AMAUTA 17 VI GIL A NO. La noche inclinada hacia mí tiene manos fragantes y labios de mujer para besarme Hoy la vida en mi sangre es más rubí que nunca. se ahogan mil gritos en mi carne.
Mi cuerpo sembrador bien sembraría!
He aquí solamente mi canto: luz de diamante en la entraña nocturna. Cuerpo de mujer ausente!
Mis ansias caen deshojadas desde el búcaro roto del silencio.
Mi soledad jadeante se rinde largo a largo como un lebrel a mis plantas. Spilca. me dijo con voz clara. todas nuestras desgracias no están en lo poco que acabo de contarte y que son cosas pasadas. Aun hay otras. No quisiera decirlas. Para qué? Aquellos que gustarían, como tú, desposarme y que las conocieran, no avanzarían más. Vale más doblegarse ante el destino.
Quedé un poco soñador. Dios mío! pensaba ¿y qué?
La pobrecilla ha sido engañada por un malandrín que se ha reido de ella y la ha abandonado. Quizá si le ha dejado un niño en los brazos. después. Dije. No Sultana, no me creas tan poco humano. Lo se: el mundo se encarniza en una muchacha. Yo no pier como el mundo. Si es eso toda tu falta, todo el agravio que impide a los otros desposarte, podemos arreglar nuestro noviazgo en ocho días, supuesto que tu lo quieres como yo. estas palabras la vi enderezarse en su silla. Sus ojos brillantes parpadearon rápidamente. Tus conjeturas, Spilca, son injustas: no soy culpable de nada; no tengo que hacerme ningún reproche. Tengo veinte y dos años y me encuentro todavía tal como mi madre me ha hecho. El mal es mucho más grande de lo que tu supones, más grande aún que si tuviera un hijo de las flores.
Esperé que me dijera que mal era aquel, pero se calló, sin dejar de mirarme con una mirada franca, limpia como el cielo en el mes de agosto.
La tía vino a llamarnos para el desayuno. Sultana la tomó de la mano y la gritó al oido. Tía! Spilca me pide en matrimonio. qué dices?
Su espalda encorvada, los cabellos blancos, el semblante fuertemente dañado por las viruelas, la anciana me contempló un instante con piedad y respondió. Lástima. Pobre muchacho. No hay nada que hacer. Quién osaría ponerse en el camino de un logofat. Quién es ese logofat? pregunté,, y ¿qué hay con él? esta pregunta la faz de Sultana se cubrió de amargura: su mirada se enterneció. Encuadrada en sus cabellos peinados atrás y trenzados de manera de formar una sola trenza, su frente blanca, serena, pálida. Es el logofat Costaki. dijo has oído hablar quizá de su crueldad, de sus fechorías. Nosotras dependemos de él, como todos los habitantes: el puede dejarnos vivir o puede matarnos a su guisa. la muchacha que atrae su atención no puede escapar de él. Tiene que escojer entre su deshonra y la ruina de su familia. Yo tengo la desgracia de agradar a este bruto hace dos años. Desde entonces no hay reposo. He rehusado defenderme hasta el presente.
Pero el peligro está por encima de mis fuerzas, porque este hombre no tiene corazón ni vergüenza. Es nuestro amo.
Un día u otro me veré ante la alternativa de escoger. Mi elección esta hecha. Durante algún tiempo he esperado un marido que me protegiera. Nadie osó afrontar al tirano. Se me consideró como una pacoste (5) contra aquellos que han venido de lejos, como tu, para desposarme y llevarme a su país, otra desgracia se ha levantado; mi tía no quiere seguirme. Tiene a todos sus mưertos enterrados aquí, es entre ellos que ella quiere descansar. Ahora, Spilca, sabes todo, sin conocer el horror en detalle. Te agradezco por tus buenas intenciones. Ellas harán mi salvación. Pero, así como la tía acaba de decir, no hay nada que hacer. Yo sería tu desgracia. por qué afrontarla cuando te digo que esto no serviría a nada? Debo expiar alguna blasfemia.
Pues bien, la expiaré. Terminará en el próximo número. TRADUCIDO EXPRESAMENTE PARA AMAUTA POR Eu GENIO GARRO. La noche que tiene labios de mujer, en sus brazos fragantes, me llevará para gozarme a sus tétricos sótanos de sueño.
ARMANDO BAZAN (1) Conductor de balsa. 2) Rio de Moldavia.
3) Rio, en francés, es sustantivo femenino: la riviere; de aquí que el autor la compare a una princesa. del Especie de Intendente con poderes discrecionales. Calamidad, Pettoruti Auto retrato