Marxism

puerta de niobrando y adelantando, CLAVE Tribuna Marxista No; no debe matársele, es preciso obligarle a hablar me contestó León Davidovich pronunciando siempre las palabras despacio y con dificultad.
De repente oímos un lamento, Miré a L: interrogativa mente. Con un movimiento de ojos; apenas përceptible, indicó la su cuarto y dijo con despego: Es él. El médico no ha llegado. Va a venir enseguida; Charlie ha ido a buscarle con el coche Llegó el médico, vio la herida y dijo conmovido que no era peligrosa. León Davidovich lo aceptó tranquilamente y con naturalidad, casi con indiferencia, como si no se pudiera esperar de un médico otra opinión en esas circunstancias. Pero, dirigiéndose a Joe en inglés y señalando su corazón, dijo. Siento aquí. que éste es el fin; esta vez lo han logrado. mí me quiso ahorrar ésto.
La ambulancia, en el bullicio de la ciudad, en su frivolidad, las apreturas de la gente, viva iluminación nocturna, iba macon el ininterrumpido sonido de las sirenas y el silbato de los policías en motocicleta. nosotros llevábamos nuestro herido con un dolor profundo, insoportablemente agudo en el corazón, y. con alarma, siempre creciente. Conservaba su lucidez. Su mano izquierda se extendía a lo largo del cuerpo, paralizada; ya lo había dicho el doctor Dutrem cuando lo examinó en el comedor de la casa. La derecha, sin encontrar lugar para ella, la movía constantemente en círculos, encontrándose con la mia, como si estuviera buscando una posición. Hablaba con más dificultad. Yo le pregunté, inclinándome muy cerca, cómo se sentía. Ahora mejor. me contestó León Davidovich. Ahora mejor. me inspiró una aguda esperanza. El ensordecedor ruido, los silbatos de las motocicletas, el ulular de la 26