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CLAVE Tribuna Marxista Al terminar me incliné y apoyé mis labios sobre los suyos.
Me contestaba. Aun. aun me contestaba. aun. Esa fué nuestra despedida. Pero no lo sabíamos. El paciente perdió el conocimiento. La operación no le volvió en sí. Sin apartar mis ojos, seguí velándolo toda la noche y esperando el despertar. Los ojos estaban cerrados, pero la respiración, a veces difícil, a veces tranquila, inspiraba esperanza. Así pasó también el día siguiente.
Hacia el medio día, según la previsión de los médicos, se produjo una mejoría, pero al caer del día, hubo un cambio repentino en la respiración del paciente: se aceleraba más y más, dándome una inquietud mortal. Los médicos y el personal del hospital, rodearon la cama del paciente, visiblemente conmovidos. Yo pregunté, perdiendo el dominio sobre mi, que era lo que eso significaba, pero solo uno de ellos, cauteloso, me contestó que pasaría; los otros callaron. Yo comprendi lo falso de la consolación y todo lo desesperado de la situación: Lo incorporaron. La cabeza cayó sobre el hombro, los brazos caidos, como en El descenso de la Cruz. del Tiziano; el vendaje: en lugar de la corona de espinas.
Los su cara mantenían su pureza y su orgullo. Parecía que él solo hubiera podido recuperarse. Pero la profundidad de la herida del cerebro era demasiada. El despertar tan apasionadamente esperado no se produjo. No se oyeron mas su palabras. Ya no está en el mundo.
Llegará la venganza contra los asesinos. Durante toda su bella vida heroica, León Davidovich creyó en la liberación del futuro humano; su fé no se debilitó en los últimos años, sino al contrario, se fortaleció y vigorizó. La humanidad futura, liberada de la miseria, suprimirá toda clase de violencia. El me enseñó.
creer en ésto.
rasgos de a Coyoacán, noviembre de 1940. 28.