no fructificó quizá, durablemente, en las oficinas del Estado, y perdió terreno en los campos hostiles, perdura, si no estamos en fatal error, en otras par tes, en la porfiada mentalidad de los indigenas mismos, y en la visión futurista de algunos idealistas legitimos.
LA SELECCION DE UN PERSONAL DE CONSTRUCTORES El evangelio de la rendención indígena, del renacimiento del Perú a base de su raza aborígen ha hecho prosélitos, en LA FORMACION DE UN SENTIDO DE RESPONSABILIDAD La infatigable brega de la Asociación Pro Indigena no puede sino haber despertado en innumerables factores na