AMAUTA El personaje y el conflicto dramático en el teatro, la novela y el cuento POR ANTENOR ORREGO NI EPISODIO NI ANECDOTA Quizás parezca osada y paradógica la disconformidad de mi pensamiento con la teorización crítica y filosófica y con la realidad artística de lo que en el teatro, la novela y el cuento se denomina caracteres dramáticos. Trataré de precisar en este ensayo, con toda la penetración de que soy capaz, lo que pienso sobre un asunto que considero fundamental para la vitalidad del arte.
Una advertencia previa necesaria para aclarar mis puntos de vista. Mi posición no es relativista, es decir, no considero tanto lo que se ha realizado, cuánto lo que ha debido realizarse. Me refiero, sin duda al arte occidental, a la actividad literaria que arranca desde la extinción de la cultura romana, cuando los germanos del norte comienzan a establecerse en las regiones mediterráneas de Europa.
La tesis fundamental que planteo es que el arte dramatico occidental se asienta en una concepción o, mejor en una realidad, no precisamente falsa o errónea, sino amputada, estrecha, mezquina.
El dolor y la vida humanos están fuera de toda convención, fuera de las unidades de espacio, de lugar y de tiempo.
Nunca son un episodio o una historia, son un nacimiento y una muerte que presiden las estrellas y que decretan los dioses. La tragedia moderna la hacen los burgueses desde sus gabinetes muelles, frente a sus tablas de cotizaciones y ante las posibilidades de la taquilla. La tragedia antigua la hacía Edipo mismo. Nuestro drama clásico adolece, pues, de toda la falsedad del retoricismo occidental, de toda esa farandulesca garrulería que nos divierte, pero que no vitaliza nuestros actos, ni nuestra conducta ni nuestra vida. El arte por el arte. concepción de juglar y de cómico. Mero metier, escenificación y espectáculo puro.
La acción novelesca y dramática en nuestra literatura ha sido, hasta ahora, esencialmente episódica y anecdótica.
No son caracteres enteros los que ha creado el arte occidental; son girones, fragmentos de caracteres; parcelas aisladas y descuajadas de un conjunto. Lo único entero es lo negativo, la novela a lo Proust en que se presenta al personaje ordinario, aquel totalmente descaracterizado.
La médula central de un carácter, su alma mater, es el destino, el sino que gravita sobre sus espaldas. Nuestro arte nunca lo ha presentado íntegro y trabado, sino que ha tendido a descomponerlo en piezas, en simples episodios desarticulados, sustraidos de su ambiente, de su hogar, de su contorno vital. Por lo general, son caracteres anatomizados y atomizados, polvo y átomos de caracteres.
Podemos citar, sin embargo, aciertos bastante logrados hacia un arte dramático integral en los que, por milagro del genio, se ha conservado el ambiente dramático: algunos tipos de Shakespeare, el Quijote de Cervantes, el Juan Cristóbal de Romain Rolland, algunos personajes de Pirandello.
El arte europeo ha hecho anecdótico el destino. La culpa es de esa irremediable frivolidad occidental que nos lleva hacia él por simple holganza o divertimiento insustanciales, por aturdirnos como nos aturdimos con un espectáculo; por oficio o por acrobacia retórica y dialectica. Nos falta la seriedad atenta, la unción estremecida del creador.
No sabemos todavía lo suficientemente que el arte es un ministerio sagrado y que, a cada paso, debemos pronunciar un ardido y trascendente fiut lux; todavía no hemos encontrado que somos dioses y que en nuestras manos tenemos todas las potencias que actúan en lo increado.
Antenor Orrego, or Essqu ff.
II. REALIDAD NO COPIA, POSIBILIDAD NO REPETICIÓN Si el arte no sirve para superar y rebasar la vida, no sirve para nada. El verismo artistico no puede ser copia o caico, sino una interpretación simbolizada y superada de lo real. No necesitamos repetir la naturaleza y la vida porque ya las tenemos. Sería necio y ocioso. Lo que necesitamos es comprenderlas y ganarlas para nuestra conciencia y para nuestra sensibilidad, engendrando nuevas categorías vitales. Precisa crear la nueva posibilidad de lo humano. La realidad es una posibilidad vencida y hecha sér y de lo que se trata es de vencer una nueva posi ilidad humana, realizándola. El arte es frágua de criaturas ue acaso no existan para nuestro tacto todavia, pero que y que serán de carne y hueso cuando lleguen a infundı. en una envoltura corpórea. Quizás los héroes y los prototipos espirituales de mañana, antes de vencer su realidad extrahumana, antes de eclosionarse en un cuerpo o en una vida necesitan ser pensados y sufridos por el cerebro y el corazón del hombre. Cuántos Quijotes después del Quijote, cuántos Werthers después de Werther! Si bien es cierto que ambos son de una entrañada y eterna médula humana. ese misterioso trasvasamiento de lo increado a la forma visible y palpable o, por mejor decir, a la realidad sensorial, es no sólo espiritual y ético, sino también plástico y pictórico. Algo hay de evidente en aquello de que la silueta del cuerpo humano varía en cada época, en cada grado de civilización y en que es pensada y realizada antes