José Carlos MariáteguiMarxism

queados como CLAVE Tribuna Marxista la incapacidad del primero para ponerse a la altura de las circunstancias en el caso de España y con la desfachatez del segundo en el caso Sở de Checoeslovaquia. Sólo los intelectuales ingenuos. y sin experiencia de lucha pudieron entusiasmarse con el puño levantado de Daladier. sobre las muchedumbres. Un hombr. de la calidad de Mariátegui no habría dejado seguramente de prever sobre quién lo descargaría al fin.
En cuanto a los burócratas irresponsables de la Tercera Internacional, el director de Amauta había tenido ocasión de afrontarlos indirectamente en el Primer Congreso Sudamericano de Montevideo, con unas tesis agrarias que le fueron rechazadas por trotskystas.
Pero ¿a qué las conjeturas acerca de lo que Mariátegui hubiera podido sér, si nos basta con lo que ha sido de modo tan excepcional? Un hombre completo, un guía realmente luminoso, un escritor de veras admirable.
Cuando se publiquen sus obras póstumas, podremos ham blar detalladamente de sus ideas sociales, políticas, estéticas: y filosóficas; de sus relaciones con Piero Gobetti, Sorel y Croce. Entretanto, es preciso limitarnos a este homenaje.
personal. Un recuerdo más íntimo todavía, y un antiguo propósito.
Promediaba el año 1935. De vuelta a Valparaíso desde España por Nueva York, donde actuaba aún el John Reed Club, bajamos de paso en El Callao, vale decir el puerto de Lima. Naturalmente, fuimos a visitar la tumba de Mariá.
tegui: un humilde nicho, demasiado bajo para ser de águila, en el cementerio general. un lado, un torero; al otro, un fraile. Todo un símbolo el sepulcro rojo entre tantos blanque vimos por las calles.
Sin consultar ningún libro, el sepulturero nos había indicado el cuadro correspondiente, tan pronto como le dijeramos el nombre del director de Amauta. Estaba sin duda vivo en su memoria. Así. pensamos aquel día. debería estar también presente la obra precursora de Mariátegui en el trabajo de todos los intelectuales americanos. una vez 255